La Caixa entró por la puerta grande en Inmobiliaria Colonial hace 23 años y tuvo que salir por la puerta de servicio el pasado mes de enero, despuíés de la última junta extraordinaria de accionistas. Portavoces de La Caixa han declinado hacer comentarios, pero otras fuentes han confirmado que el último paquete de Colonial, del 2,58%, fue vendido justo despuíés de la junta que dio luz verde entrada al constructor Juan Miguel Villar Mir y los nuevos socios de la inmobiliaria.
La operación en sí ha sido pequeña… pero simbólica. A precios de despuíés de la junta, la venta del 2,5% le habrá reportado a La Caixa unos 6 millones de euros, si bien el precio final no ha sido hecho público, ya que, una vez que se baja del 3%, los accionistas no están obligados a notificar este tipo de cambios accionariales.
La Caixa conservaba restos históricos de su participación en la inmobiliaria, en concreto, del 5,78%. Sin embargo, antes de la junta se desprendió de un 3,2%, una parte del cual fue adquirido por el grupo Villar Mir para afianzar su posición en la junta de cara a hacer frente a la presión del fondo Brookfield, que había adquirido deuda la inmobiliaria con la intención de hacerse de SFL. Luego se deshizo del 2,5% restante.
Hacía años que los días de gloria de Inmobiliaria Colonial habían pasado, esto es, los tiempos de presidentes de relumbrón como Juan Antonio Samaranch o Ricardo Fornesa, ambos expresidentes de La Caixa. Ahora parece difícil de creer, pero hubo una íépoca en que este cargo disfrutaba de tal tronío que si perdías la presidencia de Repsol te daban la de Colonial a guisa de premio de consolación, como bien sabe Alfonso Cortina.
Pero el declive se arrastraba desde hace años. De hecho, cuando se creó CaixaBank, la participación de la inmobiliaria se quedó en el balance de la caja de ahorros para no empañar las perspectivas de la nueva cotizada.
En este sentido, la salida de La Caixa tiene más valor histórico que económico, a excepción de que se ha adelantado al previsible derrumbe de la acción, que ahora cotiza a más de un euro, pero que plantea una ampliación a 0,5 euros para que entren Villar Mir, Amura Capital y la familia colombiana Santo Domingo. Banco Popular tambiíén ha vendido su 4,6%.
Para el balance de la caja que preside Isidre Fainíé es insignificante, pero cierra un capítulo de la historia económica catalana y muestra que el nuevo banco de referencia de Colonial es Críédit Agricole. El gigante francíés apoya la refinanciación, es el nuevo aliado de Villar Mir y sus socios y su filial Predica es la que ha presentado una oferta por el 20% de la filial francesa SFL.
El apoyo bancario ha sido una constante en la historia de Colonial. La inmobiliaria catalana siempre ha operado de la mano de un gran banco. En sus orígenes, en pleno franquismo, de la mano del Hispano Colonial; posteriormente, ya en democracia, del Central Hispano, y en los últimos 23 años, con el respaldo de La Caixa. Ahora se cierra esta etapa y empieza la tutela de Críédit Agricole, que está vendiendo su participación de manera ordenada pero permanece como principal acreedor.
La historia
En los años 60 Colonial construyó su imperio a travíés de la promoción de viviendas que mantuvo en ríégimen de alquiler, más de 1.000 en Barcelona. Pero en las díécadas de los 70 y 80 ya se fue reconvirtiendo como propietario de edificios de oficinas emblemáticas. Sin ir más lejos, era el casero de La Caixa y poseedor de parte de sus emblemáticas "torres negras" de la Diagonal.
La era que ahora finaliza arrancó en 1991, cuando La Caixa compró Inmobiliaria Colonial al Central Hispano. Además, hizo una gran aportación de activos de su propia cartera como un medio para crear Inmobiliaria Colonial tal y como la conocemos hoy.
Era la íépoca del visionario director general Josep Vilarasau, obsesionado con que La Caixa tuviera la mejor cartera industrial de España, en la que justo faltaba una gran inmobiliaria. Nueve años despuíés, colocaba Colonial en bolsa, con gran íéxito, si bien durante los primeros años la cotización no reflejó el potencial alcista del valor. En 2004 Colonial compró la que es hoy la joya de la corona del grupo, la inmobiliaria francesa Sociíétíé Fonciíére Lyonnais (SFL).
Colonial floreció a la sombra del boom inmobiliario español. Tanto que en 2006 un desconocido promotor sevillano, Luis del Portillo, pagó más de 3.700 millones de euros por Colonial, de los que más de 1.400 fueron a las arcas de La Caixa. Si la entidad catalana no hubiese sido uno de los bancos que participó en el críédito sindicado de la operación, el negocio habría sido redondo.
Del mismo modo, si Portillo se hubiera parado aquí, la operación todavía habría tenido sentido. Pero el sevillano utilizó Colonial como palanca para seguir haciendo adquisiciones. Compró Riofisa, el grueso de cuyos activos ahora forman parte de la filial Asentia, el banco malo particular de Colonial. Y adquirió el 15% de FCC.
En 2007 Luis Portillo dejaba la presidencia de Colonial, que en ese momento soportaba una deuda de 8.900 millones y caía en bolsa un 42%. En ese momento, cuando todo era pánico, fue una vez más La Caixa la que puso orden. Se organizó la entrada de los bancos acreedores y se colocó a Juan Josíé Brugera, hombre de confianza de Fainíé como presidente de Colonial en 2008. Vía la capitalización de deuda, La Caixa volvía a Colonial, con un 5,7%.
El reto de la deuda
Quedaban críéditos pendientes por valor de unos 3.000 millones, que lograron refinanciarse en 2010 pero que hasta la entrada de Villar Mir y los nuevos accionistas este pasivo se había convertido en una losa. El pasado año los representantes de la caja catalana, como los de otros bancos, salieron del consejo de Colonial para facilitar el rescate que ahora apadrina Críédit Agricole, que ahora está desprendiíéndose de sus acciones.
En este momento, el actual consejo busca un acuerdo con Brookfield despuíés de haberle derrotado en la junta de accionistas. Un pacto con el fondo buitre que controla 800 millones de su deuda bancaria facilitaría la refinanciación que apoya el gigante francíés.
Mientras se negocia en Londres, en la sala del consejo de Colonial, una pared está decorada con fotos de todos los presidente de la compañía, desde Josep Maria Milí i Camps, conde Montseny, presidente del 1946 al 1956, hasta el actual, Juan Josíé Bruguera. ¿Todos? Bueno, todos, no. La composición deja un hueco vacío sólo rotulado con los años 2006-2007. Es el bienio de Portillo, convertido en la sala del consejo en un expresidente sin rostro, innombrable, sólo recordado por la enorme deuda que dejó a su paso. Fuentes cercanas a la compañía aseguran que esa ausencia en la pared fue voluntad de las secretarias de la casa. En cualquier caso, simboliza la resaca de la burbuja inmobiliaria, como esas veces que te despiertas sin saber lo que hiciste la noche anterior pero consciente de que el recuerdo, cuando surja, será todo menos amable.