Por... BEATRIZ DE MAJO C.
Las estadísticas chinas muestran que cada uno de sus nacionales tiene hoy en su bolsillo al menos tres tarjetas bancarias para efectuar sus compras y pagos. El fenómeno es reciente ya que hasta hace poco, la costumbre prevaleciente era la de cancelar cualquier cosa que se adquiría con cash, así se necesitara para ello una montaña de billetes. La montaña que se percibe en la actualidad es otra: el número de medios de pago plástico que existe en circulación en el país en manos de los particulares es de más de 4.000 millones de tarjetas de díébito o de críédito.
Una reciente campaña de mercadeo para impulsar el uso intensivo de los monederos del ciberespacio está dando en el clavo al sustentarse en la pulcritud, un código esencial del comportamiento personal de los chinos: "el plástico no huele, los billetes huelen mal".
Esa no es, sin embargo, la razón de la metamorfosis. La acelerada actitud consumista de la población impulsada estratíégicamente desde el gobierno para estimular el crecimiento económico es lo que ha desatado la fiebre de los pagos en dinero plástico.
Ya para el año 2012 la preferencia a pagar con tarjetas bancarias por parte de los consumidores chinos de a pie se había ubicado en el cuarto puesto en el mundo detrás de los americanos, alemanes o surcoreanos. Y aun así, el año pasado la inclinación de la población a cancelar adquisiciones con estos medios de pago creció 19% más. Es tal la compulsión que si en los países desarrollados uno de cada dos compradores privilegia la compra plástica, China para este año ya ha logrado que sean solo uno de cada tres consumidores los que aún se apegan a adquirir con cash.
El divorcio cultural que se está produciendo con respecto a la centenaria costumbre de mantener el dinero en metálico es notorio y sintomático, además, de la rápida inserción de China en el mercado occidental donde el críédito es rey. Apenas cerca de un lustro atrás, la cancelación de adquisiciones mayores como vehículos o inmuebles se efectuaba en moneda de curso corriente. Los ciudadanos no sentían aprensión ninguna por trasladarse por calles y carreteras con valijas repletas de billetes ya que la inseguridad no jugaba un rol relevante. Hoy tampoco la seguridad es un tema determinante, así que ello no decide el cambio. Es más bien una muy aceitada campaña de uso del críédito para compras cotidianas lo que le está dando paso al financiamiento bancario acelerado unido al crecimiento exponencial del mercado inmobiliario y a la propensión tambiíén vertiginosa hacia las compras "online" que tambiíén se efectúan con tarjetas de críédito o díébito.
La popularidad entre los más jóvenes por los pagos electrónicos igualmente está efectuando su cuota de aporte a esta migración del papel hacia el plástico en el gigantesco mercado asiático. Se cuentan por varias decenas de millones de dólares las transferencias online que se hicieron, por ejemplo, en la noche del año nuevo lunar hace pocas semanas, por cuenta de los hijos que deseaban regalarles algo de dinero a sus padres distantes. La introducción de monederos electrónicos para pagos diarios de poca monta como periódicos, refrescos o entradas al cine que va consolidándose, incorporan masas significativas de ciudadanos al concepto de "compre hoy y pague más adelante".
La resistencia a los pagos "inmateriales" aún está presente en el interior del país pero aun allí la tendencia se tornará irreversible en la medida en que el país se inserta en la modernidad, lo que, sin duda es un camino indetenible.