Por... Michael Tanner
La lucha por el cierre del gobierno llegó a su ominoso final, pero el descanso de la política presupuestaria en Washington durará poco. La última resolución continua expirará el 15 de enero, mientras que sobrepasaremos nuestro límite al endeudamiento el 7 de febrero. Entre tanto, un comitíé consultivo para el presupuesto, liderado por el congresista Paul Ryan (Republicano de Wisconsin) y la senadora Patty Murray (Demócrata de Washington) se supone que debe lograr un acuerdo para el 13 de diciembre.
Mientras que la pelea por el cierre fue tan traumática que muchos Republicanos preferirían que el debate acerca del presupuesto simplemente desapareciera, estas negociaciones son más importantes que nunca.
Una combinación de mayores ingresos y un crecimiento del gasto más lento (en gran medida como resultado de los recortes automáticos al gasto) significa que el díéficit presupuestario ha caído a $642.000 millones en 2013, desde su punto máximo de $1,4 billones en 2009. Por supuesto, eso solo implica que nuestra deuda no está creciendo tan rápido como crecía antes; pero todavía está creciendo.
Más importante todavía, los díéficits más bajos son un fenómeno temporal. Según la Oficina para el Presupuesto del Congreso, el díéficit empezará a aumentar nuevamente en 2016. Para 2023, estará nuevamente en casi $900.000 millones, y nuestra deuda federal bruta habrá aumentado a $25,23 billones.
Los republicanos puede que estíén divididos y desmoralizados ahora, pero no pueden permitirse tirar la toalla en este debate. Conforme el debate avanza, los Republicanos deben mantenerse firmes en áreas claves.
Salvar los recortes automáticos: La reverencia de los Demócratas por la “ley establecida†se evapora cuando se trata de los recortes automáticos al gasto, una ley debidamente aprobada con mayorías en ambos partidos y en las dos cámaras legislativas y firmada por el presidente. Derogar los recortes automáticos exigidos por esa ley es probable que sea la prioridad No. 1 de los Demócratas en las negociaciones presupuestarias. Desde ya, Obama ha prometido “seguir luchando para librarse de†la ley, diciendo que está “perjudicando a nuestras fuerzas armadas y a nuestra economíaâ€.
Además, los Demócratas podrían encontrar aliados en esta lucha entre muchos Republicanos partidarios del gasto en defensa, quienes se oponen a los recortes de este rubro de gasto en particular. John McCain, por ejemplo, ha dicho que “algunos de nosotros los Republicanos y los Demócratas nos estamos reuniendo para hablar acerca de†cómo derogar la ley, “particularmente aquellos que estamos profundamente preocupados acerca del efecto en la defensaâ€.
Algunos Republicanos tienen otras prioridades: incluso Paul Ryan ha sugerido que estaría dispuesto a intercambiar cambios a los recortes automáticos por promesas de recortes a las prestaciones sociales en el futuro.
Deberíamos ser claros: los recortes automáticos realmente no han reducido el gasto. Incluso si los mantenemos, el gasto en 2023 todavía será mayor de lo que es hoy. Pero ha reducido el crecimiento del gasto muy por debajo de lo que se esperaba que sea según la tendencia proyectada. De hecho, sin los recortes automáticos, el gasto discrecional sería $87.000 millones más alto en 2023 de lo que se espera que sea con la ley todavía vigente. Los recortes automáticos finalmente le ahorrarán a los contribuyentes alrededor de $1,1 billón a lo largo de diez años, mediante un gasto discrecional más bajo y pagos de intereses reducidos. Al desacelerar el crecimiento del gasto público a una tasa que está por debajo del crecimiento e ingresos de la economía, estos están ayudando a reducir tanto el díéficit como el tamaño del gobierno en relación al PIB.
Los recortes generalizados puede que no sean el míétodo más elegante de hacer un presupuesto —y algo más de flexibilidad entre las agencias puede que sea deseable— pero revertir o debilitar los recortes automáticos abrirá las puertas a un gasto federal mucho mayor. Los Republicanos deben luchar para mantenerlos.
Mantenerse firmes en cuanto a los impuestos: ya el presidente ha vuelto a hablar acerca de la necesidad de incluir ingresos adicionales en cualquier acuerdo presupuestario, un denominado acuerdo balanceado que, por ejemplo, “elimina lagunas tributarias para las corporaciones que no ayudan a crear empleosâ€.
Debería recordarse que el presidente obtuvo un aumento tributario a diez años plazo de $617.000 millones como parte del acuerdo sobre el precipicio fiscal en enero de este año y que Obamacare incluye $1,2 billones en nuevos impuestos a lo largo de los próximos diez años. Eso es un total de $1,8 billones en impuestos que ya ha conseguido.
De hecho, la Oficina para el Presupuesto del Congreso calcula que el ingreso llegará a 18,6 por ciento del PIB para 2015, el nivel más alto desde 2001 y ligeramente por encima del promedio en la íépoca de posguerra. Washington tiene un problema con el gasto, no con el ingreso.
Incluso aquel bastión de la social democracia tradicional, el Washington Post, se opone a aumentos de impuestos como parte de este acuerdo. Recientemente un editorial de este diario decía:
“La tentación de los Demócratas, como siempre, será insistir en que se necesitan mayores ingresos —algo que bloqueará el debate con el partido Republicano— a cambio de reformas a las prestaciones sociales. Esperamos que no lo hagan. Más dinero de impuestos es parte de una solución fiscal a largo plazo. En este momento, sin embargo, lo que es vital es resolver las prioridades del gasto. Incluso a largo plazo, el ingreso insuficiente no es el problema que era antes del acuerdo sobre el ‘precipicio fiscal’ que aumentó los impuestos a aquellos con ingresos más altosâ€.
Si los Republicanos acaban a la izquierda del Washington Post, algo está muy mal.
Empiecen a reformar las prestaciones sociales: La fuerza determinante detrás de los díéficits y la deuda en el futuro no es el financiamiento federal de la Paternidad Planificada, la ayuda externa, o el costo de los “telíéfonos Obama†sino el creciente gasto en prestaciones sociales, particularmente Medicare, Medicaid y la Seguridad Social (Obamacare tambiíén, pero esa lucha tendrá que esperar a otro día). De hecho, todo el gasto discrecional domíéstico —todo desde el Departamento de Educación hasta el Departamento de Comercio, desde el FBI hasta la FDA— equivaldrá a solamente 24 por ciento del gasto federal para 2023, el nivel más bajo desde 1962. En cambio, las prestaciones sociales consumirán alrededor de 54 del presupuesto federal.
Las obligaciones no financiadas de la seguridad social superan los $23 billones. Medicare está incluso en peor forma: bajo los escenarios más optimistas, se enfrenta a casi $43 billones de tinta roja en el futuro. Si las previsiones más pesimistas resultan ser precisas, esas obligaciones no financiadas superarán los $88 billones.
El presidente Obama ha dado señales de que está dispuesto a aceptar al menos alguna reforma a las prestaciones sociales como parte de un acuerdo de mayor envergadura. En su discurso despuíés del fin del cierre del gobierno, por ejemplo, admitió que “El reto que tenemos ahora son las obligaciones a largo plazo que tenemos debido a cosas como Medicare y la Seguridad Social. Queremos asegurarnos de que esos beneficios estíén ahí para las generaciones futurasâ€.
En lugar de meterse en luchas divisivas acerca de causas preferidas de gasto, los Republicanos necesitan pensar en grande, poniendo al presidente a prueba y demandando una reforma fundamental a las prestaciones sociales.
La lucha por Obamacare y el cierre del gobierno fue solo una batalla. Los Republicanos perdieron esa. Pero la larga guerra acerca del tamaño, envergadura y costo del gobierno todavía sigue. La próxima batalla está en camino.
Y esta si se puede ganar.