Por... Amílcar Morales
Los líderes de la Unión Europea (UE) tienen la mirada enfocada en cómo resolver el problema de la evasión fiscal por donde cada año escapa un billón de euros, cifra considerable para una zona con varios países en recesión.
El tema es complejo de resolver, en primer lugar porque en el bloque no existe aún ninguna armonización fiscal, cada Estado aplica sus propias normas y algunas son más permisivas que otras, lo cual genera la migración de capitales hacia los sitios donde los impuestos son menos fuertes.
Un ejemplo de estas turbulentas relaciones entre países socios ocurre con Francia, donde muchos acaudalados empresarios cruzan la frontera y fijan su domicilio fiscal en algún poblado de Bíélgica para beneficiarse de las ventajas fiscales ofrecidas allí.
Por otra parte, Austria y Luxemburgo, miembros de la UE, mantienen vigente el secreto bancario y son reticentes a levantarlo para evitar el traslado de sus clientes hacia otros centros financieros cercanos como Mónaco, Andorra, San Marino, Suiza y Liechtenstein.
No se trata en absoluto de situaciones nuevas, pero emergieron a la luz pública debido al escándalo protagonizado por el exministro de Presupuesto de Francia, Jerome Cahuzac, quien, tras cuatro meses de negativas, reconoció en abril poseer una cuenta no declarada en un banco suizo.
El caso tomó grandes proporciones por tratarse del funcionario encargado de velar por los fondos públicos y luchar precisamente contra el fraude y la evasión fiscal.
Simultáneamente se conoció un informe periodístico según el cual existen en el mundo unas 130 mil personas con sociedades fuera de plaza, las llamadas offshore, instaladas en los paraísos fiscales de Islas Vírgenes, Caimán, Cook, Samoa y Singapur.
Muchos de los propietarios de estas firmas son ciudadanos de la UE, donde dejan de pagar sus impuestos cada año.
La mayoría de ellos, sin embargo, no pueden ser perseguidos por la justicia porque, por extraño que parezca, sus acciones, si bien son inmorales, no resultan ilegales.
Los denominados paraísos fiscales, contra los cuales la Unión Europea vuelca ahora sus armas, son un demonio creado por el mismo sistema capitalista para resolver una contradicción propia de su desarrollo.
A finales del siglo XIX y principios del XX comenzó el proceso de mundialización de la economía por medio del movimiento de grandes capitales originados en las potencias industrializadas, que buscaron expandirse hacia otros lugares.
De manera simultánea se consolidó en la mayoría de los continentes la construcción de los Estados-nación, con sus propias leyes y soberanía bien definidas.
La cuestión fue entonces cómo resolver el conflicto entre las legislaciones soberanas y la intención de los capitales de brincar impunemente por encima de las fronteras nacionales.
Una de las soluciones fue la creación de espacios económicos extra territoriales, donde estas leyes no se apliquen, o lo hagan de manera atenuada, lo que fue, en esencia, la semilla de los actuales paraísos fiscales.
Como se sabe, estos son países o zonas donde existe un sistema legal díébil, con grandes ventajas fiscales y un riguroso secreto sobre la identidad de los clientes, donde personas o empresas pueden depositar dinero o registrar domicilio para escapar a la vigilancia de sus respectivos gobiernos.
Según un estudio hecho por Christian Chavagneux y Ronen Palan, los primeros pilares de este sistema se erigieron justamente en Estados Unidos.
En 1898 el estado de Delawere decidió adoptar una ley donde concedía privilegios a las empresas que ubicasen allí su sede social y pronto la medida comenzó a dar buenos resultados.
Cuatro años despuíés el número de firmas registradas era de mil 407; en 1919 subió a cuatro mil 766, y en 1926 el 40 por ciento de los ingresos tributarios obtenidos por esa entidad se originaban por dicha actividad.
Todavía una gran cantidad de empresas que cotizan en la bolsa de Nueva York tienen su sede social en Delawere, aunque sus instalaciones físicas estíén en otro lugar.
La verdadera explosión de los paraísos fiscales ocurrió en los años 60, cuando las grandes multinacionales del petróleo y la minería se dedicaron a crear empresas fantasmas en otras plazas, las famosas "offshore", por medio de las cuales hacían -y siguen haciendo- sus operaciones para no pagar impuestos en su país de origen.
En la actualidad una buena parte de la riqueza mundial está en los paraísos fiscales y existe un fuerte entramado legal e institucional que dificulta su desmontaje, a pesar de que en muchos lugares, como la Unión Europea, se perciben cada vez más como una amenaza para la estabilidad.
Así pues, lo que hace más de un siglo pareció una solución para el desarrollo capitalista, no hizo sino potenciar el conflicto entre los intereses del poder financiero y la soberanía de los Estados, que están a la defensiva y con pocas herramientas para protegerse.
Habrá que ver si la UE es capaz de hacer algo de aquí a la cumbre de fin de año, cuando volverá a tratarse el tema, o todo quedará como otras veces, en una escaramuza de discursos, pero sin ninguna medida concreta a corto plazo.
La reunión de mayo se anunció con grandes expectativas, pero finalmente no arrojó ningún resultado firme.
Como reconoció desde el Parlamento Europeo el presidente del grupo de los Socialistas y Demócratas, Hannes Sbowoda, "la lucha contra la evasión y los paraísos fiscales está sólo en el inicio".
El caso es que en una región donde los trabajadores sufren los efectos de la crisis y la recesión, acrecentados por las políticas de austeridad, la justicia tributaria es algo más que una aspiración y se convierte en un imperativo de primer orden, recordó la Confederación Europea de Sindicatos.