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Autor Tema: LA SANGRE COMO VEHICULO DEL EGO.  (Leído 405 veces)

Scientia

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LA SANGRE COMO VEHICULO DEL EGO.
« en: Mayo 06, 2014, 10:03:53 pm »
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LA SANGRE COMO VEHICULO DEL EGO.
Desde la infancia hasta los catorce años, la míédula de los huesos no forma todos los corpúsculos sanguí­neos. La mayorí­a de ellos los suministra la glándula thymus, que es mayor en el feto, y gradualmente va disminuyendo conforme se va desarrollando la facultad individual del producir sangre, al crecer el niño. La glándula thymus contiene, por así­ decirlo, cierta existencia de corpúsculos proporcionados por los padres y, por consiguiente, el niño que toma la sangre de esa fuente no comprende su individualidad.
Hasta que el niño mismo no haga su sangre, no pensará de sí­ mismo como que es un “yo”, pero cuando la glándula thymus desaparece a los catorce años, entonces el sentimiento del “yo” se expresa completamente, pues entonces la sangre es producida y dominada enteramente por el Ego. Lo siguiente hará clara esta idea del cuerpo vital, y que dicho cuerpo vital se liberta a los siete años, y su lógica: Debe recordarse que la asimilación y el crecimiento dependen de las fuerzas que obran sobre el polo positivo del í‰ter Quí­mico cuando ya está formado y maduro.

íšnicamente el í‰ter Quí­mico es el que está completamente maduro en ese entonces, debiendo las otras partes madurar más. A los catorce años el í‰ter de Vida del cuerpo vital, que es el que efectúa la propagación, madura por completo. En el intervalo de los siete a los catorce años la asimilación excesiva ha almacenado cierta cantidad de fuerza que se dirige a los órganos sexuales y que está dispuesta cuando nace o se libera el cuerpo de deseos.
Esta fuerza sexual se almacena en la sangre durante el tercer perí­odo de siete
años, y entonces es cuando el í‰ter Luminoso, que es el productor de la sangre caliente, se desarrolla y gobierna el corazón, de manera que el cuerpo no estíé demasiado frí­o ni demasiado caliente. En la infancia la sangre alcanza a veces temperaturas anormales.

Durante el perí­odo de crecimiento excesivo se produce frecuentemente lo contrario, pero en el joven cuya cabeza estíé demasiado caliente, la pasión y el temperamento pueden muchas veces arrojar fuera al Ego, debido al excesivo calor de la sangre. Con mucha propiedad decimos generalmente que tal temperamento es hirviente y describí­mosle así­ como si la persona referida hubiera “perdido la cabeza”, es decir, que se ha hecho incapaz de pensar. Esto es exactamente lo que ocurre cuando la pasión, la ira o la ansiedad sobrecalientan la sangre, lo que arroja al Ego fuera de sus cuerpos. Cuando
decimos de una persona en tal estado que “ha perdido todo dominio de sí­ misma” la descripción es completamente exacta. El Ego está realmente fuera de sus vehí­culos, los que se mueven, sin ton ni son, independientes de la guí­a del pensamiento, parte de cuya tarea es refrenar los impulsos. El gran y terrible peligro de tal suceso es que antes de que su propio poseedor penetre nuevamente dentro de su cuerpo, alguna entidad desencarnada puede tomar posesión de íél y conservarlo. Esto es lo que se llama obsesión.

Solo el hombre que se mantiene frí­o, que no permite que un calor excesivo de
su sangre lo arroje de sus vehí­culos, es el que puede pensar propiamente. Como prueba de que el Ego no puede obrar en el cuerpo cuando la sangre está demasiado caliente o demasiado frí­a, llamamos la atención al bien conocido hecho de que el calor excesivo produce somnolencia y si pasa de cierto lí­mite arroja al Ego fuera de su cuerpo, quedándose íéste dormido e inconsciente. El frí­o excesivo tiene tambiíén la misma tendencia. íšnicamente cuando la sangre tiene la temperatura normal puede emplearla el Ego como vehí­culo de conciencia.
Para mostrar más la conexión del Ego con la sangre, puede mencionarse el calor
producido cuando uno se ruboriza o avergí¼enza, lo que evidencia que la sangre sube a la cabeza, sobrecalentando al cerebro y paralizando el pensamiento. El miedo es el estado en que el Ego trata de defenderse contra algún peligro exterior. Entonces atrae la sangre al centro y por consiguiente empalidece, debido a que la sangre ha abandonado la periferia del cuerpo y ha perdido calor, paralizando esto tambiíén el pensamiento. Su sangre se “hiela”, tiembla y los dientes castañetean, en la misma forma que cuando la
temperatura ha bajado debido a condiciones atmosfíéricas. La fiebre, el exceso de calor,produce el delirio.

La persona sanguí­nea, cuando la sangre no es demasiado caliente, es activa
mental y corporalmente, mientras que la persona aníémica es displicente. En la una el Ego tiene mayor dominio; en la otra, menor. Cuando el Ego necesita pensar, atrae sangre con la temperatura necesaria al cerebro. Cuando una comida copiosa o pesada centraliza la actividad del Ego en los órganos digestivos, el hombre no puede pensar: está soñoliento.

Los antiguos escandinavos y escoceses reconocí­an que el Ego estaba en la
sangre. Ningún extranjero podí­a asociarse con ellos hasta que habí­a “mezclado su sangre” con la de ellos, haciíéndose así­ uno de los suyos. Goethe, que era un iniciado, tambiíén lo dice en su “Fausto”. Fausto va a firmar un pacto con Mefistófeles y pregunta:
“¿Por quíé no firmar con tinta ordinaria? ¿Por quíé usar sangre?” Y Mefistófeles contesta: “La sangre es una esencia muy especial”. El sabe que quien tiene la sangre tiene al hombre; que sin sangre caliente el Ego no puede expresarse.
El calor apropiado para la expresión real del Ego no está presente hasta que la
mente ha nacido de la Mente Concreta Macrocósmica, cuando el individuo tiene unosveintiún años.
En el presente estado de desarrollo de la humanidad, el hombre atraviesa esos
diversos grados en cada ciclo de vida, de un nacimiento al siguiente.