Por... JUAN DAVID RAMíREZ CORREA
Hablar de pobreza es un asunto complejo. El tema es altamente subjetivo y las opiniones van desde lo más profundo y tíécnico hasta lo más frívolo, como aquella vez que escuchíé a una señora "high " de Bogotá diciendo que la pobreza es un tema mental y que en Colombia, "pobre es el que quiere".
Lo cierto es que Colombia ha dado pasos en la lucha contra la pobreza. Según el Dane, en 2012 la pobreza cayó y el indicador de desigualdad (coeficiente GINI) se redujo por primera vez en 20 años. En palabras cristianas: 1,7 millones de colombianos dejaron de ser pobres y el país es un poquito menos desigual.
Gracias al crecimiento económico y a la prolongación de las políticas de transferencias directas para este fin, la pobreza cedió. Era de esperarse al igual que ha sucedido en Amíérica Latina. La pregunta, entonces: ¿Hacemos fiesta? A ver, punto para el gobierno porque menos pobres puede ser más porcentaje en las encuestas de opinión. Sin embargo, párela: se necesita continuidad y coherencia con esos colombianos otrora pobres para que no vuelvan a caer en el limbo de los menos de dos dólares diarios para vivir.
Los expobres son demasiado frágiles. A todos los podríamos clasificar en una nueva clase social, la de los vulnerables. Vulnerable: Dícese de aquel que supuestamente ya no es pobre, pero que si no consigue dos dólares diarios para vivir, vuelve a ser pobre.
Apenas empiezan a asomar la cabeza por el cuello de la botella de la pobreza y todo se lo deben a los subsidios directos, los cuales, para algunos expertos, son el mejor reflejo del asistencialismo contemporáneo. ¿Eres pobre? Toma un subsidio este mes, el otro mes y el otro mes. Vaticinio: Se acaban los subsidios y, sin ser despectivo, aparecen más limpiavidrios y malabaristas en los semáforos.
En la Colombia rural, donde la pobreza se duplica, el tema es peor. El campo colombiano es una amalgama de guerrilla, narcotráfico, delincuencia común, falta de infraestructura, baja calidad educativa, empleo precario y atraso en la explotación agrícola. El retorno de los desplazados es cada vez más difícil por las pocas oportunidades. Además, en las ciudades hoy habitan hijos de los hijos de esa primera generación que llegó del campo huyendo de la violencia, condenados a perder el arraigo por la tierra que cultivaron.
Mejor dicho, nuevos vulnerables citadinos sin ganas de arar la tierra y aprovechar la riqueza de nuestro suelo, quienes se consideran desplazados por recuerdos de sus padres y familiares, pero con ganas de montarse en una moto, conseguir chacha y bajar a El Hueco a comprar unos pisos.
Se llegó el momento de una verdadera política agraria intensiva y coherente con los tiempos de hoy. Una política que se aleje de las políémicas tipo Agro Ingreso Seguro y que se concentre en lo importante: explotar sosteniblemente la tierra y dar calidad de vida a quienes la consienten. Una política que no díé pie a ese sueño trasnochado y acomodaticio e irónico de la revolución agraria guerrillera, esa que siempre ha querido las Farc, donde queda como la redentora del campo, sin importar la sangre que han hecho derramar en nuestra tierra.
Colombia merece un equilibrio en su desarrollo para ver si de una vez por todas, los ricos dejan de ser tan ricos y los pobres dejan de ser tan pobres. Ahí tiene tarea el Gobierno. Ojalá lo haga con seriedad, sin fines electorales ni al amaño de los guerrilleros que están en La Habana. Eso sí sería un aporte gigante para mejorar este país donde, como la señora "high ", creen que pobre es el que quiere.