Los seres humanos somos gregarios.
Necesitamos, desde el nacimiento, de otro para sobrevivir. Según Jacques Lacan, psicoanalista fundador de la Escuela Francesa de Psicoanálisis, la madre es quien estructura el inconsciente y permite la constitución del yo inconsciente que nos mantiene vivos. Otras escuelas, como la inglesa y la norteamericana, sostienen, desde distintos puntos de vista, que se necesita un medio facilitador que ampare y satisfaga las necesidades básicas para que se lleve a cabo el desarrollo. Esta necesidad se mantiene a lo largo de toda la vida. Y es por ello que, por ejemplo, Sigmund Freud sostuvo que el concepto de salud se ampara en tres pilares: capacidad de amar, producir y trabajar.
Amar, desde el Psicoanálisis, involucra dos corrientes sexuales depositadas sobre un mismo objeto: corriente sexual y corriente tierna. Este fenómeno implica, entonces, “salir del sí mismo para darse al otroâ€. Al estar enamorado, el sujeto retira libido del mundo externo y lo deposita en el objeto amado, entendido como aquello que satisface la pulsión. Por ello, al momento de elaborar los duelos, se procede en sentido inverso: se retira libido del objeto y se introvierte al yo. Las relaciones de pareja necesitan reciprocidad: si tu depositas tu energía en otro, necesitas que esa persona haga lo mismo hacia ti. De otro modo, sientes un vacío espantoso.