EL CAMINO DE GILGAMESH, BREOGíN, HERACLES, Hí‰RCULES, SANTIAGO A LA COSTA DE LA MUERTE DEL SOL. EL PAíS DEL SOL PONIENTE.
suso · Nov 21, 2011
Respondiendo a la pía solicitud de D. Guillermo Proupín, Presidente de APIT-Galicia.
http://www.guiasdegalicia.com/lang/gl/el-camino-de-gilgamesh-breogan-heracles-hercules-santiago-a-la-costa-de-la-muerte-del-sol-el-pais-del-sol-ponienteA donde vas Gilgamesh,
Eso que Tú buscas,
No lo encontrarás
Poema de Gilgamesh (2.500 a.C)
El mítico viaje a Occidente, a donde se hunde o muere el Sol, ha sido un tema universal o icono de representación en la liturgia o aparato mitológico de todas las religiones occidentales de la Prehistoria hasta la Edad Histórica, debido seguramente a un orígen Paleolítico o Neolítico común. Esa divinidad común es el Sol, el Rá egipcio, el Dagda celta, el Disco Solar fenicio y púnico; y su viaje diario y anual desde donde nace, el Oriente (El País del Sol Naciente) a donde se hunde o muere (el Fín del Mundo), objeto de culto físico, que se cristalizará en un viaje de carácter sagrado o Peregrinación. Todo porque este viaje de carácter sagrado nos lleva al último confín frente al Mare Tenebrossum desde donde se puede asistir al espectáculo de los Tiempos, la Muerte del Dios Solar en el Paraíso para su resurrección posterior despuíés de haber atraversado las profundidades de la Muerte. Este es el Big Bang de las civilizaciones occidentales indoeuropeas, que esconden un remoto orígen común.
Este camino solar nos lleva, pues, al Paraíso, País de la Felicidad o País de la Eterna Juventud, a donde las ánimas de los mortales humanos han de acudir despuíés de muertos si no lo han hecho en vida[1]. En los espectaculares acantilados atlánticos de Galicia, Fín del Mundo, ultimo confín Occidental, los antiguos localizaban este último peaje o lanzadera de almas al Más Allá, donde se visualiza la Muerte del Sol, y por lo tanto puerta del Paraíso o Alíén, como lo llamamos los gallegos. Una entrada al Paraíso que, obviamente, es compleja y que precisa para los mortales una serie de guías turísticos o agentes psicopompos o conductores. La rica y milenaria mitología galaica de la Santa Compaña, A Compañía do Oso, los Sanandreses de Terixido o, sobre todo, el aparato de gravados rupestres desde el Neolítico hasta el Bronce de Galicia denominados petroglifos con sus animales y espirales, tienen que ver con estos “guías†que deben acompañar a las almas al Paraíso[2].
El Viaje al Occidente mítico se convertirá en tema religioso hecho camino físico hasta el fín del orbe. Al margen de que esta realidad pueda tener un primer orígen en el hecho de que el NO de la Península Ibíérica y Sur de Francia pudiera haber servido de refugio a la población europea contra los hielos hasta la llegada del Holoceno (calentamiento de temperaturas) y el Mesolítico, cuando se habría comenzado una recolonización del Continente[3], hay que observar en la Mitología comparada la realidad que la creencia del Fín del Mundo y de la ubicación del Paraíso en el Promontorium Occidentalis es una temática universal, conocida ya en las primeras civilizaciones urbanas de Extremo Oriente. De esta menera, el divinizado rey sumerio de Uruk (tercer milenio antes de Cristo), Gilgamesh, protagonista de la primera narración escrita del Mundo, La Epopeya de Gilgamesh, junto con su amigo Enkidu se aventuran hacia la Isla de la Eterna Juventud para poder conseguir la inmortalidad propia de la divinidad[4]. Gilgamesh es contemporáneo al Dolmen de Dombate (Cabana de Bergantiños) y al Megalitismo Atlántico. En esta narración ya encontramos un tópico que ya se repetirá para siempre en este viaje al Más Allá: el tópico de las funestas consecuencias a la vuelta[5].
Tras el mito del viaje de Gilgamesh encontramos la memoria de ese larguísimo viaje al Occidente, donde se muere el sol.
A continuación de Gilgamesh, tenemos el Ciclo Legendario Celta de Irlanda recopilado en una maravillosa óbra medieval en tiempos probablemente de Gelmírez por clíérigos irlandeses a modo de un mester de clerecía, el Libro de las Invasiones de Irlanda o Leabhar Gabbala Eirin, donde se indica que los Celtas son descendientes del rey Breogán y de Mil, que habría conquistado la Isla partiendo desde Galicia. El pueblo celta habría realizado esta epopeya desde la Tierra de la Muerte, donde Breogán habría establecido un reino Brigantia (Brigantium, Bergantiños) y una torre (la Torre de Breogán) desde donde habría divisado la verde Eirín.
La Religión Celta común de los países atlánticos europeos era de carácter solar; es decir, un dios solar con tres pasos diferentes: Imbolc, Belteníé y Samain. El Samaín es el Fín del Año o ciclo solar[6], cuando se muere el dios solar bajo el oceano. Este espectáculo se verifica en la costa occidental de Galicia, y este espectáculo es el que siguen asistiendo los miles de peregrinos que no terminan el Camino en Compostela sino que continúan hasta Finisterre. En este sentido, lo que fue seguramente el orígen de la peregrinación universal (los celtas de toda europa acudían para rendir homenaje al Ocaso, vease el templo al Altísimo o Berobreo del Facho de Donón de Cangas do Morrazo frente a las Islas Cíes) vuelve a cobrar vigor. Es interesante observar como, en ocasiones, la historia se repite. Toda esta compleja temática religiosa ha persistido en el conservadurísimo y religiosísimo rural gallego naturalmente bajo el barniz cristianizador. De hecho el Samaín, día de la Muerte, Fín de Año, Muerte del Dios, ha pasado a Día de los Defuntos, y los irlandeses emigrantes exportaron su Hallowen a EEUU.
Este camino mitológico de almas hacia el Paraíso necesita de agentes guías o psicopompos personificados en el Oghmios celta o Mercurio romano (Cíésar afirmaba que era el dios más venerado por los galos), o en el San Roque o San Cristobal cristianos.
A continuación de Breogán, tenemos el mundo mediterráneo greco-romano igualmente indoeuropeo. Híércules es un gigante y viajero, elemento propio de guía de almas como el Ogmios celta. El sabio Alfonso X, gloria de nuestra lengua gallego-potuguesa, recogió en su Crónica General la memoria del mito de Híércules. En su Díécimo Trabajo, Heracles debe viajar al último confín occidental, al mismo lugar a donde se dirige el Sol todas las tardes, para derrotar al gigante ctónico o infernal habitante de este Mundo de los Muertos, Gerión, y robar su rebaño de vacas rojas y bueyes (es curiosísimo observar como los animales propios del Alíén o Más Allá son de un rojo intenso como el perrito regalado por el rey de los enanos al rey Helan en los Mabinogui galeses).
Atraversando el tórrido desierto líbico, el rudo Hercules se enfada con el Sol y comienza a arrojarle flechas. Ante este ataque el Sol le pide que cese, y a cambio le cede al gigante su nave espacial o Copa del Sol, que llevará a Híércules hasta el último confín atraversando la VíaLáctea, láctea por cierto porque parte de la leche de las vacas robadas por Híércules se perdió permaneciendo para siempre en el cielo marcando un camino, ese camino que lleva al Fín del Mundo. Por cierto, Híércules, despues de la lucha habría decapitado a Gerión, cuya cabeza habría sepultado en los cimientos de una torre que habría ordenado construír, la Torre de Híércules en A Coruña, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO[7]. Es fácil pensar que los romanos ya habrían encontrado una la torre o, al menos, con la memoria de la anterior Torre de Breogán y la habrían romanizado con su gigante Híércules.
Y a continuación de la romanización, la pía cristianización, y ese milenarísimo camino al Occidente pasará a ser tras la Confirmatio de la Sede Apostólica en el Camino que lleva a un lugar de muerte que al mismo tiempo es lugar de Vida y esperanza de Resurección. El Hijo del Trueno, Boanerges, Soldado de Cristo, el Zebedeo encontrará eterno reposo en esta tierra que sigue siendo y seguirá por siempre jamás siendo lugar universal de llegada de millones que buscan, recorriendo un Camino físico, un premio que trasciende los cuerpos y que nos acerca al Paraíso, al menos lo más cerca que podamos estar en vida.
[1] Los gallegos saben que uno de los santuarios cristianizados más importantes de la Celtia, Teixido, en las faldas del mayor acantilado atlántico del Continente, “vai de morto quen non foi de vivoâ€, claro.
[2] Pena Graña, Andríés. El Tema de la caza salvaje en los petroglifos gallegos.
http://www.riograndedexuvia.com/CAZA%20SALVAJE.pdf[3]
http://www.guiasdegalicia.com/lang/es/apuntes-sobre-la-teoria-del-origen-galaico-de-los-celtas[4] Gilgamesh es el hombre más antiguo que se atreve a encontrar el Paraíso en vida. El último que conocemos y que realiza ese mismo viaje, es el santo gallego San Amaro, que impaciente se lanza en una embarcación desde la costa gallega hasta el lugar donde se muere el Sol. San Amaro tiene su equivalente en el San Barandán entre nuestros hermanos irlandeses.
[5]
http://www.riograndedexuvia.com/CAZA%20SALVAJE.pdf . Página 62. El desfase temporal es una consecuencia segura (en el exterior han pasado cientos o miles de años mientras nosotros hemos estado en el Alíén un breve tiempo). Carlos Solla recoge que los que vuelven del Más Allá despuíés de cruzar el Portalíén de O Seixo, en Cerdedo (Pontevedra) se quedan mudos,…Curioso, lo mismo dicen las películas y documentales acerca de los famosos “agujeros de gusano†que nos trasportan al futuro o a otra dimensión.
[6]
http://www.guiasdegalicia.com/lang/es/a-cristianisima-galicia[7]
http://www.guiasdegalicia.com/lang/es/galicia-celta