Hemos llegado a Sanfermines y no ha sido posible el acuerdo. El futuro de las relaciones laborales es incierto y desde luego nada confortable, aunque no tiene por quíé ser catastrófico, si todo el mundo se torna razonable. Ante ello se pueden adoptar dos posturas. Una consiste en hacer proclamas buenistas y llamadas al diálogo sin aportar soluciones ni tomar partido. Más o menos lo que ha hecho el Gobierno Vasco. Nadie se enfada, pero nada se arregla. Otra es tratar de describir la cruda realidad de la situación, intentando que las partes obren en consecuencia, sin confundir los deseos con los hechos ni las exigencias con las posibilidades.
Porque aquí cometemos con frecuencia demasiados errores. El primero es considerar que el nivel y la calidad del empleo depende exclusivamente de la voluntad de las partes y, por lo tanto, de lo que se trata es de forzar la mano del oponente. Por eso se presenta a la reforma laboral como el principal causante del aumento del paro.
Pero n es así, el nivel de empleo depende de muchas variables, algunas ajenas a nuestra voluntad y fuera de nuestro alcance, como es la coyuntura nacional e internacional, el tipo de cambio,…Visto así, la reforma laboral ha puesto de manifiesto las muchas debilidades competitivas que teníamos embalsadas en nuestro sistema y entonces se trata de despedir a algunos para poder mantener el empleo de otros. Y tambiíén, visto así, los famosos derechos laborales, serían simples ventajas obtenidas en un momento dado pero que, quizás, no hemos sabido mantener y que ahora no merecemos.
¿Duro, no?
Luego está el enfoque general que damos a la actividad empresarial y que podríamos resumir en las declaraciones de Idoia Mendia (portavoz del PSE) quien afirmaba que los empresarios estaban “cómodos con la nueva situación†¿Está segura? Pues nada, le propongo que abandone su actual actividad política, llena de sinsabores y amarguras y se convierta en una cómoda empresaria. Convendrá conmigo en que a día de hoy nos sobran políticos y nos faltan empresarios, así que a todos nos satisfaría su decisión.
Volviendo a lo real, la situación es la que es y no se arregla con brindis al sol ni con posturas maximalistas. A los empresarios no les conviene una íépoca de confrontación violenta y los trabajadores deben de ser conscientes de que las cosas están mal y que darles la vuelta exige más esfuerzo y menos reivindicación. Entre otras cosas, porque nadie, y por supuesto no los empresarios, pueden garantizar de por vida un trabajo fijo, estable, bien remunerado y conciliable, sin contrapartidas personales de esfuerzo y formación colectivas de investigación e inversión.
Hay una tercera posibilidad y algunos parecen dispuestos a aprovechar la coyuntura para incendiar el escenario. Mal hecho. Así perdemos todos. Por supuesto ellos tambiíén.
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