Por... Paul Krugman
Como todos sabemos, hay tres tipos de economistas. Están los economistas profesionales liberales, los economistas profesionales conservadores y los economistas profesionalmente conservadores (tambiíén conocidos como escritores mercenarios de ala derecha). Indudablemente, podría decir, debe haber cuatro tipos, ¿no? En realidad, no; simplemente no hay suficiente dinero en la izquierda, una asimetría que da lugar a la bien conocida “brecha de escritores mercenariosâ€.
De cualquier forma, entre los economistas profesionales conservadores hay una subclase que podríamos llamar “republicanos sólo de menteâ€: economistas bastante razonables que viven en un mundo político de fantasía y que imaginan que el Partido Republicano moderno está compuesto de gente como ellos, que pudiera ser receptiva a argumentos pragmáticos que no corresponden plenamente con el dogma. Estos economistas, se podría decir, son gente de Marte que no tiene idea de realmente cómo funciona en estos días la cultura política en el planeta Tierra.
Martin Feldstein, un profesor de Harvard que presidió el Consejo de Asesores Económicos durante el mandato del presidente Ronald Reagan, sería un ejemplo de primera. En cierta forma es un verdadero republicano: se ha opuesto furiosamente a la política de expansión monetaria desde 2009, y sigue así pese a que su argumento original (que produciría inflación descontrolada) ha estado equivocado durante casi cinco años. Pero simpatiza con la idea del estímulo fiscal, y en una columna de opinión reciente para The New York Times apeló a favor de un acuerdo bipartidista que involucraría un billón de dólares en estímulo vía gasto en infraestructura a cambio de una reducción deficitaria de largo plazo.
¿Quíé puedo decir? No es sólo que los líderes republicanos nunca considerarían un acuerdo así; de hecho, siguen comprometidos con la visión de que los recortes al gasto son expansivos. Tambiíén es que a los republicanos no les interesa el díéficit, y nunca les interesó (esto es obvio para cualquiera que no haya estado en Marte los últimos cinco años); siempre fue una simple carta que usaron en su esfuerzo por desmantelar al Medicare y al Seguro Social.
Desearía vivir en el planeta Marte. Pero no vivo ahí, y íél tampoco.