Por... Seattle to Brussels Network
Un informe realizado por la red Seattle to Brussels Network desmitifica los presuntos beneficios económicos de la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP) y pone al descubierto cómo íéste podría perjudicar al medio ambiente y a la economía a los dos lados del Atlántico.
Resumen ejecutivo
En el verano de 2013 se iniciaron conversaciones entre la Unión Europea y Estados Unidos sobre una Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP por sus siglas en inglíés) a la vez que muchos dirigentes comerciales y políticos saludaban el acuerdo como el santo remedio contra la difícil recuperación económica que incide en ambos lados del Atlántico. La consolidación de las relaciones comerciales entre los dos socios en un solo mercado transatlántico se ha vendido a los ciudadanos estadounidenses y europeos como un vehículo poderoso para estimular el crecimiento económico y algunos de sus defensores predecían hasta un uno por ciento de incremento del PIB. Los funcionarios de Estados Unidos y la Unión Europea insisten en que la eliminación de los aranceles a la importación y la armonización reglamentaria a los dos lados del Atlántico incrementarán el comercio entre las dos regiones, lo que creará millones de nuevos empleos.
Sin embargo, como sugiere este análisis preliminar de las implicaciones geopolíticas, medioambientales y socioeconómicas de un acuerdo comercial transatlántico, no sólo se ha colocado en el lugar equivocado la fe en la liberalización y la desregulación comerciales –lo que caracteriza las negociaciones actuales–, sino que tambiíén se han juzgado mal los beneficios económicos pronosticados a la vez que se han minimizado –cuando no ignorado– los riesgos más amplios.
Lo que aflora, por tanto, es que la TTIP es el proyecto político de una elite política y corporativa transatlántica que, basándose en la promesa infundada del aumento del comercio y la creación de puestos de trabajo, intentará invertir la protección reglamentaria social y medioambiental, desviar los derechos legales de los ciudadanos hacia las corporaciones y consolidar el liderazgo global europeo y estadounidense dentro de un orden mundial cambiante.
Beneficios exagerados y riesgos minimizados
Como detalla este informe (cuya versión completa sólo está disponible en inglíés), el comisario de Comercio de la Unión Europea, Karel De Gucht, ha exagerado en exceso los beneficios económicos de la TTIP. Sobre la base de una investigación financiada por la industria, se ha prometido un crecimiento del PIB del 1 por ciento, junto con la creación de “cientos de miles de empleosâ€. Sin embargo, la propia evaluación del impacto de la TTIP de la Comisión Europea concluye que una tasa regional de crecimiento del 0,1 por ciento sería una expectativa más realista. Esto equivaldría a una tasa de crecimiento del PIB de apenas un 0,01 por ciento en un periodo de diez años, ya tildada de ‘trivial’ por los economistas.
Sin embargo, los riesgos medioambientales y socioeconómicos asociados a beneficios económicos tan triviales podrían ser catastróficos. La competencia incrementada vinculada con la liberalización comercial entre la Unión Europea y Estados Unidos podría provocar la píérdida de puestos de trabajo (capítulo 1). La competencia añadida entre Europa y Estados Unidos podría agrandar aún más la brecha entre los países centrales y la periferia en Europa, ya que los principales intereses ofensivos de exportación de Estados Unidos residen precisamente en los sectores en los que la periferia europea tiene intereses defensivos, como la agricultura (capítulo 3).
Además, en bastantes áreas normativas, las leyes y la reglamentación estadounidenses ofrecen bastante menos protección que en Europa. La armonización legislativa propuesta entre la Unión Europea y Estados Unidos implica que el nivel de protección al consumidor en Europa podría minarse significativamente, por ejemplo en las áreas del acceso al mercado de los organismos geníéticamente modificados (OGM), la carne tratada con hormonas y el pollo desinfectado con cloro (capítulo 3). En consecuencia, una política agrícola sostenible podría desaparecer del horizonte en el caso de que Europa tuviera que abrir sus mercados a los productos estadounidenses no sujetos a la reglamentación más estricta sobre el bienestar de los animales o el uso de pesticidas agrícolas dañinos que están obligados a cumplir los productores europeos (capítulo 3).
A medida que los dos socios comerciales se acerquen al mínimo común denominador, las políticas medioambientales en Europa (capítulo 2) y la regulación financiera en Estados Unidos (capítulo 6) podrían sufrir tambiíén. Por ejemplo, la TTIP podría amenazar las moratorias europeas existentes sobre el asunto controvertido de la extracción del gas de esquisto (capítulo 2) a la vez que mina la emblemática regulación europea sobre sustancias químicas –REACH–, al sortear los requisitos de ensayo de miles de sustancias químicas tóxicas (capítulo 5).
La regulación financiera estadounidense –actualmente más estricta que la de la Unión Europea– podría verse comprometida, ya que los grandes bancos esperan utilizar las negociaciones comerciales para minar los intentos que surjan despuíés de la crisis con el fin de introducir una reglamentación financiera más severa (capítulo 6). En un momento en el que hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial han empezado a reconocer que el control de capitales es una manera útil de impedir y detener la fuga de capitales con intenciones desestabilizadoras y especulativas, la TTIP propone la liberalización y desregulación de todos los sectores de servicios, incluidos los servicios financieros, con el riesgo de estimular, en vez de impedir, otra crisis financiera internacional.
Una amenaza para los derechos civiles y el modelo social de Europa
Mediante la profunda reestructuración de las relaciones sociales inherentes a la asociación comercial propuesta, la TTIP plantea una amenaza real para los derechos civiles y los cimientos del modelo social de Europa. Mientras que en Estados Unidos las empresas gozan de un acceso prácticamente ilimitado a los datos personales de los ciudadanos, en Europa todavía está garantizado por ley cierto grado de intimidad. Sin embargo, la TTIP podría cambiar esto si las negociaciones incluyesen el políémico capítulo que se propone actualmente sobre los derechos relacionados con la propiedad intelectual.
Los intentos anteriores de minar el derecho a la intimidad de los europeos mediante el Acuerdo Comercial de Lucha contra la Falsificación (ACTA) se combatieron con íéxito en el Parlamento Europeo cuando se rechazó la propuesta a consecuencia de la creciente oposición pública. Sin embargo, como la TTIP se negocia a puerta cerrada y sin intervención parlamentaria, hay riesgo grave de que esta vez los ciudadanos no puedan proteger sus derechos civiles (capítulo 4).
La inclusión de un capítulo sobre derechos de propiedad intelectual inspirado en el ACTA podría tambiíén socavar seriamente el derecho de los pacientes europeos a la atención sanitaria asequible (capítulo 5). Una mayor protección de los patentes de los productos farmacíéuticos al amparo de la TTIP podría impedir el acceso a medicamentos geníéricos que salvan vidas (actualmente un sector industrial en auge en Europa). Asimismo, mediante la armonización propuesta de normas y reglamentaciones entre la Unión Europea y Estados Unidos (que incluiría el ‘reconocimiento mutuo’ del actual marco reglamentario de ambos socios como ‘igualitario’), la comercialización de los servicios públicos (al estilo de Estados Unidos) podría alentarse aún más en Europa y de esta manera incrementar los costes sanitarios de los pacientes europeos.
La armonización de las normas y reglamentaciones podría tambiíén tener gran impacto en los derechos sindicales y laborales, puesto que el derecho a la libre asociación y la negociación colectiva en Estados Unidos es mucho más díébil que en Europa. En el caso de que tuvieran íéxito las negociaciones de la TTIP, podríamos contemplar en el futuro a los trabajadores estadounidenses y europeos competir entre sí en un intento desesperado de atraer a la inversión privada porque no hacerlo podría hacer que las compañías europeas se trasladasen a Estados Unidos, donde disfrutarían de menos obligaciones con respecto a sus trabajadores (capítulo 1).
Importar la cultura estadounidense de las demandas legales
La TTIP pretende tambiíén restringir aún más las posibilidades de intervención reglamentaria si se incluye un capítulo sobre inversiones, tal como se propone actualmente en las negociaciones (capítulo 7). Si –como se prevíé– se incluyera un mecanismo de arreglo de controversias, los inversores extranjeros podrán llevar a los Gobiernos ante un tribunal internacional y demandarlos por desplegar políticas consideradas perjudiciales para los beneficios (proyectados) de una compañía.
Se han producido algunos casos de este tipo al amparo del NAFTA (Tratado de Libre Comercio de Amíérica del Norte) y otros acuerdos comerciales bilaterales en los que las leyes democráticas, diseñadas para la protección de consumidores y el medio ambiente, han sido denunciadas por compañías privadas que exigen cientos de millones de dólares en concepto de compensación. El caso reciente del gigante tabaquero estadounidense Philip Morris, que se ha querellado contra los Gobiernos de Uruguay y Australia por sus leyes antitabaco, es un ejemplo de lo que se puede esperar si la TTIP confiere a las corporaciones este tipo de poderes legales.
En consecuencia las compañías estadounidenses que invierten en Europa podrían eludir los tribunales europeos y desafiar directamente a los Gobiernos de la Unión Europea en tribunales extraterritoriales cuando consideren que las leyes relacionadas con la salud pública, el medio ambiente o la protección social interfieren en sus beneficios. De este modo, es posible que la mera amenaza de un costoso litigio legal sea suficiente para impedir que los Gobiernos promulguen legislaciones progresistas en el futuro: un inconveniente importante para cualquier sistema político que desee parecer democrático.
Más allá del Atlántico
Teniendo en cuenta que más de un tercio del comercio global tiene lugar actualmente en Estados Unidos y la Unión Europea, la TTIP crearía el mayor bloque mundial de libre comercio, cuyas implicaciones irían más allá del Atlántico, puesto que la TTIP reestructuraría de facto las reglas comerciales internacionales (capítulo final).
De esta manera, la TTIP permitiría a la Unión Europea y a Estados Unidos superar el punto muerto político que afecta actualmente a las negociaciones comerciales a nivel multilateral, ya que los países en desarrollo ofrecen resistencia a las exigencias de Estados Unidos y la Unión Europea de liberalizar aún más sus economías (con la pretensión de que las compañías estadounidenses y europeas tengan acceso libre a sus mercados y materias primas).
La TTIP podría convertirse así en el vehículo que fuerce al Sur Global a encaminarse por una senda de desarrollo definida por los intereses de Estados Unidos y la Unión Europea. La TTIP podría convertirse, especialmente, en la estrategia de las elites corporativas de Estados Unidos y la Unión Europea para aventajar a economías emergentes como la India, Rusia, China, Brasil, Sudáfrica y la región ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), con la intención de recuperar el liderazgo internacional en un orden mundial cambiante que amenaza a la hegemonía estadounidense y europea.
Sin embargo, es cuestionable que íéstos deban ser los objetivos de un acuerdo comercial del siglo XXI. Este informe –al ofrecer un análisis crítico de las implicaciones medioambientales y socioeconómicas de la TTIP– busca contribuir a un debate público muy necesario sobre la naturaleza y los objetivos del comercio internacional y sus reglas.