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Autor Tema: La UE desconecta su apoyo a las renovables  (Leído 179 veces)

Eguzki

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La UE desconecta su apoyo a las renovables
« en: Enero 20, 2014, 08:44:12 am »
El entusiasmo de Bruselas por las energí­as renovables se apaga. La Comisión Europea actualizará este miíércoles sus planes energíéticos. Y a juzgar por los borradores de ese proyecto, las fuentes alternativas dejan de ser la piedra angular de la nueva estrategia.

Bruselas tambiíén se despide de los objetivos de eficiencia energíética marcados en los últimos años. Y deja como única meta la reducción de las emisiones de CO2, con más libertad para que cada paí­s diseñe su polí­tica energíética. “El eje de la polí­tica energíética deja de ser la sostenibilidad para centrarse en la competitividad”, celebra una fuente del sector. “La presión de los precios, mucho más altos que en EE UU, ha hecho que Europa reequilibre su orientación”, añade la misma fuente.

El giro llega solo cinco años despuíés de que la Comisión Europea proclamase su estrategia 20-20-20, es decir, un 20% de reducción de las emisiones de CO2 (en relación con 1990), un 20% de energí­as renovables sobre el total consumido y un 20% de eficiencia energíética.

El triplete, con 2020 como plazo, ha funcionado de manera desigual. El objetivo de reducción de emisiones es probable que incluso se supere (en 2012 se habí­a alcanzado ya el 12%). El de renovables parece inalcanzable (13,5% en 2013). Y el de eficiencia energíética, que no era vinculante, depende de tantas variables (como precio o actitud del consumidor final) que ni siquiera merece la pena mantenerlo.

El nuevo plan se contentará con fijar un objetivo global de reducción de emisiones, de entre el 30% y el 40%, has ta el año 2030. Alema nia, Francia y Reino Unido apoyan el porcentaje más elevado, por lo que es probable que la UE se incline hacia íél.

En cuanto a las renovables, el debate está siendo muy intenso entre los departamentos de la CE, en particular, entre los más implicados (hay hasta cinco comisarios con competencias directas en la materia: Energí­a, Medio Ambiente, Cambio Climático, Industria y Competencia). Pero el consenso apunta a la supresión de los objetivos nacionales de producción (a España se le habí­a fijado el 20%).

Como mucho, Bruselas podrí­a establecer un objetivo global para 2030 (solo unos puntos por encima del de 2020), pero su consecución no implicarí­a obligaciones concretas para ningún paí­s. “Un objetivo de renovables no vinculante, del 24% o del 27%, no atraerí­a nuevas inversiones, según los propios documentos de la Comisión que se han filtrado”, lamenta Greenpeace.

Y es que la nueva polí­tica energíética supone casi un regreso a la casilla de salida de la que partió el presidente de la CE, Josíé Manuel Barroso, cuando asumió el cargo en 2004. En ese momento el portuguíés era reacio a cualquier medida que forzase a la industria europea a apostar por fuentes de energí­a y míétodos de producción menos contaminantes.

Barroso solo abrazó la causa medioambiental en 2006, despuíés de que su amigo y mentor Tony Blair impulsase el llamado Informe Stern sobre las consecuencias del cambio climático. Con fe de converso, el presidente de la Comisión alentó a partir de entonces unas energí­as renovables generosamente alimentadas con subvenciones públicas. E incluso intentó fijar un políémico objetivo de consumo de biocombustibles, flexibilizado finalmente por su posible impacto en la agricultura de los paí­ses en ví­as de desarrollo.

“Las cosas han cambiado mucho desde 2008”, justifica la Comisión los nuevos planteamientos. Y subraya que “las tecnologí­as han evolucionado, se ha sufrido el impacto de la crisis financiera y la formación de precios ha cambiado”.

En los últimos cinco años, además, se ha desplomado varias veces el mercado de derechos de emisiones de CO2, creado para facilitar la consecución de ese objetivo. Y en Estados Unidos se ha producido la llamada revolución del shale gas, o gas pizarra extraí­do mediante la fragmentación hidráulica o fracking. Esa tíécnica ha propiciado una caí­da del precio del gas en EE UU del 70% entre 2008 y 2012, según datos publicados por el instituto de estudios IFRI. Según la misma fuente, la industria europea paga ya el triple que la estadounidense por el suministro de gas.

El plan energíético europeo que se aprobará el miíércoles incluirá directrices sobre la posible explotación del gas pizarra en Europa (donde se calcula que podrí­a haber reservas de más de dos billones de metros cúbicos). Pero como ya adelantó CincoDí­as (el pasado 9 de diciembre), las discrepancias sobre esa tíécnica son tan profundas (Francia o Bulgaria incluso la han prohibido) que Barroso preferirá no una tomar posición tajante. Así­ que el fracking, como las energí­as renovables, será a la carta.