Por... BEATRIZ DE MAJO C.
No es un secreto que los periodistas extranjeros no tienen en las autoridades chinas buenos aliados. Salvo en un terreno: el de la investigación de los hechos de corrupción. Este es un campo en el que a los comunicadores se les deja hacer su trabajo. La razón es que entre la población existe molestia creciente en torno a la manera en que algunos líderes y íélites asociadas al poder se han enriquecido de manera obscena exhibiendo flagrantemente, además, groseros niveles de lujo. La manera en que algunos privilegiados viven mantiene preocupados a los agentes gubernamentales toda vez que la corrupción se ha convertido en un asunto corrosivo capaz de llevarse por delante la legitimidad del partido comunista chino, pivote de todo el poder y la autoridad en el país.
En las semanas pasadas se ha destapado toda una diatriba pública en torno al enriquecimiento de altos funcionarios gubernamentales denunciado por sus propias concubinas. Son estas quienes se han animado a tomar la sartíén por el mango y subir a una página web de denuncias el oropel que rodea la vida de sus enamorados casados.
La realidad es que una amante es vista como un trofeo, una muestra de lo exitosos que pueden ser algunos líderes y ello disgusta sobremanera a la integrante del "segundo frente" amoroso. La presencia creciente de internet y de las redes sociales en la dinámica nacional, ha dotado a estas amantes de una buena capacidad para escudriñar la vida de los altos funcionarios con sus esposas legítimas y para perifonear sus pecados.
Todo este ruido creciente en relación con la actuación frívola de los encumbrados del poder comunista ha dispuesto a las autoridades a crear una comisión de disciplina y de decretar la guerra a muerte a los corruptos. El principio que anima a esta Comisión es que una entidad gubernamental que no está dispuesta a someterse a control no puede ser limpiada de hechos bochornosos.
Pero aunque la intención de probidad existe, son muchos los que no creen que la corrupción pueda ser barrida. Lo que podrá conseguirse, piensan, es una contención de la ostentación, no más. Por ejemplo, al frente de la Comisión han puesto a Wang Qishan, sexto en jerarquía dentro del Partido y hombre con la aparente capacidad moral de exigir a sus iguales poner fin al "hedonismo y la extravagancia", como íél mismo ha anunciado.
El propio Wang fue quien consiguió la aprobación del abandono de la regla no escrita que excluía a los miembros actuales y jubilados del Comitíé Permanente del Politburó de cualquier investigación por corrupción. Sin embargo, ya son numerosas las denuncias, a travíés de los sitios de internet, sobre presuntas propiedades inmobiliarias de su esposa, Yao Mingshan, en Estados Unidos.
Otros sostienen que siempre existirán "intocables", siendo el principal de ellos el propio Xi Jinping, a cuya familia se le atribuye una fortuna superior a los 350 millones de dólares. Igualmente la bandera anticorrupción se considera una buena arma para saldar cuentas entre enemigos y para resolver envidias en el propio seno del Partido.
Cualquiera que sea la motivación, se ha hecho imperativo detener la frivolidad exhibicionista que horada el prestigio de la institución y vulnera la imagen de los jeques que deciden el rumbo de la potencia asiática con mayor fuerza destructora que cualquiera de las políticas urticantes que les toca enfrentar a los administrados.