INICIO FOROS ÍNDICES DIVISAS MATERIAS PRIMAS CALENDARIO ECONÓMICO

Autor Tema: Si los robots nos dividen, nos conquistarán...  (Leído 951 veces)

OCIN

  • Socio Foxinver
  • Excelente participación
  • ***
  • Mensajes: 97.583
  • Karma: +8/-12
  • Sexo: Masculino
Si los robots nos dividen, nos conquistarán...
« en: Febrero 07, 2014, 09:33:53 am »
Por...  Martin Wolf





Expertos dicen que las máquinas de la primera era reemplazaron el trabajo fí­sico de las personas y los animales, mientras que las de la segunda edad, sustituirán la inteligencia humana.

En un futuro, las máquinas pensantes podrí­an abrumar el ego humano.

 Con un roce de su lámpara, Aladino podí­a darle órdenes a un ser inteligente capaz de satisfacer todos sus deseos. Su genio era un espí­ritu, pero el sueño de tener siervos artificiales inteligentes y con grandes poderes tambiíén aplica a los seres corporales. Ahora se está convirtiendo en una realidad construida de silicio, metal y plástico. Pero, ¿es un sueño o una pesadilla? ¿Serán estas máquinas inteligentes beneficiosas? ¿O serán monstruos tipo Frankenstein?

í‰sta es la cuestión planteada por La segunda era de la máquina, un nuevo libro de Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee del Instituto de Tecnologí­a de Massachusetts. Esto predice que vamos a experimentar “dos de los acontecimientos más sorprendentes de la historia humana: la creación de máquinas verdaderamente inteligentes y la conexión de todos los seres humanos a travíés de una red digital común, lo que transformará la economí­a del planeta. Los innovadores, empresarios, cientí­ficos, curiosos, y muchos otros tipos de mentes cientí­ficas aprovecharán esta cornucopia para construir tecnologí­as que nos sorprenden, nos deleitan, y trabajan para nosotros”.

Lo que distingue a la segunda era de las máquinas de la primera es la inteligencia. Las máquinas de la primera era reemplazaron y multiplicaron el trabajo fí­sico de los seres humanos y de los animales.

Las máquinas de la segunda edad reemplazarán y multiplicarán nuestra inteligencia. El motor de esta revolución es, según los autores, el aumento exponencial de la potencia (o la caí­da exponencial de los costos) de la informática. El ejemplo cíélebre es la Ley de Moore, nombrada en honor de Gordon Moore, uno de los fundadores de Intel.

Durante medio siglo, el número de transistores en un chip semiconductor se ha duplicado al menos cada dos años. Adelantos similares se han visto en otras partes.

Los autores sostienen que despuíés de medio siglo de progreso estamos viendo enormes adelantos en la inteligencia artificial. A medida que la potencia de cálculo crece exponencialmente, las computadoras gestionan tareas que se consideraban fuera de su alcance hace unos años. Pronto, ellos predicen, la inteligencia artificial estará en todas partes. Ofrecen como un paralelo la historia del inventor del ajedrez que pidió ser recompensado con un grano de arroz en el primer cuadro de su tablero, dos en el segundo, cuatro en el tercero, y así­ sucesivamente. Aunque semejante pedido es manejable en la primera mitad del tablero, la recompensa llega a proporciones montañosas en la segunda mitad. Nuestra recompensa crecerá de manera similar.

Sin embargo, parafraseando un famoso chiste sobre los ordenadores por parte de Robert Solow en 1987, un economista del MIT y ganador del premio Nobel, vemos los efectos de la tecnologí­a de información en todas partes menos en las estadí­sticas de productividad. Las tendencias en cuanto a la producción por hora en Estados Unidos son bastante mediocres. En efecto, despuíés de un aumento alentador en la díécada de los noventa y principios de 2000, el crecimiento ha disminuido nuevamente. El rendimiento reciente en otras grandes economí­as de ingresos altos es peor.

Una posible explicación es que el impacto de estas tecnologí­as está sobrevalorado. No es de sorprenderse, pues, que los autores no concuerden. De hecho, sostienen que lejos de mermarse, las posibilidades son infinitas: “la digitalización hace que cantidades masivas de datos sean relevantes en casi cualquier situación, y esta información puede ser infinitamente reproducida y reutilizada”.

Si es así­, ¿por quíé son las mediciones en los aumentos de producción tan modestas? Las respuestas que se ofrecen son: la gran cantidad de servicios baratos o gratuitos (Skype o Wikipedia); la escala que ha alcanzado el entretenimiento por cuenta individual (Facebook); y el hecho de no contabilizar plenamente todos los nuevos productos o servicios. Antes de junio de 2007, un iPhone estaba fuera del alcance de incluso el hombre más rico del mundo. Su precio era infinito. La caí­da de un infinito a un precio determinado no se refleja en los í­ndices de precios. Una vez más, el “excedente de consumidores” en productos y servicios digitales –la diferencia entre el precio y el valor para los consumidores– es a menudo enorme. Por último, las mediciones del producto interno bruto tambiíén subestiman las inversiones en activos intangibles.

Parece bastante plausible que la proliferación de nuevos dispositivos, y el auge de la economí­a digital, con sus costos marginales singularmente bajos, hayan tenido un efecto mucho mayor en el bienestar e incluso en el PIB que lo que indican las mediciones actuales.

Sin embargo, las preocupaciones persisten. La era de la información ha coincidido con –y debe, en cierta medida, haber causado– tendencias económicas adversas: el estancamiento de los ingresos reales; el aumento de la desigualdad de los ingresos laborales y de la distribución del ingreso entre el trabajador y el capital; y el aumento del desempleo a largo plazo.

Entre las explicaciones figuran: el rápido crecimiento de la productividad en la industria manufacturera; los cambios tíécnicos orientados hacia ciertas habilidades; el aumento de mercados globales con un criterio de “todo para el ganador”; y el papel de los ingresos por regalí­as, en particular de la propiedad intelectual. Pensemos en la diferencia entre el costo de desarrollar un algoritmo de búsqueda de Google y su valor. La globalización y la liberalización financiera tambiíén juegan un papel, ambos tambiíén impulsados por las nuevas tecnologí­as.

En un futuro lejano, las máquinas pensantes podrí­an incluso abrumar a nuestro propio ego, así­ como los mejores jugadores de ajedrez humano ahora saben que no son los mejores en la tierra. Pero mucho antes de eso, los autores sugieren que la desigualdad de ingresos probablemente aumente aún más, empañando la edad de oro de la oportunidad que el libro tambiíén promete.

Esto tiene grandes implicaciones para la polí­tica pública en materia de derechos de propiedad, educación, impuestos y otras medidas gubernamentales que tienen como objetivo promover el bienestar humano.



•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...