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Autor Tema: “España debe aspirar al 0% de díéficit o iremos hacia otra crisis”  (Leído 104 veces)

Eguzki

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El decano de los presidentes del Ibex, primer accionista del grupo de infraestructuras OHL, ha vivido en primera lí­nea la transformación de España en las últimas díécadas. Juan Miguel Villar Mir (Madrid, 1931) dirigió gigantes industriales, tuvo un papel relevante como ministro de Economí­a y de Hacienda en el primer Gobierno de la monarquí­a y fue, 12 años despuíés, a los 56 de edad, cuando se marcó el reto de crear su propio holding. Hoy factura casi 7.000 millones anuales tras reflotar una veintena de empresas y desarrollarlas en el exterior. Comulga con buena parte de la actuación del Gobierno, pero reclama una vuelta de tuerca para que España recupere peso industrial y compita.

Pregunta. Pese al volumen de los negocios de Grupo Villar Mir, usted tiene cada una de las actividades en la cabeza. ¿Sigue prestando la máxima dedicación?
Respuesta. Trato de estar encima y le sigo dedicando 12 horas al dí­a. Suelo llegar al despacho como a las 9 de la mañana; muchos dí­as tengo comida de trabajo, y lo normal es que no me marche antes de las 21 horas. Son los mismos hábitos que tení­a cuando era presidente por cuenta ajena. Trabajar duro es la primera regla para que las cosas te salgan bien.


P. ¿Y ese tópico que se asocia a España de ser un paí­s con alergia al trabajo?
R. El español, por naturaleza, es una persona dispuesta para la felicidad, la celebración, la amistad... ¿Eso es negativo? Desde mi punto de vista, no. En horas trabajadas al año estamos con la media de los paí­ses que trabajan bastante e incluso por encima de paí­ses del entorno como Francia.


P. ¿Lo primero que le viene a la cabeza sobre la reforma laboral?
R. Era necesaria y ha permitido la continuidad de empresas que, sin flexibilidad en la relación con las plantillas, estaban condenadas al cierre. El problema vení­a del franquismo, desde entonces somos uno de los pocos paí­ses en los que el despido tení­a que ser autorizado por un juez o por el Ministerio de Trabajo. Era el sistema más rí­gido del mundo… Cuando estás en una economí­a abierta, flexible e internacionalizada, debes competir.

P. Analistas y prensa anglosajona hablan ya de España como la China de Europa por las condiciones de trabajo.
R. No comulgo con esa percepción. España comparte moneda con otros paí­ses europeos desde que entró en el euro, en el año 1999, lo que nos ha impedido devaluar. Ese mecanismo fue el que ayudó a este paí­s a superar otras crisis anteriores. En el pasado, la presión de los sindicatos motivó que los salarios subieran muy por encima del coste de la vida y de lo que ascendí­an en el resto de Europa. Desde 1999 hasta que se produce la crisis en 2008 los salarios españoles medios crecieron alrededor de un 30%, cuando el alza media europea estaba en la mitad y los alemanes los incrementaron un 4% en ese mismo periodo. Con esta tremenda subida salarial, y sin poder devaluar, España perdió competitividad.Solo cuando llega la crisis, y se produce el cambio de Gobierno, se instala una reforma laboral que posibilita moderar los salarios.

P. La corriente de austeridad que no deja de soplar desde Alemania encuentra cierta contestación en busca de planes de estí­mulo. ¿Es usted más del pensamiento alemán o está con el sur de Europa?
R. A largo plazo hay que ser alemán. Cada nación, empresa y familia tiene que adaptar los gastos a los ingresos si no quiere perder la estabilidad e ir a la quiebra. Como criterio para siempre, el sector público español tiene que reducir su tamaño y gastos totales para limitarlos a unos ingresos ví­a impuestos de corte europeo. Pero a corto plazo, nuestro problema es el del mastodóntico desempleo por la crisis que hemos sufrido. Si hubiíéramos reaccionado el primer dí­a, hoy no estarí­amos así­, pero es lo que tenemos y no es momento de excedernos en el rigor de contenciones. Comprendo y comparto una corriente europea que trate de crear cierto dinamismo, aunque sea un poco artificial, para no agravar más la situación de desempleo. Me parece bien la relajación del objetivo de díéficit con dos años más, a partir de 2014, para alcanzar el 3%. Una vez conseguido ese reto, el horizonte de la economí­a española no debe ser tener un díéficit público del 3%, sino aspirar al 0%. De otro modo, volveremos a caminar hacia una crisis.

P. ¿Está España intervenida de facto?
R. 40.000 millones de ayuda a la banca es una cifra muy pequeña para el tamaño de la economí­a española. Mariano Rajoy hizo bien aguantando en los momentos más difí­ciles sin pedir la intervención. Hoy el Gobierno actúa en una situación mucho más suave que si hubiíéramos sido intervenidos. Además, el bono a diez años no nos costarí­a en torno al 4% o 5%, con la intervención tendrí­amos bonos basura que costarí­an del 12% al 15%, nuestros costes financieros serí­an mucho más altos y habrí­amos perdido la capacidad de decisión.


P. Desempleo, salarios más bajos y un incremento de la presión fiscal han creado una crisis de consumo. El riesgo es que se erosione una clase media clave para la salida de la crisis.
R. Eso viene de los errores cometidos entre 1999 y 2008… El dinero y la liquidez no tení­an lí­mite. La peseta estaba controlada por el Banco de España, pero el salto al euro nos abrió a un panorama de infinito dinero a un precio baratí­simo, con tipos de interíés que llegaron a ser negativos en tíérminos reales, inferiores a la inflación. Ante este panorama, todo el mundo se lanzó a ser propietario de una vivienda, que es el primer gran objetivo de las familias españolas. Una de las consecuencias es que las empresas inmobiliarias, que en general no pensaron en el futuro, se metieron a construir 700.000 viviendas anuales, con lo que crearon un exceso de oferta que no tiene salida a corto plazo. El resultado es que esas empresas no pueden pagarlas y suspenden pagos. Antes de llegar a ese punto, los bancos se ven en el contexto de dinero ilimitado y a bajo coste, con lo que acaban dando hipotecas muy por encima del 60% o 70% del precio de la propia vivienda, que habí­a sido hasta entonces regla general...

P. ¿Pero quiíén es responsable, el ciudadano que aspiraba a tener una casa en propiedad o los bancos y su regulador?
R. El que haya una aspiración a la vivienda propia se comprende y es lógico. Pero deberí­a haber estado acotada. Si los inmobiliarios no hubieran levantado tantas viviendas y los bancos no hubieran dado el volumen de críédito que concedieron... Eso ya es pasado, España necesita ahora un gran esfuerzo de reindustrialización. Hace pocos años este paí­s llegó a tener un 20% de PIB industrial y ahora debemos estar por debajo del 14%.


P. Los Gobiernos tambiíén pudieron hacer algo más por controlar el precio del suelo y la especulación.
R. El mercado es el mercado. Lo que se podí­a haber hecho, a travíés del Banco de España, es recomendar a los bancos que no se excedieran en el volumen de hipotecas concedidas. En el caso de OHL, yo hice público en 2002, aún lejos de que se instalara la crisis, que la empresa no serí­a inmobiliaria ni trabajarí­a para los promotores inmobiliarios.

Estamos condenados a que la demanda interna sea negativa, probablemente dos años más”

P. ¿Quíé vio usted en ese momento?
R. El riesgo de crisis. No se avistaba la financiera, pero sí­ la inmobiliaria. Y ahora, cuando pocos creí­an en una reactivación, que ya se está produciendo, he comprado el centro Canalejas en Madrid. La crisis ha tocado suelo y hoy estamos viviendo un momento de evidentes oportunidades. Sin embargo, el despegue no va a ser brillante porque seguimos teniendo una mochila llena de desempleo y endeudamiento que lastra el consumo interior. Estamos condenados a que la demanda interna sea negativa, probablemente durante un plazo de dos años, porque hay muchos parados cuya prioridad es pagar deudas antes que consumir. El consumo público, por su parte, tambiíén soporta un grave problema de deuda, pasando del 36% del PIB a un entorno del 90% para este 2013.
El consuelo es que la economí­a mundial va mejor que la española y brinda posibilidades de exportación, que nos llevarán a crecimientos económicos en próximos trimestres
P. Para exportar debe haber empresas que produzcan. Muchas se quejan de la presión fiscal y del precio de la energí­a.
R. Así­ es. Mire, España negó la crisis cuando llegó, y cuando no hubo más remedio que reconocerla, en la última etapa del Gobierno socialista, se reaccionó con medidas compensatorias añadiendo demanda artificial, con el Plan E y demás acciones. En ese momento lo que cabí­a era disciplinar la economí­a. Ahora hemos flexibilizado el mercado laboral para evitar cerrar empresas y nos falta una nueva polí­tica energíética que nos ofrezca costes competitivos, algo que hoy no pasa.


P. ¿Sobre quíé pilares debe asentarse?
R. Hay que dejar que el mercado funcione. España es una isla energíética con un número de productores reducido. Inevitablemente se producen acuerdos entre empresas y fórmulas que, de algún modo, pueden distorsionar el mercado. La Comisión Nacional de Energí­a ha llamado la atención en los últimos meses sobre problemas de falta de competencia. La Constitución dice que somos una economí­a de mercado, las leyes españolas son de economí­a de mercado y lo que hace falta es que el mercado funcione tambiíén en el sector energíético. Y para que esto sea posible, resulta clave la apertura a nuevos entrantes. ¡Si un señor dice que quiere producir energí­a, pues que la produzca!

P. Ya ha habido nuevos entrantes a travíés de las renovables.
R. Ahí­ se han subvencionado a largo plazo determinadas energí­as como si fueran ya los modelos definitivos y consolidados, los más competitivos en su modalidad. Pero todaví­a eran experimentales. Un proyecto que deberí­a estar a nivel de laboratorio no puede lanzarse a escala industrial. Y se lo digo yo, que con Ferroatlántica soy el mayor productor del mundo de metal silí­ceo. Tenemos el sí­lice de calidad solar fotovoltaica más competitivo, pero a pesar de eso, no estamos promoviendo fotovoltaicas a lo grande porque queremos que avance más esa tecnologí­a.


P. Usted lleva años intentando lanzar una importante inversión relacionada con el gas...
R. Proyectamos una regasificadora en Huelva cuya tramitación está finalizada, con dictámenes y resoluciones favorables. La ley dice que, terminada la tramitación, la autorización debe ser concedida.


P. ¿Y?
R. Atendiendo a la dificultad del momento y con la definición de la polí­tica energíética pendiente, el pasado mes de diciembre se hizo un decreto-ley en el que una de las disposiciones transitorias dispone que no se da el permiso para construir la planta de regasificación del puerto exterior de Huelva.
El hecho es que no he pedido un cíéntimo de subvención a nadie. Jamás en mi vida he pedido subvención para inversión y tengo a gala que así­ será siempre. Creo en el mercado y en que los negocios deben ser capaces de ganarse la vida sin subvenciones. Mi deseo es hacer esa regasificadora porque estoy seguro de que tendríé con ella costes de energí­a muy inferiores a los que tengo que pagar hoy. Grupo Villar Mir, a travíés de Ferroatlántica, es el mayor consumidor español de energí­a elíéctrica y tercero del paí­s, tras Alcoa y Mittal. Tambiíén somos el primer consumidor industrial de gas natural para que Fertiberia produzca amoniaco.

P. No le dejó el anterior Gobierno y no le deja el actual.
R. Creo que este Gobierno lo autorizará porque no puede negar la realidad del mercado. Yo comprendo que el ministro de Industria, del que creo que está haciendo una labor responsable, se encontró una mala herencia con el gigantesco díéficit de tarifa y que atajarlo es la prioridad.


P. Abordados los asuntos laborales y energíéticos, le pregunto por la materia fiscal. ¿Quíé opinión tiene sobre esa polí­tica en España?
R. La aspiración razonable es tener un sistema fiscal situado en las cifras medias europeas. En el primer Gobierno de la monarquí­a, al comenzar la transición, hice el Libro blanco de la reforma fiscal [junio de 1976], de corte europeo y que fue aplicado por los Gobiernos sucesivos. Llevamos años en el euro y debemos tender, los paí­ses europeos, a tener polí­ticas económicas homogíéneas o no podremos tener la misma moneda ni funcionará el modelo. En el continente hay paí­ses con impuestos de sociedades en tipos muy bajos, como Irlanda. Yo prefiero tenerlos en la media europea y opino que mantenerlos altos es malo para el crecimiento, por lo que espero que se bajen cuanto antes.


P. ¿Está con quienes abogan por una nueva oleada de privatizaciones: Aena, Puertos, Loterí­as y demás?
R. Como tendencia general, creo en la empresa privada. No somos un sistema polí­tico de planificación central, no somos un paí­s comunista. La tendencia en toda Europa es a privatizar porque la empresa privada es más eficaz que la pública.


P. ¿No deberí­a añadir que, en ese contexto, son clave los reguladores?
R. Hace falta un regulador para impedir monopolios o posiciones dominantes. Pero nada genera tanta economí­a como la lucha de las empresas tratando de hacer el producto que demanda el mercado. Esa lucha diaria mueve el mundo. Eso es el mercado.


“Lo mí­o, reflotando empresas, es el antipelotazo”
“No he hecho otra cosa que reflotar empresas. En los 25 años que tiene Grupo Villar Mir he comprado una que estaba cerrada o con cierre anunciado cada año. Las he arreglado y todas están funcionando bien”, explica Juan Miguel Villar Mir, dueño de un imperio empresarial que factura cerca de 7.000 millones, desde los 500 millones de 2005, y que toca las infraestructuras, energí­a, fertilizantes, metalurgia, mercado inmobiliario...
Pese a comprar a precio de oportunidad, rechaza el concepto del pelotazo. “Nunca he vendido ninguna de las empresas que he reflotado. Eso es el antipelotazo. Cuando compríé Obrascón, perdí­a 1.000 millones al año. Huarte estaba en suspensión de pagos y Lain estaba pasando dificultades”.
Ahora apuesta por la entrada en Colonial, el desarrollo comercial y turí­stico del centro de Madrid, con el proyecto Canalejas, y se ha convertido en segundo accionista de Abertis. “La misma entrada en Abertis, por 2.000 millones, en un momento de economí­a boyante habrí­a sido más complicada y más cara”.
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