Por... BEATRIZ DE MAJO C.
Veinticinco millones de chinos tomaron en serio el proceso judicial al que fue expuesto Bo Xilai y descargaron en sus computadores el informe oficial de más de 20 páginas sobre el juicio al que este oficial del Partido Comunista fue sometido por los delitos de corrupción, desvío de fondos y abuso de poder.
La información gubernamental sobre el episodio que duró 5 días fue deliberadamente parcial y dirigida: una verdadera novela desarrollaron ante los ojos de la audiencia china. Al contrario de lo que ocurrió con el juicio de la viuda de Mao en 1980, televisado en profusión, este proceso ante tribunales fue administrado con cuentagotas y con altas cargas emotivas.
La razón del direccionamiento informativo es que el gobierno comunista quería conseguir un efecto ejemplarizante en torno a los temas de corrupción. Tanto la atractiva personalidad y la legendaria elegancia del Sr. Bo como los intríngulis de un caso que incluía jugosos temas como poder e influencia, sexo, dinero, crimen, daban pie a que el caso se usara inteligentemente en lo comunicacional.
Bo era miembro permanente del Bureau del Comitíé Central del Partido Comunista, un cargo de enorme relevancia y con las características adecuadas que lo prestaban para el efecto aleccionador. Su esposa, abogada, había envenenado a un consultor de nacionalidad inglesa que colaboraba con la pareja en el blanqueamiento de su patrimonio habido de manera nada ortodoxa. La dama había sido condenada en 2012 a muerte, aunque con rebaja de pena a prisión perpetua pero sus delitos y su vida de oropel habían logrado salpicar la reputación del alto jerarca.
Xi Jinping, el jefe del Estado, dentro de su empeño de hacer confiable a la justicia china, se las arregló para que ante los ojos de sus connacionales y ante la expectativa mundial, el juicio luciera transparente y así fue recogido por la desaprensiva prensa mundial. Muy lejos de allí, el lugar habilitado para la actuación del tribunal, a 400 km de Beijing, fue vedado a los corresponsales internacionales, y peor que ello, se le prohibió a la prensa local expresarse sobre el proceso, reservándose el Estado todo el derecho a informar. Sin embargo, se ha filtrado que Bo fue conminado a colaborar con sus acusadores de manera de alcanzar una sentencia menos dura para sí. La capacidad oratoria e histriónica de Bo jugó a favor de la espectacularidad de los interrogatorios. Acusar al jefe de la policía de Chongquin -sentenciado a 15 años por complicidad en el asesinato del inglíés- de ser el amante de su propia esposa fue otro de los dramáticos y álgidos momentos del proceso.
En definitiva Bo, vedette de la política china y líder combativo, ha sido usado sin piedad por el Partido Comunista para echarle carne a las fieras que claman en China por una administración proba.
El jurado todavía deliberará durante quiíén sabe cuánto tiempo antes de emitir sentencia, pero el circo armado en torno a este caso ha cumplido con el propósito de pasar el mensaje que, en cuanto a asuntos de corrupción, el gobierno de XI va a ser inclemente. El veredicto y la pena que le sea impuesta a este pez gordo son ya irrelevantes. La puesta en escena oficial le ha dado a la justicia un viso de legitimidad.
Suerte en sus vidas…