Por… Hernán Bí¼chi
El proceso electoral —más extenso, por el debut de las primarias— nos sumerge en un mundo surrealista. Es el momento de gloria de los políticos. En general, están mal evaluados —el congreso es el más castigado—, pero es entre ellos que los ciudadanos deben elegir.
Parece que mientras peor se percibe a la clase política, más necesitan crear un enemigo a quien culpar y de quien salvarnos. Paradójico, cuando el caso exonerados muestra cómo algunos de ellos buscan beneficios a expensas del fisco. Se ha exacerbado el ataque a la gente de esfuerzo y a las empresas de que forman parte. Tambiíén a la Constitución, que debe precisamente protegernos de las veleidades del asambleísmo y los vociferantes. No existe sector económico que en cierta forma no estíé cuestionado. Los prestadores de educación y salud, la energía, los bancos, el retail, la minería, las comunicaciones, los puertos, el transporte, etc., viven serias incertidumbres ante propuestas cada vez más creativas para imponerles tributos y cambiar normas que los afectan. Incluso, algunos fallos participan del proceso con jueces que han decidido crear o cambiar las leyes. Si la ruptura constitucional se concreta, esto se agravaría exponencialmente.
El progreso económico social de los últimos años ha sido importante. El presidente lo destacó en su última cuenta, y tambiíén remarcó la efectividad de su gestión, lo que es, sin dudas, real. Sin embargo, el desempeño económico tiene un factor de inercia, y no es el gobierno el que directamente lo genera, sino los individuos que integran la sociedad. La efectividad de su tarea creativa dependerá de si el ambiente institucional es o no propicio. Esto es hoy dudoso y los líderes y el gobierno son los responsables. De persistir este ambiente, el costo a pagar en el largo plazo será importante, e incluso dramático, de triunfar las propuestas más extremas.
En los últimos días hemos sido testigos de dos hechos que nos deben impulsar a resolver dichas incertidumbres con premura, si deseamos mantener el ritmo de progreso que la ciudadanía no solo desea, sino que exige.
Mientras que hasta principios de mayo se hablaba de que el peso chileno seguiría apreciándose, el dólar cayó por debajo de los 470 pesos, pero sorpresivamente comenzó junio superando los 500. Se han dado muchas explicaciones, como una posible baja de la tasa de interíés, pero no debemos perder de vista que se produjo simultáneamente con una depreciación de casi todas las monedas de países emergentes, especialmente latinoamericanos. El real brasileño bajó más de un 6%, el sol peruano y el peso mexicano más de un 5%, mientras que nuestra moneda lo hizo en algo menos que eso.
Pero coincidentemente, y tambiíén afectando a los emergentes, los valores accionarios disminuyeron y el costo del críédito, medido en "Credit Default Swaps", subió. Chile no es una excepción. Lo anterior nos recuerda que dependemos del mundo, que hasta ahora nos ha sido beníévolo con financiamiento barato y buen precio del cobre. Este fenómeno global refleja probablemente el convencimiento de los mercados que se acerca el fin de la política monetaria excepcional en EE.UU. al normalizarse en cierto modo su economía. Si ello se une a una economía china más madura y en que los líderes parecen tolerar menos crecimiento más balanceado y de mejor calidad, el impacto en Chile será importante, y debemos prepararnos. El precio del cobre no ha sufrido tanto hasta hoy, pero hay temas de oferta que lo benefician temporalmente. No se trata de proyectar un escenario catastrófico, pero una simple detención de la trayectoria de mejoría nos exigirá un esfuerzo relevante.
El segundo fenómeno es la moderación del crecimiento interno. El Banco Central confirmó que el PIB del primer trimestre creció 4,1%, lo que es una desaceleración pronunciada respecto al 5,1% del último trimestre de 2012. A su vez, el Imacec (índice Mensual de Actividad Económica) de abril (4,4%) estuvo bajo el rango esperado, y nos sugiere para el año una cifra en torno al 4,0 a 4,5, muy por debajo de lo que permite sostener las alzas en empleo y remuneraciones a que el país parece acostumbrado. Lograr una tasa de 6%, compatible con la satisfacción de las expectativas en un mundo menos benigno, requiere un gran esfuerzo adicional. En este contexto, es preciso que en esta campaña la interacción de líderes y ciudadanos deje a un lado pronto la mirada ideológica y rupturista y otorgue las certezas indispensables para un progreso real y perdurable.
Suerte en sus inversiones…