Por... BEATRIZ DE MAJO C.
Fue con enorme fanfarria que la Revolución Bolivariana anuncio al país venezolano poco más de dos docenas de acuerdos bilaterales de cooperación rubricados entre Nicolás Maduro y Xi Jingpin, acuerdos que involucran compromisos en terrenos tan diversos como la siembra y cultivo de maíz, la instalación de sistemas de videovigilancia para la seguridad ciudadana o la participación de Sinopec en la explotación de la riquísima faja petrolera del Orinoco.
Los chinos deben estarse frotando las manos, ya que a cambio de la extensión y ampliación en 5.000 millones de dólares adicionales para una facilidad financiera que ya existía, los asiáticos continuarán asegurándose el suministro de crudo venezolano a precios preferenciales. Seamos claros: es esta última concesión por parte de los venezolanos lo que realmente inspira la generosidad de los asiáticos. Venezuela en la hora actual entrega 640.000 barriles diarios de petróleo a China, de los cuales 264.000 se destinan a pagar la deuda de Caracas por críéditos que Pekín le ha otorgado en los últimos años.
Lo que Maduro no les contó a los suyos es que a pesar del abultado número de acuerdos bilaterales que sirvieron para justificar un viaje en extremo costoso, Venezuela se quedó con los crespos hechos en otros terrenos.
Los chinos no estuvieron dispuestos a aportar recursos frescos para que la Revolución Bolivariana hiciera frente a los múltiples compromisos que el gobierno y la estatal PDVSA tienen en sus cuentas a esta fecha. Cada uno de los montos puestos a disposición tiene condicionamientos o cláusulas de "pari passu " del mismo tenor de las que habría impuesto el Fondo Monetario si se tratara de un príéstamo soberano.
Otras facilidades son meras líneas de críédito que para lo que sirven es para desarrollar proyectos en Venezuela con insumos provenientes de las plantas industriales chinas.
Para nadie es un secreto, por ejemplo, que los automóviles chinos Chery que se "ensamblan" en suelo venezolano apenas incorporan en el país las baterías y los cauchos venezolanos.
Así pues, de esta relación los chinos han sabido extraer importantes beneficios para ellos y grandes aprendizajes. Del contacto con el Estado y de la cercana observación de una realidad económica y financiera que les preocupa sobremanera, en Beijing han aprendido a aprovecharse y a protegerse: al mismo tiempo que se aseguran que los compromisos tengan un componente de entrega de crudo que los alivie en sus necesidades energíéticas, se cuidan de ubicarse en posición de excesiva dependencia de un país con una capacidad productiva y de generación de recursos cada día más exigua.
Tambiíén los chinos se especializan en aprender en cabeza ajena: La cacareada inversión conjunta de 14.000 millones de dólares en los yacimientos petrolíferos de los Campos Junín 1 y 6 de la Faja para producir 200.000 barriles diarios, comportan la obligación de los venezolanos de aportar al menos dos quintas partes de los recursos requeridos para el desarrollo del proyecto. La trágica experiencia de la Refinería Abreu e Lima que el gobierno de Hugo Chávez pactó con Brasil y que será solo acometida con capital brasilero por falta de músculo financiero de PDVSA, se ha convertido en una buena muestra de lo que puede ser una alianza imperfecta y, por lo tanto, insostenible a la larga.