Se acerca el momento. La fecha más esperada por los inversores de todo el mundo desde mediados de junio. Se trata de la reunión que la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos, celebrará los días 17 y 18 de septiembre. Sin ninguna duda, el próximo miíércoles, a las ocho de la tarde -hora española-, los mercados financieros se paralizarán para leer el comunicado que la institución presidida por Ben Bernanke difundirá en ese momento. No es para menos: en juego está la posibilidad de que la entidad comience a frenar sus estímulos monetarios más extraordinarios. Con todo lo que ello supone... que es mucho.
1. ¿Quíé són los estímulos cuantitativos ('QE')?
Las siglas QE corresponden al concepto quantitative easing. Literalmente, se traduciría como facilitación cuantitativa, aunque tíécnicamente se conoce como expansión cuantitativa. Tiene que ver, por tanto, con cuestiones de cantidad; en concreto, con la cantidad de dinero. Y es que es eso lo que, precisamente, se persigue con un programa así: poner más dinero en circulación para ayudar a reactivar la economía. Se trata de una medida poco convencional a la que los bancos centrales recurren cuando ya han apurado otras opciones, como la de rebajar más los tipos de interíés. En el caso de la Fed, como redujo los intereses hasta el 0-0,25% en diciembre de 2008, desde entonces ha venido basando buena parte de su estrategia monetaria en los distintos QE que ha puesto en marcha. En un discurso que ha terminado siendo profíético, Bernanke ya aludió en 2002 a la posibilidad de que, llegado el caso, la institución monetaria siempre podría acudir a este recurso cuando no hubiera más margen para abaratar el precio del dinero.
¿Cómo aplica la Fed estos estímulos? Mediante la compra de deuda pública y privada; es decir, está dedicando dinero a adquirir esos títulos directamente en el mercado. Con esta estrategia persigue reforzar la liquidez del sistema y reducir los intereses de ese tipo de títulos para abaratar los costes de financiación de las empresas y las familias. Por tanto, intenta respaldar la economía mediante la generación de unas favorables condiciones financieras que ayuden a reactivar el crecimiento.
Puramente, lo que está haciendo la Fed ahora es una variante de la expansión cuantitativa . No está imprimiendo dinero directamente sin más -ni arrojándolo desde un helicóptero, como establece la famosa metáfora de Milton Friedman-, sino que está haciendo una especie de cambio de cromos: comprando deuda pública e hipotecaria a cambio de inyectar dinero en el sistema. Consigue así dos efectos: por un lado, el banco central está quedándose con unos activos menos líquidos -deuda hipotecaria y pública- para meter en el sistema el activo más líquido de todos -dinero-; y por otro, trae al presente un dinero futuro -el que se conseguiría cuando los bonos vencieran-.
2. ¿Cuántos 'QE' ha puesto en marcha durante la crisis?
Tres distintos. Con el primero (QE1), vigente entre septiembre de 2008 y marzo de 2010, dedicó 1,725 billones de dólares a la compra de deuda hipotecaria -1,425 billones- y pública -0,3 billones- . El segundo (QE2) fue activado en noviembre de 2010, cuando la Fed anunció que iba a destinar 600.000 millones de dólares hasta junio de 2011 para comprar deuda pública estadounidense a largo plazo. En cuanto al tercero (QE3), acaba de cumplir un año en vigor, puesto que fue lanzado en la reunión de los días 12 y 13 de septiembre de 2013. En ese momento, fue dotado con 40.000 millones de dólares al mes, destinados a la adquisición de deuda hipotecaria. Tres meses despuíés, en diciembre de 2012, fue reforzado con 45.000 millones de dólares para comprar deuda pública a largo plazo. Desde entonces, el QE3 contó con una munición de 85.000 millones de dólares al mes, que es la cifra vigente ahora. Hasta la fecha, por tanto, el volumen total de los distintos programas de compras asciende ya a 3,125 billones de dólares.
3. ¿Quíé está en juego en la reunión de la próxima semana?
La posibilidad de que Bernanke anuncie ya una reducción del QE3 , una opción que en el mercado se conoce como tapering. Es decir, la Fed podría rebajar la cantidad de dinero que viene dedicando al mes a la compra de deuda, con lo que el programa seguiría activo, pero con menos munición. Las previsiones de los expertos contemplan que, en un primer momento, ese tijeretazo inicial podría aminorar las adquisiciones hasta una cifra que podría oscilar entre los 65.000 y los 75.000 millones al mes. Según anunció el propio Bernanke en la reunión de la Fed de junio, el calendario tentativo que maneja la entidad pasa por ir recortando el QE3 a finales de 2013 para interrumpirlo por completo a mediados de 2014.
4. ¿Por quíé es tan sensible esta decisión para los mercados financieros?
Porque la abundante liquidez que los bancos centrales -no sólo la Fed, pero principalmente ella- han puesto a disposición del sistema en los últimos años han sido el principal motor de los mercados. Como ha reconocido Stanley Druckenmiller, uno de los gestores de fondos de inversión alternativa más famosos, a la agencia financiera Bloomberg, "las compras de la Fed han subsidiado los precios de todos los activos". Y a partir de esta premisa, se pregunta: "¿Cómo es posible que haya alguien en el mundo que piense que los precios no van a reaccionar a la retirada de los estímulos?".
De hecho, ya han reaccionado, porque los inversores han venido revisando sus estrategias desde que Bernanke, el 22 de mayo, sugirió que la institución podría modificar su política en "una de las próximas reuniones". "Los mercados empezaron a incorporar en los precios una mayor probabilidad de que la Fed empezará a reducir su compra de activos", certifican los expertos de Barclays. Y como ellos mismos reconocen, "los mercados no esperaron a septiembre" para reaccionar. Dicho de otro modo: en paralelo al proceso de normalización monetaria de la Fed, los inversores están acometiendo igualmente una transición para adaptarse a esas nuevas condiciones.
Esa respuesta ya ha dejado huellas. Sobre todo en un segmento concreto: el de la deuda pública. Antes de que la Fed anuncie que rebaja sus compras de bonos, los inversores han dado rienda suelta a las ventas, con el consiguiente repunte de los rendimientos, que suben cuando el precio de los títulos baja. Desde mayo, la rentabilidad de los bonos norteamericanos a dos años ha escalado del 0,23 al 0,44%; la de los títulos a 10 años, del 1,92 al 2,90%; y la de las obligaciones a 30 años, del 3,13 al 3,83%. En todos los casos, se trata de los rendimientos más altos desde 2011. Y en opinión de los analistas, esta secuencia tendrá continuidad y ejercerá un efecto arrastre sobre la deuda soberana más allá de la estadounidense. Como muestra, el rendimiento del bono alemán a 10 años ha repuntado del 1,39 al 1,98% en el mismo periodo. Es más, esta semana uno de los miembros del Comitíé Ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE), Jí¶rg Asmussen, ha rememorado el "crash" que sufrió el mercado de bonos a comienzos de 1994 cuando la Fed subió los tipos por sorpresa. Con el recuerdo de aquel episodio, ha aconsejado que los bancos centrales sean "claros" a la hora de presentar sus estrategias para ir drenando los estímulos.
A la deuda, por tanto, le ha sentado mal. Y lo mismo ocurrió con la bolsa en un primer momento. Sin embargo, los principales índices estadounidenses y europeos, e incluso la mayoría de los emergentes, o bien se han recuperado por completo y ya cotizan a niveles más altos o bien han reducido las píérdidas a menos del 5%.
En las materias primas, el impacto ha sido variado. Los planes de la entidad estadounidense han impulsado al petróleo. El barril Brent, de referencia en Europa, ha subido un 9%, hasta los 112 dólares, y el estadounidense West Texas Intermediate (WTI) ha escalado un 12%, hasta los 108 dólares. En cambio, el oro no ha encajado tan bien ese calendario; en un principio llegó incluso a perder los 1.200 dólares, cota desde la que ha rebotado hasta los 1.310, aún por debajo de los 1.375 dólares de mayo. Y en cuanto al cruce entre el euro y el dólar, la moneda única se ha apreciado de los 1,285 a los 1,329 dólares.
5. ¿Es el 'tapering' un anticipo de una subida de los tipos oficiales?
No a corto plazo. De hecho, Bernanke viene insistiendo desde junio que una cosa es ir retirando los estímulos cuantitativos y otra muy diferente elevar el precio del dinero, que lleva anclado entre el 0 y el 0,25% desde diciembre de 2008. Por ahora, los planes de la Fed pasan por no aumentar los intereses al menos hasta 2015. Es decir, decida lo que lo que decida en la siguiente reunión, el dinero barato sobrevivirá tanto a la retirada gradual del QE3 como a su final definitivo en 2014, y el banco central norteamericano recordará esta idea para intentar minimizar el nerviosismo que pueda generar la reducción de sus compras de activos.
6. ¿Han funcionado los estímulos cuantitativos?
Es una pregunta con trampa y respuesta abierta, porque no se puede saber quíé hubiera ocurrido en caso de que no se hubieran aplicado. Lo cierto es que la última remesa de estadísticas sí apunta a que la recuperación está afianzándose. En agosto, la actividad del sector manufacturero ha repuntado hasta los 55,7 puntos, el nivel más alto desde 2011 y por encima de la media de los últimos 25 años, que se sitúa en los 51,3 puntos. Al mismo tiempo, la actividad del sector servicios mejoró hasta los 58,6 puntos, la lectura más alta desde 2005 y tambiíén por encima de la media histórica. Por su parte, la economía acumula nueve trimestres consecutivos de crecimiento y en el segundo trimestre de 2013 se expandió a una tasa trimestral anualizada del 2,5%, su promedio del último cuarto de siglo. En cuanto al empleo, es cierto que la tasa de paro ha bajado hasta el 7,3%, el nivel más bajo desde finales de 2008 y por debajo del 10% al que llegó en 2009, pero sigue por encima de la media del último medio siglo, que se limita al 6,1%. De hecho, el mercado laboral es el que más dudas genera por la lentitud con la que se está recuperando.
7. ¿Está preparada la economía para la retirada de los estímulos?
Será una especie de prueba del algodón . Ir reduciendo los estímulos representa una buena noticia en la medida en que supone dejar atrás unas condiciones monetarias -las actuales- que son extraordinarias. O lo que es lo mismo, constituye un paso hacia la normalización que viene propiciado por una mejoría de la economía. Pero esta reacción debe ser sometida al examen de si es capaz de sostenerse sin la asistencia de tantos estímulos. Sobre todo, deberá demostrarse si el sistema económico y financiero está preparado para resistir unos costes de financiación que serán más altos en la medida en que la rentabilidad de la deuda pública a largo plazo -que sirve como referencia para la financiación de las empresas y los hogares en EEUU- prolongue su ascensión.