Construya su propio fondo de inversión garantizado
Publicado en Expansión por Funds People
Los productos garantizados ofrecen exposición a bolsa a la vez que protege el capital invertido. Pero tienen una pega: la falta de liquidez. Le indicamos cómo replicar la misma estructura con una cartera a su medida.
En la actual montaña rusa bursátil, muy pocos inversores se atreven a lanzarse a los mercados de renta variable. Por tanto, uno de los productos de moda en estos momentos son los fondos garantizados, ya que ofrecen la red necesaria para que este salto al vacío suponga un riesgo asumible para el inversor conservador.
Este tipo de fondos garantiza la protección del capital a vencimiento, al margen de los vaivenes del mercado. Además, ofrece una rentabilidad asegurada, que puede ser fija o variable en función de los activos en los que vaya a invertir el fondo.
Para proteger el capital, los fondos garantizados suelen invertir gran parte de la cartera en activos de renta fija que adquieren al descuento.
En otras palabras, si la rentabilidad del bono es de un 25% a cinco años, el comprador colocaría en los bonos sólo el 80% del capital, recibiendo 20 en intereses al vencimiento (el 25% de 80), con lo que recuperaría el 100% de su inversión. De esta forma, el fondo se asegura la protección del capital y, como cobra los intereses del bono, puede financiar las apuestas necesarias para alcanzar su objetivo de rentabilidad.
El problema es que el margen de maniobra del fondo se limita al 20% del capital restante que no se ha invertido en bonos, cantidad de la que en ocasiones deduce unas altas comisiones sobre el patrimonio –las de gestión y depósito– que, de media, suponen el 1,14% anual.
Por otro lado, el horizonte temporal de estos fondos suele coincidir con el plazo de vencimiento de la garantía, por lo que deshacer la posición antes de tiempo puede suponer píérdidas para el fondo. Por tanto, los garantizados imponen una alta barrera de salida a los partícipes, de modo que su liquidez es escasa. Las comisiones de reembolso pueden llegar hasta el 5% del capital. Además, el inversor que reembolse antes de la fecha de vencimiento no tendrá derecho a reclamar la garantía.
Un garantizado a medida
Una forma de obtener los mismos resultados que con un producto garantizado, pero sorteando algunas de estas desventajas, es replicar la misma estructura con una cartera de fondos.
En primer lugar, habría que fijar un horizonte de inversión. Por ejemplo, para un plazo de cinco años habría que destinar aproximadamente entre un 75% y un 90% de la cartera a diversos fondos de renta fija con los que proteger el capital hasta el vencimiento.
El porcentaje variaría en función de la rentabilidad que obtengamos de esa cartera de renta fija (ver tabla). Los principales candidatos son los fondos monetarios, ya que su riesgo es el más bajo. Para seleccionar los mejores productos, merece la pena acudir a los más baratos, ya que la rentabilidad de un monetario suele discurrir en sentido inverso a las comisiones que cobra.
La rentabilidad anual que ofrecieron los productos monetarios en los últimos doce meses se situó en torno al 2,84%. Un margen de maniobra algo estrecho con el que realizar otras apuestas.
“El bono subyacente de un garantizado implica un cierto riesgo de impago, pero a cambio ofrece más de un 6% de rentabilidad anualâ€, explica Javier Martínez, socio director de Banca Institucional de A&G. Por tanto, para replicar la función de este bono, no bastaría con recurrir únicamente a fondos monetarios.
Martínez recomienda acudir a productos como los monetarios dinámicos. Pero en esta categoría hay que ser especialmente cuidadosos, ya que en su afán de alcanzar un plus de rentabilidad pueden esconder activos de un riesgo impredecible, como sucedió con los títulos subprime. Otros productos que por su bajo riesgo pueden contribuir a garantizar el capital son los fondos de gestión alternativa de baja volatilidad, como los fondos de fondos de inversión libre. En este último caso, la volatilidad del producto debería ser inferior al 6%.
La apuesta más arriesgada
El segundo paso consiste en delimitar cuál es el objetivo de rentabilidad. Hay que tener en cuenta que más de dos tercios de la cartera se han destinado a proteger el capital, por lo que los productos que se escojan para rentabilizar la inversión tienen que ser mucho más ambiciosos en tíérminos de riesgo. Para cumplir esta función, los fondos garantizados suelen recurrir a productos estructurados o bien a derivados que les permitan apalancar sus apuestas.
Una cartera de fondos que persiga una rentabilidad ligada a un índice bursátil no puede limitarse a invertir en fondos altamente correlacionados con este selectivo. Además, tiene que localizar fondos cuya beta, o riesgo de mercado, sea muy superior a la del propio índice. Por ejemplo, en el caso del MSCI World, se podría recurrir a fondos de renta variable emergente.
Fórmulas
Los garantizados que invierten en bolsa pueden trasladar la rentabilidad al partícipe de diversas maneras en función de la fórmula de cálculo que escojan. Una de las más habituales consiste en ofrecer la media aritmíética de los valores mensuales del fondo durante un periodo determinado, una fórmula que suele perjudicar al inversor en mercados alcistas.
Sin embargo, una cartera de fondos que replica a un garantizado permite trasladar la rentabilidad punto a punto y con liquidez diaria. Además, la penalización por deshacer la inversión en un momento poco oportuno de mercado sería mínima. "El valor liquidativo de un fondo garantizado es muy sensible a las fluctuaciones en los tipos de interíés, pero en una cartera de fondos este efecto quedaría compensado", explica Javier Martínez, de A&G.
Otra de las ventajas de una cartera a medida es que la gestión es más flexible que la de un fondo garantizado. Como no está sujeta a ninguna restricción de inversión, si se produce un crack bursátil, nada le impide refugiarse al 100% en activos líquidos.