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Autor Tema: El Ojo en el Cielo: La conexión magníética entre el Sol y la glándula pineal  (Leído 690 veces)

Scientia

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El Ojo en el Cielo: La conexión magníética entre el Sol y la glándula pineal

 
Sobre la influencia de las tormentas solares en la psicobiologí­a humana, los neurotransmisores que secreta la glándula pineal, el simbolismo del tercer ojo, su relación con el Sol y el misterio del Ojo en la Pirámide

La relación entre la glándula pineal y el Sol es un emblema de la relación entre el hombre y el cosmos. Probablemente uno de los ejemplos más estimulantes y significativos del principio hermíético más citado en el ámbito de la esoteria: “cómo arriba, es abajo” (la holofrástica de la existencia). Un principio de correspondencia que pese a ser el fundamento cognitivo de la “ciencia” antes de la ciencia, es decir de los padres de la ciencia (de personajes como Paracelso, Giordano Bruno y el mismo Isaac Newton, quien hizo una traducción de la Tabla Esmeralda), ha sido relegado al terreno de la superstición o del pensamiento mágico; relumbrando herejí­a en la estructura racional de la mente cientí­fica. Sin embargo, hoy en dí­a tenemos evidencia “cientí­fica” que sugiere convincentemente que el cosmos –”el mundo de las esferas”—tiene una influencia en la psicobiologí­a humana.  Y la clave para entender esta “influencia”, no ya sólo desde el plano simbólico de la astrologí­a, es la glándula pineal, ese gran misterio de la psique.
Este acercamiento a este enigmático tema –sin duda una de las vetas centrales del misticismo humano—viene a colación de las recientes tormentas solares que han estado arribando al planeta con renovada intensidad, como generalmente ocurre en julio, pero marcando esta vez una especie de despertar dentro del ciclo de 11 años de nuestra estrella central. La posibilidad de que nuestro estado de ánimo e incluso nuestro estado de salud general se vea afectado por una emanación de partí­culas energíéticas en el Sol hace algunos años les habrí­a parecido como una aberración o un anatema a la mayorí­a de los cientí­ficos; hace cientos de años, les habrí­a parecido como algo completamente natural e ineludible. Hoy en dí­a algunos estudios, y sobre todo un entedimiento del funcionamiento de los campos magníéticos y de la glándula pineal, muestran claramente que las llamadas tormentas solares inciden en nuestro estado de ánimo y en nuestro comportamiento.
El efecto de las tormentas solares en tu cerebro
El prestigioso sitio de divulgación cientí­fica New Scientist publicó hace 4 años un artí­culo en el que se citan una serie de estudios que investigan la relación entre las tormentas solares, el geomagnetismo y el comportamiento humano. Particularmente interesante es el trabajo del cientí­fico ruso Oleg Shumilov, quien, partiendo de la premisa de que muchos de los animales son sensibles a los campos magníéticos (¿y por quíé no el ser humano?), investigó la afectación del geomagnetismo en la psique humana. Shumilov correlacionó datos de la actividad geomagníética de 1948 a 1997 y descubrió que durante los picos de actividad, de marzo a mayo, en julio y en octubre –detonados por tormentas solares– habí­a un incremento paralelo en el número de suicidios en la ciudad de Kirovsk (un estudio en Australia y otro en Sudáfrica replicó el hallazgo de Shumilov).
Otro estudio, realizado por Michael Rycroft, ex director de la Sociedad Europea de Geociencias, encontró una correlación entre perturbaciones cardiovasculares y perturbaciones geomagníéticas. Según Rycroft, problemas de salud geomagníéticos afectan hasta al 15% de las personas (así­ que tal vez tú seas una de ellos, por si querí­as descubrir el algoritmo de causas y efectos que determinan tu estado de salud  actual).
Tal vez no sea la Luna (o por lo menos no sólo ella), tambiíén magníética, la que nos altera las hormonas y desquicia. Un estudio publicado en el British Journal of Psychiatry (todos estos estudios pueden ser consultados en el link a New Scientist) muestra un incremento del 36.5% en hombres admitidos a un hospital por depresión en la semana posterior a una tormenta geomagníética.
¿Cómo es que estas llamaradas solares, tambiíén responsables de los sublimes fuegos de plasma de las auroras, nos afectan tanto?  Al parecer se debe a que alteran nuestra producción de melatonina, un neurotransmisor que se produce en la glándula pineal, responsable de regular nuestro patrones de sueño y biorritmos. Según la psiquiatra de la Universidad de Columbia, Kelly Posenr, la actividad geomagníética puede “desincronizar los ritmos circadianos y la producción de melatonina”.
La  glándula pineal es una glándula endócrina que yace entre los dos hemisferios cerebrales, a la altura del entrecejo. Aunque no se conoce bien a bien su funcionamiento –hasta hace poco más de 50 años se pensaba que era un excedente de la evolución sin una función determinada, acaso solamente el centro de numerosas especulaciones. Hoy sabemos que  por lo menos produce melatonina, una hormona cuya producción se ve afectada por la luz. La oscuridad, por ejemplo, hace que se secrete melatonina –y es por esto que nos es más fácil dormir en la oscuridad (pero en realidad diferentes longitudes de onda de luz hacen que se secrete melatonina en diferentes frecuencias). Esta hormona juega un papel tambiíén en el  trastorno afectivo estacional (“la depresión invernal”); interactúa con el sistema inmunológico, tiene propiedades de antienvejecimiento y sirve como antioxidante.
Si bien es importante recalcar que para la ciencia actual la glándula pineal es todaví­a una región relativamente inexplorada, sabemos que contiene vestigios de una retina y parece operar como transductor magníético. Las cíélulas pinealocitas en muchos vertebrados no-mamí­feros son similares a las cíélulas de la retina (algunos reptiles cuentan con un tercer ojo parietal fotosensible que les permite usar al Sol como compás; las aves son capaces de “ver” el campo magníético a travíés de fotorecpetores que se encuentran en la glándula pineal ). Algunos cientí­ficos creen que las cíélulas pineales en todos los vertebrados comparten un ancestro  evolutivo en común con las cíélulas retinales (no es quizás casualidad que la glándula pineal históricamente sea identificada con “el tercer ojo” o con un ojo dormido, literalmente parece que es un tercer ojo dormido).
Aunque las producción de melatonina en la glándula pineal podrí­a estar determinada por una conexión con los nervios ópticos, es interesante explorar la posibilidad de que esta pequeña glándula en forma de cono de pino tenga, en sí­ misma, una cierta capacidad fotoreceptora y magnetorecpetora. Recientemente se ha descubierto la presencia de minerales ferromagníéticos (es decir que pueden actuar como magnetos) en la glándula pineal. Un estudio realizado en la Universidad de Ben Gurion, en Israel, encontró la presencia de microcristales de calcita en la glándula pineal. Los autores del estudio señalan que “estos cristales podrí­an ser responsables de una transducción biológica electromagníética”, lo que es sugerido por su “estructura y propiedades piezoelíéctricas”. ¿Son estos minerales los que interactúan con los campos geomagníéticos producidos por la lluvia de fotones del Sol que choca con la atmósfera de la Tierra?
Por otro lado, el Dr. Andrew Nichols ha determinado una correlación entre la actividad geomagníética y la perececpión de fenómenos paranormales.
La percepción del Sol Invisible
Hasta ahora hemos visto, desde una perspectiva cientí­fica, que la glándula pineal, a travíés de una sensibilidad –no del todo entendida– a los campos magníéticos, convierte la luz del sol en un determinado estado mental. Aquello que se genera a millones de kilómetros de distancia en la corona de una estrella acaba siendo parte de nuestra modulación psí­quica (el Sol se convierte en tus pensamientos). Esto, a grandes rasgos, parece ser un razonamiento cientí­ficamente intachable. Esto de manera más sutil, es justamente lo que la filosofí­a mí­stica (o ciencia oculta) lleva diciendo miles de años.
Si bien el descubrimiento de la afetación psicobiológica a los fenómenos astronómicos es una incipiente, y aún controversial, lí­nea de estudio en la ciencia moderna, antiguamente incluso se tení­a una disciplina especí­ficamente dedicada a estudiar la patologí­a humana y su relación con eventos astronómicos y movimientos planetarios (más allá de la astrologí­a): las iatromatemáticas
Que la glándula pineal podí­a ser un órgano para percibir una luz invisible (un campo magníético, por ejemplo) fue claramente atisbado por el pensamiento víédico. En los Upanishads se habla del ser humano como una entidad compuesta por 10 puertas. Nueve de ellas (los ojos, las fosas nasales, los oí­dos, la boca, la uretra, y el ano) llevan hacia fuera, a la percepción del mundo exterior. La díécima puerta, el tercer ojo (ubicado en el  ajna chakra, en el entrecejo, en el caso de Shiva, entre una guirnalda de serpientes) es el puerto de acceso a los mundos interiores (al decir interiores la referencia es a las habitaciones interiores de la mansión de la mente de Dios, donde yacen los mundos superiores, las dimensiones astrales). El tercer ojo es siempre, a travíés de diversas culturas, la apertura divina –la visión holográfica–  dentro del ser humano.
En el Bhagavad Gita se habla de la apertura de esta puerta en el momento cúlmen:
Aquel que en el momento de la partida no distrae su mente y su amor, estando en el Yoga (en fusión con Ishvara [el Sol detrás de la oscuridad], con el Dios Creador, la Conciencia Primordial), quien abre el pasaje de energí­a entre los ojos – aquel obtiene el más Alto Espí­ritu Divino.
Según la filosofí­a vedántica advaita, el ser humano proyecta sus propios atributos en el Brahman, el supremo espí­ritu cósmico, de suyo inconmensurable. La aparición del infinito Brahman en la finita mente humana es conocida como Ishvara, tambiíén representado en el Bhagavad Gita como el Sol. De aquí­  es posible extrapolar una relación intrí­nseca en la recurrente representación de la divinidad como el Sol en la mente humana, de la luz como lo divino.
La evolución religiosa de esta relación entre la glándula pineal y el Sol (una relación del hombre como imagen de Dios) tiene un claro hito en Egipto. Aquí­ tenemos una serie de repersentaciones que parecen indicar que los egipcios tení­an conocimientos de la glándula pineal asociados con un tercer ojo, u ojo espiritual. Por una parte tenemos la representación como un ojo único de Horus, el dios del Sol, hijo de Osiris e Isis (“el hijo del nuevo eón”) y como tal sí­mbolo de la fusión de los opuestos –al igual que la glándula pineal yace en el centro del cerebro, entre los hemisferios y entre los dos ojos. Este sí­mbolo parece haber evolucionado en el sí­mbolo cristiano del Ojo de la Providencia (recordemos que Cristo es un avatar arquetí­pico de Osiris) y en el masónico del Ojo en la pirámide destruncada (el Ojo que Todo lo Ve). Ahí­ mismo tenemos el báculo de mando de Osiris, en el cual aparece un cono de pino con dos serpientes entrelazadas. Sin duda uno de los sí­mbolos más poderosos de la historia, evocando el conocimiento, la medicina y  la alquimia –quizás en un preclaro atisbo, justamente a travíés de la visión interna, del ADN—y posiblemente tambiíén a la serpiente kundalini (una conexión entre Shiva y Osiris), la energí­a vital que se eleva desde los genitales hasta el trecer ojo y la coronilla, a su paso encendiendo y depurando los centros energíéticos.
El cono de pino al parecer es un sí­mbolo de la glándula pineal, activada a travíés del encauzamiento de la energí­a kundalini. La forma coní­fera de esta glándula hizo que se le llamara “pineal” o relativa al pino, según fue acuñado por el míédico griego Galeno. La presencia del cono de pino puede observarse en el  báculo del Papa y en la misma Plaza de San Pedro, donde una inmensa estatua de cono de pino está rodeada de unos pavorreales (aves relacionadas con la divinidad en Egipto). Estos dos sí­mbolos, el cono de pino y el ojo en un triángulo, aparecen en numerosas iglesias y templos alrededor del mundo. Por ejemplo, en la Catedral de la Ciudad de Míéxico puede observarse el Ojo de la Providencia en más de un altar y en los motivos pineales, que para el observador incauto podrí­an confundirse como meras decoraciones, en la estructura de la nave. Aunque tambiíén habrí­a que decir que en la espiral que forman los conos de pino se ha observado la secuencia Fibonacci y la proporción del número áureo, así­ que además de esta connotación esotíérica, tiene una armoní­a estíética que podrí­a atraer sin la necesidad de una significación oculta.
Es curioso que el padre del racionalismo –esa filosofí­a eminentemente atomista y dualista–, Rene Descartes, haya entrevisto, en lo que para sus crí­ticos fue un delirio, un centro unitario espiritual en el cerebro humano. Descartes famosamente designó la glándula pineal como el asiento del alma. La paradoja es doble, el hombre que concibió el racionalismo (despuíés de un revelador sueño) usó lo que a la postre parece ser más la intuición que el pensamiento racional para ubicar el tercer ojo. En todos los demás sitios Descartes encontraba la dualidad, menos en esta glándula pineal, la cual describió como una flama pura que era llenada por espí­ritus animales y la cual integraba la percepción humana. Este “gran error” de la anatomí­a filosófica de Descartes hoy en dí­a parece como un destello de genio.
No pretendemos aquí­ comprobar la existencia del alma humana o que íésta se encuentra en la glándula pineal; sí­ buscamos formar conexiones significativas que inspiren a la exploración del simbolismo y del sentido de nuestra vida dentro del misterio. En este espí­ritu es interesante traer a colación el trabajo del Dr. Rick Strassman, una de las pocas personas que ha podido realizar estudios con dimetiltriptamina (DMT), una poderosa molíécula de acción psicodíélica que, según este míédico de la Universidad de Nuevo Mexico, podrí­a ser secretada por la glándula pineal y podrí­a ser responsable de detonar lo que se conoce como experiencias cercanas a la muerte. Hay que enfatizar en que, pese a lo que a veces se dice, Strassman no ha probado que la glándula pineal genere DMT o que el ser humano lo secrete, muy similar en su composición a la serotonina, en el momento de su muerte. Sin embargo, Strassman sugiere que la glándula pineal cuenta con todos los precursores necesarios para generar DMT y es el asiento lógico de esta sustancia que por otro lado, como la melatonina, parece tener una relación con la generación de ví­vidas imágenes oní­ricas, parafraseando a Shakespeare, parece ser la “sustancia de la que están hechos los sueños”. 
Curiosamente la ayahuasca, “la viña de los espí­ritus”, está compuesta de dos plantas que parecen tener alcaloides que son secretados de manera natural en la glándula pineal. Por una parte la chacruna, la planta que contiene DMT, y por otro lado la liana Banisteriopsis caapi, que contiene alcaloides conocidos como beta-carbolinas, los cuales actúan como inhibidores de la monamina oxidada y hacen activo el DMT ví­a oral. Alcaloides beta-carbolinas como la pinolina y la triptolina se forman en la glándula pineal de manera natural. Chamanes y sanadores que utilizan ayahuasca sostienen que sus visiones no son alucinaciones, ¿acaso esto se debe a que quí­micamente se consigue activar el tercer ojo en la glándula pineal?
Esta relación entre los espí­ritus y la glándula pineal tiene otra conexión, que para algunos podrí­a ser solo una casualidad, pero que para otros apunta a que lo que decí­a Descartes podrí­a ser una inesperada verdad metafí­sica. En los textos del Bardo Thodol (o Libro Tibetano de las Muerte) se dice que el alma reside en el mundo intermedio (en el bardo) por 48 dí­as y en el dí­a 49 reencarna en el feto humano. Aparentemente la glándula pineal puede ser detectada el dí­a 49 en el feto humano,  más o menos el mismo tiempo al que se puede observar por primera vez los genitales de un bebíé. Esto ha sido tomado, de manera especulativa y sin base cientí­fica, como una especie de guiño de que es a travíés de la glándula pineal que el alma –o aquella porción divina que posee al cuerpo—entra al mundo.  De cualquier manera merece una investigación más profunda.
Buena parte de las prácticas de meditación que conocemos, inundadas sin duda de la filosofí­a new age que transforma las viejas tradiciones en cómodas versiones pop que se ajustan a nuestra idiosincracia moderna occidental, se centran en la activación o al menos en la concientización de la glándula pineal (tercer ojo). Proliferan dietas, audiocassettes, canalizaciones, aparatos cuánticos y demás parafernalia ritualí­stica dedicada a este “santo grial”  (o micro star gate) de la conciencia humana (algunos incluso aseguran activar tu glándula pineal por solo $9.99). Se habla al mismo tiempo de una supuesta conspiración mundial para mantener esta glándula en un estado de sopor masivo. Y ciertamente la mayorí­a de las personas adultas tienen la glándula pineal calcificada –algo que ha sido observado tempranamente en niños de hasta 2 años. Dentro de la teorí­a de la conspiración se cree que esto se debe al flúor que se utiliza en las pastas de dientes y que se ingiere en el agua potable de las ciudades –algo que aparentemente serí­a hecho de manera intencional por los Iluminati (¿quiíén más?) dueños  celosos del secreto del Ojo que Todo lo Ve,  para negar a las masas el poder de una glándula pineal sana (percibiendo el rostro verdadero) y activa en un mundo fantasmagórico, más allá de la ilusión de Maia-Matrix. No ahondaremos sobre este tema, harto complejo y pantanoso, que suele caer en la más obtusa paranoia; el lector puede aventurarse por su cuenta.
La pregunta fundamental es si el  tercer ojo, ubicado en la glándula pineal, esa puerta solar secreta en el cerebro humano, es solamente una metáfora de la iluminación (y de la aniquilación de la dualidad) o verdaderamente un órgano en estado de duermevela que puede activarse a travíés de ciertas tíécnicas arcanas y de una correcta interacción con la energí­a electromagníética que proviene del cosmos en la forma de fotones (la partí­cula que no tiene antipartí­cula, unidad cuántica de la información en su estado puro e indeterminado). Muchos de los grandes mí­sticos de la historia de la humanidad han hablado metafóricamente de la iluminación haciendo referencia a un ojo que percibe lo que yace velado y que desencadena un cambio sustancial en la conciencia orgánica.
En el evangelio de Mateo (6:22) se dice  “La luz del cuerpo es el ojo; de esta forma a si tu ojo es uno, todo tu cuerpo estará lleno de luz”.
Se le atribuye a Buda haber dicho “Oh hombre de nobleza,  recuerda el cielo puro abierto de tu naturaleza verdadera. Regresa a íél. Confí­a en íél. Es tu hogar”, lo que se interpreta como una metáfora de la (re)apertura del tercer ojo –tambiíén simbolizado como una perla de luz azul.
William Blake en su poema Augurios de Inocencia, donde tambiíén describe un fractal (un mundo en un grano de arena) tambiíén habla sobre este misterioso ojo: “We are led to believe in a lie, when we see not though the Eye”. Una mentira nos guí­a cuando no percibimos con el Ojo, el Ojo que nació “cuando el alma dormí­a en rayos de luz”. ¿El Ojo que ha sido secuestrado por fuerzas oscuras?
Sir Thomas Browne lo evoca tangencialmente en una frase que siempre me ha parecido hermosa y enigmática: “Life is a pure flame and we live by an invisible sun within us” (“la vida es una flama pura y vivimos como por un sol invisible dentro de nosotros”). Ese sol invisible, en una interpretación libre, debe de ser el ojo secreto que participa en la luz divina.
Una última pincelada de esta relación entre el ojo y el Sol, según los Brahma Sutras, cuando un hombre es llevado más allá de la muerte “la palabra se convierte en fuego e ilumina, la respiración se convierte en viento y purifica, y el ojo se convierte en el Sol y arde”.
El misterio está cifrado en el lenguaje de los sí­mbolos. La trinidad entre el Ojo, el Sol, y Dios es uno de los andamios simbólicos más profundos y enigmáticos.  Podemos hablar mucho sobre esta relación y hasta encontrar destellos poíéticos de iluminación verbal, pero  no estarí­amos más que rodeando una representación, sembrando un laberinto. Si queremos comprender el secreto de este misterio, tendremos que probar con nuestro propio cuerpo abrir ese ojo interno. Todo lo demás será solamente reciclaje metafí­sico en torno a un espejo, donde hay un ojo atrapado que no puede mirarse a sí­ mismo. O donde alguien cuenta una historia sobre una supuesta sociedad secreta que se hace llamar “los Iluminados”.