La confianza no es ilimitada en los mercados financieros. Ni eterna. Y bien que lo están sintiendo los países emergentes, envueltos en los últimos meses en una capa de incertidumbre desconocida para ellos en los últimos tiempos. Lo reflejan sus divisas, con fuertes caídas contra otras como el euro o el dólar; sus bolsas, donde los números rojos mandan en 2013; y su deuda pública, con incrementos en los rendimientos de los títulos emitidos tanto en divisa local como internacional. Y a esa secuencia se suman los seguros para cubrirse de un posible impago (CDS), que se están encareciendo al calor de la fuga de capitales que están sufriendo estos países. De media, el precio de estos contratos se dispara un 80% para los principales emergentes en lo que va de año.
El caso más extremo es el de Indonesia, cuyo CDS a cinco años repunta un 120%, hasta los 300 puntos básicos. Entre un 90 y un 100% se encuentra la subida de los seguros de críédito de Malasia y Brasil, hasta los 153 y los 207 puntos básicos, respectivamente. Un 85% es el incremento del CDS turco, hasta los 242 puntos básicos. A continuación, con un encarecimiento acumulado del 62% en 2013 figuran los escudos anti-impago sobre China (107 puntos básicos) y Sudáfrica (242 puntos básicos). Y cerca de un 50% es el aumento del precio del CDS sobre Rusia, hasta los 201 puntos básicos.
El precio de los CDS actúa como un termómetro para calibrar el grado de confianza que inspira un emisor de deuda en el mercado. Así, cuando sube constituye un reflejo de que o bien ese emisor genera más desconfianza -y, por tanto, los inversores se cubren comprándolo- o bien los inversores esperan una mayor inestabilidad en el futuro y se protegen adquiriendo esos seguros antes de que sean más caros. Por tanto, el encarecimiento de los CDS sobre estos países constata la mayor incertidumbre que los envuelve en la actualidad. Y en varios casos los seguros recogen la mayor dosis de desconfianza de los últimos años. Los CDS de Brasil, Indonesia y Malasia se encuentran en zona de máximos desde 2011 y los de Turquía, desde 2012.
Efectos colaterales de la Fed
Estos recelos se encuentran vinculados a los planes que baraja la Reserva Federal (Fed) con respecto a sus estímulos monetarios más extraordinarios. Desde que su presidente, Ben Bernanke, sugirió en mayo que el banco central estadounidense no tardaría demasiado en revisar su tercera ronda de estímulos cuantitativos (QE3), con la que viene dedicando 85.000 millones de dólares al mes a la compra de deuda pública e hipotecaria, se abrió una reconfiguración de las carteras que está provocando, entre otras consecuencias, una fuga de capitales de los mercados emergentes.
Para protegerse de esta salida de dinero, y como muestra de la lección aprendida por estos países tras la crisis asiática y rusa de 1997 y 1998, estas naciones cuentan con unas importantes reservas en divisa extranjera. De hecho, ya han recurrido a esta despensa en los últimos meses, sobre todo para intentar contener la depreciación de sus monedas. En total, los principales países emergentes han visto reducir sus reservas en 86.000 millones de dólares desde finales de abril, una cantidad equivalente al 2% de su granero total. Los descensos más importantes se han visto en Indonesia, con una caída del 13%, hasta los 107.268 millones de dólares, y en Turquía, con una bajada del 8%, hasta los 104.459 millones de dólares.
Pese a emplear esta munición, no ha bastado para frenar la caída de sus divisas, cada vez más preocupante por su magnitud y velocidad. Hasta la fecha, monedas como la lira turca, el real brasileño, las rupias india e indonesia o el rand sudafricano acumulan descensos comprendidos entre el 10 y el 20% contra el euro y el dólar. Entre otros impactos, estas depreciaciones amenazan con alimentar las presiones inflacionistas en estos países, ralentizar su crecimiento económico y poner en problemas a las compañías que generen ingresos en moneda local pero deban afrontar compromisos financieros adquiridos en otras divisas.