Por... Eduardo Ibarra Aguirre
La burocracia mexicana siempre, o casi, es demasiado costosa y los resultados de su quehacer distan años luz de las necesidades sociales. Y de la aplicación de los cuantiosos recursos que los causantes ponen en sus manos, obtiene resultados del todo insatisfactorios y hasta decepcionantes.
Lo anterior viene al caso por los resultados dados a conocer por el Centro de Análisis Multidisciplinario, de la Universidad Nacional Autónoma de Míéxico, sobre la inversión de los tres niveles de gobierno para “combatir la pobreza†con programas múltiples y ruidosamente publicitados, como ahora con la Cruzada Nacional contra el Hambre y la febril gira de Rosario Robles para firmar convenios y acuerdos de colaboración a diestra y siniestra.
De acuerdo con el CAM, los gobiernos desde Luis Echeverría, pasando por Carlos Salinas y hasta Felipe Calderón, y los estatales invirtieron 36 millones de pesos por cada mexicano pobre en los últimos 42 años y la pobreza no sólo no disminuyó, sino que aumentó en 58.2 por ciento. La conclusión está sustentada en estadísticas de los informes rendidos por siete titulares del Ejecutivo federal, del INEGI y del FMI.
En primera instancia, el descubrimiento del Centro de Análisis, coloca dígitos, discutibles si se quiere, a los magros resultados obtenidos con los programas para el “combate a la pobrezaâ€, mismos que entre 1970 y 2012 incrementaron en 96.1 por ciento las partidas presupuestales, en tanto que los pobres pasaron de 31 millones 450 mil personas a 54 millones, de ellos 11.7 millones en pobreza extrema, hasta 2010, de acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, y de los que la muy publicitada campaña de Enrique Peña se propone atender a 7.4millones.
El gasto es continuo y no resuelve el problema. Ejemplifica el CAM que en el gobierno de Echeverría ílvarez, ascendieron a 50 mil millones de pesos las partidas presupuestales y con Felipe del Sagrado Corazón de Jesús rozaron los 900 mil millones de pesos.
Y no lo resuelve sólo debido a la costosísima burocracia en sus altos mandos, a los objetivos políticos que se anteponen a los programas clientelares, sino centralmente porque las políticas sociales tienen como eje medio arreglar los destrozos sociales que dejan a su paso las políticas económicas que promueven la concentración brutal del ingreso y empobrecen a las mayorías, para hacer más atractivo a Míéxico para la inversión extranjera, sobre todo ahora que el salario manufacturero en China está por encima del mexicano, y cuando Peña Nieto se dispone a convertir al país en maquilador de aquella pujante nación.
Difícilmente se abatirá la pobreza, extrema y a secas, si el modelo macro resultó una eficiente fábrica para producir decenas de millones pobres y, a la vez, selectos plutócratas para la lista de Forbes; tambiíén para que los dueños de la aldea global inviertan en este paraíso fiscal y de mano de obra más que barata.
El jefe de la oficina local del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, sostiene que para resolver el problema de la pobreza se requiere “crecimiento económico generador de empleos bien remuneradosâ€. Y que esta falla la padece Míéxico desde hace díécadas. Y el presidente Peña, auguro yo, la reproducirá.
No otra cosa indica el hecho de que del 1 de diciembre de 2012 al 1 de abril de 2013, los salarios acumulan una píérdida de 6 por ciento en su poder adquisitivo, principalmente por aumentos en las tarifas de los servicios públicos. Y los salarios mínimos aumentaron 3.4 por ciento.
Con esta vieja política de contención salarial, la pobreza será un drama de nunca acabar, primero puede terminar la sociedad con sus artífices.