Por… BEATRIZ DE MAJO C.
La tradición en China, durante las tres pasadas díécadas, ha sido que el rumbo político y económico del gran coloso, en lo domíéstico y en lo global, lo determina la Plenaria del Comitíé Central del Partido Comunista.
Si en el año 1978 Den Xiaoping, en la Tercer Plenaria del 11 Comitíé de la organización cimera dio el paso sin retorno de una inicial apertura que convirtió en poco más de tres díécadas al país en la segunda potencia mundial, los anuncios formales de la clausura del encuentro de líderes que concluyó la semana pasada, le han dado la señal de partida a un modelo de reformas desarrollistas, que está allí para ser cumplido.
La frase con la que calificaron los dirigentes comunistas los resultados de su reunión de cuatro días no dejó dudas. Vendrá una “etapa de aguas profundasâ€, afirmaron, y ello deja atisbar la naturaleza general de los cambios que se pueden esperar.
Sin embargo, hubo decepción del lado de los observadores en cuanto al comunicado oficial. La expectativa era que a raíz de este importante encuentro cimero, los chinos y el mundo pudieran conocer de primera mano el rumbo detallado que el país emprenderá en la próxima díécada. Nada de ello se puede discernir del mensaje reformista que los 370 hombres más poderosos publicaron, ya que el mismo está plagado de generalidades.
Para los observadores de lo chino, era evidente que con el pragmático y futurista Xi a la cabeza, el tema de una reforma modernizadora y globalizadora se convertiría en el pivote esencial de ese encuentro estratíégico y así fue. Pero el gran público interno y externo apenas extrajo como conclusión del comunicado de esta Plenaria, que el país, en efecto, se encamina a una reforma aun más aperturista hacia las leyes del mercado, sin que haya ningún detalle oficial que permita inferir por donde irán los tiros.
No obstante, algunas cosas quedaron claras. La designación de una Comisión de alto nivel encabezada por el propio Presidente, para proponer y coordinar medidas, implica que hay determinación a actuar dentro de lo inmediato: la profundización reformista no es un asunto de discernimiento político de alto nivel, sino de determinación a la acción. Ese es el corolario. Una Comisión similar, creada en el año 1993, preparó a China para su ingreso en la Organización Mundial de Comercio, despuíés de haberse proclamado el “Estado Socialista de Mercadoâ€.
Por otra parte, es igualmente significativo que la responsabilidad de las acciones de la reforma recae íntegramente sobre los hombros de Xi, quien está sosteniendo el timón de lo oficial y exponiendo el prestigio de su liderazgo a juicio colectivo.
Otro pronunciamiento inequívoco es que la cúpula del Partido Comunista ha coincidido esta vez en la necesidad de profundizar la gravitación de la economía privada en la dinámica china y que, para ello, esta debe ser eficientemente protegida. Allí hay un paso de avance monumental ya que, a pesar de que tampoco hubo señalamiento de detalle en cuanto a medidas precisas, la posición es diáfana frente al capital privado y las empresas transnacionales, lo que es muestra del rol que se les reserva en esta nueva etapa emprendida por la 2ª economía mundial.
En definitiva, la transición es ya un objetivo oficial. No es tan significativo que los detalles se encuentren aun en la oscuridad del secretismo.
Esa tambiíén es una tradición inherente a las reuniones del Partido Comunista.
Suerte en sus vidas…