Por... BEATRIZ DE MAJO C.
Los acuerdos que acaban de ser rubricados entre las grandes potencias e Irán en torno a los temas atómicos pudieran tener un significado especial para China, si el compromiso de reducción del arsenal nuclear continúa con pies firmes al cabo del periodo de seis meses de prueba que le ha sido concedido. De ser así, Irán reiniciaría sus exportaciones de crudo a terceros países.
Aunque en la última díécada Irán enfrentó sanciones económicas crecientes de parte de los Estados Unidos por sus acelerados programas de enriquecimiento de uranio que perseguían la construcción de una bomba atómica, China, como cliente iraní, se encontraba en el lado de las excepciones. A los bancos chinos no se le aplicaban las penalidades impuestas por el Congreso norteamericano a quienes sirvieran de conducto para el comercio con el país persa. Intermediar en transacciones comerciales con el Banco Central de Irán ocasionaba la prohibición de desarrollar negocios en Estados Unidos, pero China gozaba de un ríégimen diferenciado por encontrarse entre la lista de países que habían sufrido una significativa caída de su aprovisionamiento de crudo.
Tal excepcionalidad, sin embargo, había llegado a su tíérmino en junio de este año despuíés de haber sido extendida por tres semestres consecutivos. La administración Obama se había hecho de la vista gorda en la aplicación de las sanciones a China, de entonces a esta parte, toda vez que con la salida de Ahmadinejad del poder, el mundo entero se había involucrado en un proceso negociador con el nuevo gobernante Rohani y se atisbaba una esperanza de detener, a travíés de tratativas, la carrera nuclear emprendida por el díscolo país islámico.
En Beijing, sin embargo, no dormían en paz en la espera de un resultado que le permitiera retornar a las íépocas de alto suministro de crudo iraní y de precios más favorables para el barril de energía fósil. Hay quienes aseguran que en las últimas semanas su participación en las negociaciones de sus iguales -Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y Alemania- con los representantes iraníes fueron mucho más activas que en el pasado, representando ello un cambio notorio en su tradicional posición de no intervención en asuntos de terceros países, que tanto Hu como Xi han enarbolado en casos tan emblemáticos para la humanidad como el de la guerra en Siria.
La estructura del sector energíético chino que se caracteriza por una miríada de pequeñas refinerías "cafeteras" le había permitido, igualmente, sortear parcialmente las penalidades del embargo sustituyendo sus importaciones de crudo iraní por fuel oil de ese país, ya que este rubro no forma parte de los bienes sujetos a sanciones. Solo en septiembre de este año China le compró a Irán 2,75 millones de barriles de fuel oil por un valor de 800 millones de dólares.
Las autoridades del gigante chino tienen hoy plena conciencia que las excepcionalidades no son lo adecuado para mantener relaciones sanas con el gigante norteamericano y que, por ello, es imperativo que Irán se comprometa a frenar sus ansias nucleares y se involucre seriamente en el cumplimiento de los acuerdos de Ginebra en los seis meses que hay por delante.
En este periodo, veremos a los chinos desplegar lo mejor de su diplomacia internacional y de su poder de convicción con sus vecinos iraníes. Y por si acaso, como en Occidente, prenderán a cada santo una vela.