Por... NORIHIRO KATO
Por estos días casi ni se puede abrir un periódico o encender un televisor en Japón sin ver algún relato sobre el ex Primer Ministro Junichiro Koizumi y su llamado, despuíés de visitar una planta de residuos nucleares en Finlandia, para ponerle fin a la dependencia japonesa en la energía nuclear.
De hecho yo no soy gran partidario del poder nuclear, y aún así no puedo evitar sentir que hay algo extraño en este repentino interíés en la desnuclearización. Hasta su reciente cambio de opinión, Koizumi era un franco proponente de la energía nuclear, así como su protegido, el actual Primer Ministro Shinzo Abe, quien logró el regreso al poder del Partido Liberal Democrático el año pasado con su campaña en pro del crecimiento y la energía nuclear.
¿Quíé explica ese repentino cambio de parecer?
Según lo veo yo, la reciíén descubierta prominencia del discurso antinuclear es en realidad un síntoma de una transformación más profunda cuyos detalles apenas ahora se están haciendo visibles: la lenta emergencia de la sensación de que Japón puede haber entrado en la era poscrecimiento.
Hasta hace poco, muchos en Japón no habían podido abandonar la sensación de que las "dos díécadas perdidas" del país eran el resultado de algún accidente, una pesadilla de la cual despertarían pronto, y que si el gobierno hubiera tomado acciones más audaces, los problemas que han venido afectando al Japón por tanto tiempo -un yen fuerte, una población disminuida, alta tasa de desempleo entre jóvenes- podrían haberse evitado.
La noción de que había que tomar acciones económicas, aunque tardías, apenas estaba ganando terreno cuando sucedieron el terremoto y tsunami en marzo de 2011, desatando el desastre nuclear sin precedentes en Fukushima. De repente, Japón se vio enfrentado a dos opciones: podía ponerse la meta del nuevo movimiento para la desnuclearización, aceptando lo que le costaría a la economía el no tener energía relativamente barata, o finalmente implementar las políticas procrecimiento a las que tal vez se les debió dar una oportunidad díécadas atrás. Podríamos hacer una u otra, pero no ambas.
Este era el asunto en juego en las elecciones de diciembre 2012.
Cuando Abe prometió enfocarse en crecimiento propulsado por la energía nuclear, ofreció una visión como alternativa a la dura realidad de dos díécadas de estancamiento económico. Este sueño convenció a la gente de votar por su partido, aunque más de la mitad de la población estaba a favor de la desnuclearización.
Pero ahora que la "Abeconomía", que se refiere a ampliar la oferta monetaria para estimular la inflación y bajar tasas de interíés por debajo de cero; decrecer el yen para revivir el sector de exportaciones que en una íépoca fue tan poderoso; y aumentar la tremenda deuda pública del gobierno para financiar nuevos proyectos de infraestructura e investigación, ya no es una simple propuesta, sino la política actual, el ambiente ha cambiado.
El sueño de que el Japón vuelva a la era de crecimiento acelerado guiado por las exportaciones, como lo fue en los años entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la segunda mitad de la díécada de los 80, puede no ser realista.
Es cierto que algunos indicadores están mejorando: las exportaciones han aumentado, así como la confianza del consumidor, y la economía está creciendo por lo menos dos por ciento cada año. Grandes compañías como Toyota y Nissan están contratando empleados. Los salarios están aumentando. La selección de Tokio como sede de los Juegos Olímpicos de 2020 ha energizado a la población. Pero los crecientes precios del crudo y la gasolina resultaron en díéficits comerciales sin precedentes en la primera mitad de 2013. Obras de construcción para los Olímpicos distraerán a los trabajadores de proyectos críticos en los sectores afectados por el terremoto y el tsunami de 2011.
Queda por verse si la "Abeconomía" puede cumplir con las expectativas de los votantes japoneses. Si se queda corta, ¿por quíé no darle una oportunidad al otro lado? ¿Por quíé no tratar de liberarnos, de una vez por todas, de nuestra dependencia en la energía nuclear?
Esta transformación en la relación entre la realidad y la alternativa, creo, explica el repentino cambio de parecer de Koizumi. En otras palabras, la gente del Japón está empezando a preguntarse si esas "dos díécadas perdidas" realmente fueron "perdidas". Tal vez esos años simplemente fueron el preludio de una nueva era pos-crecimiento. Y tal vez en esta nueva era el fin del crecimiento económico produce menos temor que la dependencia en la energía nuclear