La deuda española ha vuelto a mojarse en mayo. Por primera vez desde que cuenta con el paraguas protector del Banco Central Europeo (BCE) y su programa de compras de deuda (OMT), el balance mensual va a ser vendedor para los bonos a 10 años, con el consiguiente repunte de los rendimientos, que suben cuando el precio de los títulos baja.
En concreto, afronta la última sesión del mes en el 4,36%, por encima del 4,13% al que finalizó abril. Sigue, eso sí, claramente por debajo de los niveles de hace un año, cuando finalizó mayo en el 6,56%, de las cotas que alcanzó en julio, cuando alcanzó el 7,75%, y del 5,26% al que terminó 2012. Al mismo tiempo, permanece por debajo de su media desde que existe el euro, que se sitúa en el 4,58%.
Proporcionalmente, las ventas han sido más intensas en los tramos más cortos, donde la secuencia compradora tambiíén venía predominando desde septiembre, aunque en su caso ya habían sufrido alguna corrección. El rendimiento de los bonos a dos años ha escalado del 1,70 al 1,90%; el de los títulos a tres años, del 2,42 al 2,66%; y el de los bonos a cinco años, del 2,93 al 3,20%. Ahora bien, en todos los casos esos rendimientos son claramente inferiores a los vigentes hace un año, cuando los bonos a dos años se encontraban en el 4,99%, los títulos a tres años, en el 5,70%, y los bonos a cinco años, en el 6,05%.
A la espera de nuevos catalizadores
Esta relajación ha venido patrocinada, fundamentalmente, por el BCE. Primero mediante el mensaje lanzado por su presidente, Mario Draghi, que en julio se comprometió a "hacer lo que sea necesario" para salvar euro, y luego ya con el lanzamiento del OMT. Su actuación ha resultado clave para aplacar las presiones en el mercado con respecto a la deuda perifíérica. Tambiíén ha ayudado el refuerzo de las políticas anticrisis de otros bancos centrales, como la Reserva Federal estadounidense o el Banco de Japón, cuya impresión de dólares y yenes, respectivamente, ha acelerado una carrera global por cazar rentabilidad que ha beneficiado a la deuda española.
Sin embargo, y como se ha observado este mes, el dique de la institución monetaria y la abundante liquidez de sus colegas de EEUU y Japón sirven para contener las presiones, pero no para que las compras sean lo suficientemente intensas como para romper la barrera del 4%. De hecho, el rendimiento lleva oscilando entre el 4 y el 4,5% desde mediados de abril. Las ventas no van más allá y, cuando se acerca al 4,5%, el dinero comprador vuelve a entrar. Lo mismo ocurre en la dirección contraria: cuando se acerca al 4%, los inversores recogen beneficios.
El mercado, por tanto, pide algo más a España. Así lo confirma el hecho de que la brecha entre los bonos español e italiano no termina de cerrarse. Actualmente, los inversores exigen a los bonos españoles a 10 años 25 puntos básicos más que a los italianos, con lo que se mantiene en la horquilla de los dos últimos meses y medio, que se mueve entre los 20 y los 40 puntos básicos.
En este sentido, los expertos recuerdan que siguen existiendo importantes problemas que provocan que los inversores no las tengan todas consigo con respecto a la deuda española. En concreto, mencionan la debilidad económica, sustanciada en la recesión y un paro superior al 27%; el alto díéficit público, que este año rondará el 6,5%; y la creciente acumulación de deuda pública, que en 2014 podría alcanzar el 100% del producto interior bruto (PIB).