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Autor Tema: Cuidado, polí­ticos: los 'tuits' borrados ya no caen en el olvido  (Leído 91 veces)

Eguzki

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Verba volant, scripta manent. La cita, atribuida a Cayo Tito en uno de sus discursos ante el senado romano, viene a decir que las palabras vuelan, mas lo escrito queda para siempre. No deja de resultar curioso lo claro que lo tení­an los polí­ticos en la Roma clásica en comparación con las castas actuales, tan dadas a publicar pensamientos de los que tienen que arrepentirse.

Para que nada se escape al acta notarial la Fundación Ciudadana Civio ha creado Digo Diego, una página web que recoge los tuits que deciden borrar los polí­ticos. "Es un experimento. Al igual que sucede en la radio o en la televisión, donde todo queda registrado, queremos hacer lo mismo con Twitter. Se trata de un paso más en la transparencia que demandamos a las instituciones", explica a Teknautas Javier de Vega, responsable de comunicación de Civio.

El proyecto no es una idea original. Es una importación del cíélebre Politwoops holandíés, que ha dado lugar a un exitoso spin off en Estados Unidos. El objetivo, dice de Vega, no pasa por avergonzar a sus señorí­as a costa de los errores ortográficos, sino conocer los pensamientos que, por uno u otro motivo, acaban borrando de sus cuentas.
Twitter, a travíés de sus herramientas para programadores (API), permite conocer cuándo se ha borrado un mensaje. Las alertas llegan a las oficinas de Civio automáticamente, y allí­ una persona se encarga de separar las erratas de las cagadas mediáticas. "Creemos que la gente quiere saber cómo se comportan sus representantes en las redes sociales: quíé responden, a quiíén lo hacen, con quiíén se reúnen..." , comentan desde Civio. Por el momento los monitorizados se circunscriben al ámbito del Congreso de los Diputados, si bien no se descarta ampliar el espectro de estudio en el futuro.

Los arrepentidos

La herramienta echó ayer a andar, pero lleva recopilando información desde finales de octubre. La propia web destaca algunos ejemplos curiosos. Es llamativo el caso de la diputada socialista por Madrid Delia Blanco, que cada dos o tres dí­as hace limpieza de su timeline. Es, sin lugar a dudas, la que más tuits elimina de los 350 parlamentarios.
En realidad, en ese plazo elimina los tuits más ligeros, como el dí­a de compras con su hijo Pepe o la despedida a Mandela, mientras que otros, como una crí­tica feroz al ministro Wert o la constatación del bipartidismo imperante -del que su partido supone el 50%-, se esfuman en un lapso de tiempo mcho menor.

Blanco no es la única en purgar sistemáticamente los mensajes; otros diputados como Joan Ruiz Carbonell, Eduardo Madina y Pablo Martí­n Períé, del PSOE, o Paz Lago y Mariano Rajoy, del Partido Popular, tambiíén lo hacen. Es especialmente simpático el caso de Carbonell, que el pasado martes retuiteó -y borró- dos mensajes de una cuenta falsa del lí­der norcoreano Kim Jong-un. Si su objetivo es no caer presos de sus propias palabras, con Digo Diego han pinchado en hueso.

Un arma peligrosa

Twitter es un medio de comunicación que hace de la inmediatez y la viralidad sus mejores valores. Así­, cualquier fallo es susceptible de descontrolarse en cuestión de segundos. Aún está fresco el cadáver del responsable de la comunicación del socialista catalán Pere Navarro quien, despuíés de una intervención televisiva del presidente de la Generalitat, lanzó: "Perdonad; ¿Pero era obligatorio ver la entrevista al presidente Mas? ¿Me vendrán a buscar los Mossos por desleal o algo? Quíé borreguismo".
Pese a que fue borrado medio minuto despuíés, los usuarios comenzaron a mover la captura de pantalla bajo el hashtag #PereNavarro, convirtiíéndolo en trending topic hasta conseguir una disculpa pública del PSC ante Twitter y TV3, amíén de la consecuente depuración de responsabilidades.

En esta misma lí­nea, y tambiíén acontecido esta semana, la ex ministra Marí­a Antonia Trujillo levantaba una buena polvareda en la red social al preguntar, retóricamente, "para quíé asuntos importantes sirve el hablar catalán". Naturalmente obtuvo un torbellino de respuestas airadas que, ni corta ni perezosa, fue despachando una a una. Al verse desbordada tomó una decisión que solo sirvió para enervar más al personal: "Entenderíéis que solo conteste a los que tengan más de 1.000 followers", explicó la ex responsable de Vivienda. Hoy, cualquiera que quiera ver sus comunicaciones, debe contar con su aprobación, ya que tiene el perfil protegido.