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Autor Tema: La salud de las economí­as emergentes…  (Leído 90 veces)

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La salud de las economí­as emergentes…
« en: Abril 30, 2014, 05:48:48 pm »
Por… Lula Da Silva

 


Cambio de actitud. El ritmo de recuperación de la economí­a global, aún lento, y su fuerte costo social, de manera particular en los paí­ses desarrollados, requieren de un valiente cambio de actitud.

En los últimos meses han surgido en los medios internacionales de prensa algunos juicios precipitados y superficiales sobre el inevitable declive económico de los llamados paí­ses emergentes y su supuesta “fragilidad”.

Los que expresan esas ideas no entienden el alcance de las transformaciones de las últimas díécadas ni el verdadero significado del salto histórico que han dado paí­ses como China, India y Brasil, junto a Turquí­a y Sudáfrica, entre otros. No ven que la economí­a de dichos paí­ses, además de haber crecido de forma extraordinaria, ha dado un cambio cualitativo.

Las naciones emergentes ahora tienen una economí­a mucho más diversificada, eficiente y profesional que en el siglo pasado, así­ como más rigurosa y prudente desde el punto de vista macroeconómico, en particular con respecto a las polí­ticas fiscal y monetaria. Esos crí­ticos no tienen en cuenta que las economí­as emergentes han reducido sistemáticamente su vulnerabilidad interna y externa y hoy están mucho mejor preparadas para enfrentar las oscilaciones de la economí­a mundial. Aplicar criterios obsoletos, de díécadas pasadas ––los estereotipos sobre los eternos males del Tercer Mundo–– para evaluar su estado actual significa subestimar su solidez y potencial de crecimiento.

Teniendo en cuenta los enormes errores de evaluación cometidos en 2008, cuando muchos analistas consideraban que grandes empresas estadounidenses y europeas, que estaban al borde de la quiebra, eran modelo de solidez y competencia, considero recomendable que sean más objetivos al establecer sus diagnósticos y, principalmente, sus pronósticos.

Si hay una lección que podemos aprender de la crisis ––que no surgió en la periferia, sino en el corazón del sistema económico mundial–– es que al evaluar las economí­as y el destino de los paí­ses se debe evitar tanto los elogios inconsistentes como el alarmismo sin fundamentos. La búsqueda equilibrada de la verdad es siempre el mejor camino. Y eso presupone examinar de cerca, meticulosamente y sin prejuicios la economí­a real de cada paí­s.

Es obvio que los paí­ses emergentes no están ni nunca han estado exentos de retos. Integrados al mercado mundial, ellos tienen que lidiar con las consecuencias del mayor o menor dinamismo de la economí­a. Pero ya no dependen únicamente de las exportaciones que, a pesar de la crisis, mantuvieron niveles muy significativos. Los paí­ses emergentes generaron mercados internos fuertes, que tienen un enorme horizonte para expandirse. La recuperación de la economí­a de Estados Unidos y de Europa no reduce los atractivos de estas economí­as para los inversionistas extranjeros, que siguen mostrando interíés. Las economí­as desarrolladas necesitan, ahora más que nunca, mercados en crecimiento para vender su producción, y tales mercados se encuentran principalmente en Asia, Amíérica Latina y ífrica. Está de más decir que el crecimiento norteamericano y europeo tiende a favorecer el comercio mundial como un todo.

El ritmo más lento de crecimiento de los emergentes se suele ilustrar con el ejemplo de China, que llegó a crecer a 14 por ciento anual y hoy lo hace a siete por ciento. Es evidente que, con la desaceleración de los paí­ses ricos, China no podí­a mantener la misma velocidad de expansión. Lo que algunos olvidan, no obstante, es que hace diez años el PIB chino era de cerca de 1,6 billones de dólares y hoy es de casi nueve billones. La tasa de crecimiento es menor, pero sobre una base muchí­simo más grande. Asimismo, dejó de ser un paí­s casi exclusivamente exportador para fortalecer su mercado interno, lo cual demanda nuevas importaciones. Por otra parte, gracias a las robustas cuentas de ahorro y las reservas acumuladas, China se ha convertido en una importante fuente de inversiones externas en Asia, ífrica y Amíérica Latina.

Aunque sus economí­as sean más chicas que la china, los demás emergentes, con diferente ritmo de crecimiento, pero siempre creciendo, tambiíén ofrecen motivos de optimismo. Es el caso de Brasil, que se está ajustando bien al nuevo escenario internacional y tiene condiciones reales no solo de mantener sus conquistas económicas y sociales, sino de seguir avanzando.

Los datos de la economí­a brasileña hablan por sí­ mismos. En la última díécada Brasil se transformó en un nuevo paí­s en varios sentidos. El PIB, que en 2003 era de 550 mil millones de dólares, hoy supera 2.1 billones de dólares. Somos hoy la síéptima economí­a del mundo. El comercio exterior saltó de 119 mil millones a 480 billones de dólares al año. El paí­s es uno de los seis principales destinos de inversiones extranjeras directas, recibiendo 63 mil millones de dólares solamente el año pasado. Además, es un importante productor de automóviles, maquinaria agrí­cola, celulosa, aluminio y aviones; es lí­der mundial en carnes, soya, cafíé, azúcar, naranja y etanol.

La inflación, que era de doce por ciento en 2002 y bajó a 5.9 por ciento en 2013, se ha mantenido por diez años consecutivos dentro de los lí­mites establecidos por la autoridad monetaria, pese al crecimiento acelerado. La deuda pública neta se redujo casi a la mitad: de 60.4 por ciento a 33.8 por ciento del PIB. Desde 2008, Brasil presenta un superávit primario anual de 2.58 por ciento como promedio ––el mejor desempeño entre las grandes economí­as. La presidenta Dilma Rousseff acaba de anunciar un esfuerzo fiscal necesario para mantener la trayectoria de reducción de la deuda en 2014. Con 376 mil millones en reservas ––diez veces más de lo que tení­amos en 2002, Brasil ahora es capaz de enfrentar las oscilaciones de la economí­a mundial ajustando el tipo de cambio sin turbulencias ni artificios.

Brasil hubiera avanzado aún más si el impacto de la crisis sobre el críédito, el tipo de cambio y el comercio global no hubiera sido tan fuerte. La recuperación de EU es una excelente noticia, pero en este momento la economí­a mundial refleja la retirada de los estí­mulos de la Reserva Federal. A pesar de esa coyuntura adversa, el PIB aumentó 2.3 por ciento en 2013, uno de los mayores crecimientos en el G-20 que han anunciado los indicadores. Lo más notable es que, desde 2008, mientras en el mundo se perdieron 62 millones de empleos, según la Organización Internacional del Trabajo, en Brasil se generaron 10.5 millones de nuevos puestos. La tasa de desempleo es la más baja de nuestra historia. Para mí­, no existe indicador más robusto de la salud de una economí­a.

En los últimos años, Brasil se ha empeñado considerablemente para ampliar y modernizar su infraestructura. Hemos aumentado la capacidad energíética de 80 mil MW a 122 mil MW y estamos construyendo tres grandes hidroelíéctricas. Además, el gobierno lanzó un amplio programa de concesiones de puertos, aeropuertos, carreteras, ví­as hidráulicas, generación y distribución de electricidad por un monto de más de 170 mil millones de dólares.

Recientemente me reuní­ con inversionistas en Nueva York, a los que expliquíé cómo se está preparando Brasil para dar pasos aún más largos en esta nueva fase de la economí­a mundial. Constatíé que tienen una visión tan realista como positiva del paí­s y de su potencial de crecimiento. Y continuarán invirtiendo en Brasil. Estoy seguro de que obtendrán buenos resultados y crecerán con nuestro pueblo. El nuevo papel que han asumido los paí­ses emergentes en la economí­a global no es algo efí­mero ni transitorio. Llegaron para quedarse. Su fuerza evitó que el mundo se hundiera, a partir de 2008, en una recesión generalizada. Y no será menos importante para que la economí­a vuelva a entrar en un ciclo de crecimiento sostenido.


Suerte en sus vidas…


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 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...