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Autor Tema: Honduras: El FMI y el ajuste recesivo...  (Leído 220 veces)

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Honduras: El FMI y el ajuste recesivo...
« en: Abril 26, 2014, 12:40:50 pm »
Por… Javier Suazo

 

En la díécada de los 70s y 80s, los programas de estabilización económica del Fondo Monetario Internacional (FMI) en gran parte de los paí­ses latinoamericanos, se caracterizaron por su sesgo recesivo. En la búsqueda de reducir la inflación, díéficit fiscal y los desequilibrios externos, se afectó el ritmo de crecimiento del empleo y PIB, pero sin lograr el objetivo de corto plazo: estabilizar las economí­as y eliminar las presiones inflacionarias.

No obstante los logros alcanzados por estas economí­as en la díécada de los 90s y el reconocimiento tácito de una mayor flexibilidad en las medidas de polí­ticas económica recomendadas por el FMI en contraposición a la ortodoxia monetarista, gran parte de sus funcionarios, principalmente aquellos que mandan a paí­ses como Honduras, siguen atando la economí­a a un dogma monetario: la inflación es en todo momento y en todo lugar un fenómeno monetario. No importa si la Misión de dicho organismo al visitar estos paí­ses encuentran una inflación baja o alta, las recetas son las mismas (congelar salarios, disminuir gasto público, aumentar la tasa de polí­tica monetaria, aumentar impuestos y el encaje, devaluar, etc.).

El argumento detrás de dicho dogma es que la autoridad monetaria, contrario a lo que sucedió con el enfoque heterodoxo aplicado en Latinoamíérica, que incorpora elementos de la teorí­a keynesiana y estructuralista cepalina, no puede al mismo tiempo- en el mediano y largo plazo- reducir la inflación y aumentar el producto y el empleo , ya que son objetivos contrapuestos, aunque en el corto plazo se evidencie cierto grado de complementariedad por la existencia de recursos ociosos y el control de la inflación.

El problema es el nivel o tasa de inflación que se espera alcanzar con las polí­ticas de estabilización. Para los llamados monetaristas bastardos, o sea aquellos que están a favor de utilizar el dogma monetario pero a costa de un mayor endeudamiento de la economí­a y corrupción, tal como sucedió en Honduras durante el periodo de gobierno de Porfirio Lobo Sosa (2010-2013), la tasa de inflación debe ser menor de 5%, dos puntos arriba de la llamada tasa natural recomendada por los monetaristas tradicionales para economí­as de mayor desarrollo. Según este argumento, arriba de ese 5% es una señal que la economí­a se está calentado por un mayor díéficit fiscal causado por un exceso de gasto alimentado por más endeudamiento. Hay que contraer el gasto para reducir el díéficit y esterilizar dinero del endeudamiento con la intervención del Banco Central. Pero, además, la mayor inflación es un sí­ntoma de perdida de competitividad de las exportaciones con sus principales socios comerciales que presiona por un ajuste cambiario.

La virtud del ajuste heterodoxo reside en lograr una estabilización gradual de la economí­a de un paí­s latinoamericano sin inducir a una recesión con caí­da de la inversión, empleo y PIB. Entre otros argumentos, ello es más favorable ya que con el aumento del empleo y el PIB se cumplen otros objetivos como la reducción de la pobreza y el aumento de los ingresos para el fisco que sirven para cubrir los gastos de inversión (aumento del ahorro interno).

En Honduras, reciíén la Misión del FMI ha empezado la revisión del Artí­culo IV, donde el alto díéficit fiscal cerca de 8% del PIB y el sobreendeudamiento público total (45% del PIB) son dos de los principales desequilibrios a enfrentar. Las autoridades de gobierno buscan alcanzar ¿lo más pronto? un acuerdo con dicho organismo que permita tener acceso a unos 250 millones de dólares y los fondos de apoyo presupuestario y balanza de pagos. Agregado a ello, se estima que el crecimiento del PIB será menor de 3% y la inflación arriba del 6% por el impacto del aumento del precio de los hidrocarburos, alimentos y los problemas de cambio climático que afectará la cosecha de granos básicos.

No cabe duda que las exigencias del FMI se focalizarán en aquellas acciones orientadas a disminuir el díéficit fiscal, reducir gastos, despedir empleados públicos, congelar salarios y mejoras en la recaudación fiscal para equilibrar el díéficit primario. El gobierno aprobó la Ley de Ordenamiento de las Finanzas Públicas, Control de las Exoneraciones y Medidas Anti Evasión, para aumentar los ingresos tributarios en el orden de los 10,500 millones de lempiras, pero todaví­a en el lenguaje del dogma monetario, ello no es suficiente y se necesita disminuir el gasto aun más y frenar la corrupción. Otra medida es la aceleración de la devaluación, ya que en teorí­a reduce el gasto y aumenta competitividad, aunque autoridades del Banco Central no lo consideren apropiado-por el momento- dado el nivel reservas internacionales y los efectos negativos de la devaluación en los ingresos de la población que depende de un sueldo o salario.

Economistas independientes y ex funcionarios de la Secretaria de Finanzas esperan que el ajuste de las finanzas públicas recomendado por el FMI sea gradual, no tipo shock. Implica entre otras medidas, liberalizar recursos para financiar el gasto de inversión pública y estimular la generación de empleo y un mayor crecimiento del PIB. Caso contrario, el ajuste tendrá un sesgo recesivo tal como ha venido sucediendo con aumento del desempleo, un PIB raquí­tico y píérdida del ahorro nacional. El principal obstáculo para ello, será la resistencia del propio FMI para que se establezca un lí­mite al monto de pago del servicio de la deuda, estimado en cerca de 30,000 millones de lempiras para 2104.


Suerte en sus vidas…


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