Por... SYLVIE CORBET
PARIS -- Las regiones administrativas de Francia —como Normandía, Alsacia, Borgoña y otras— son desde hace siglos parte de la identidad de los ciudadanos de este país caracterizado por la diversidad. Ahora, la fusión de varias de ellas parece una manera lógica de reducir los gastos burocráticos, y los franceses la apoyan... siempre que no afecte a la propia región.
La propuesta del nuevo primer ministro de reducir las regiones a la mitad para el 2017 provoca fuertes disputas, sobre todo en zonas de fuerte identidad histórica.
Una encuesta indica que el 68% de los franceses creen que la medida es necesaria, pero el 77% rechaza la desaparición de su propia región. La encuestadora LH2 interrogó a 5.111 personas en todo el país durante febrero y marzo. El margen de error fue de 1,4 puntos porcentuales.
"Aquí sabremos quiíénes son los verdaderos reformistas y quiíénes son los conservadores", dijo días atrás el presidente Francois Hollande en un discurso televisado. Hollande quiere modificar su imagen de hombre temeroso de aplicar las reformas de reducción de costos que muchos economistas consideran necesarias para que la nación prospere.
La reforma regional es una idea que viene de antaño. El gobierno derechista anterior la estudió, pero se estrelló contra la dificultad de lograr consenso sobre el nuevo mapa.
Las numerosas divisiones territoriales de Francia —22 regiones, más de 100 departamentos y no menos de 36.000 municipios— llevan el mote de "milhojas", por el postre de hojaldre y crema.
El gobierno quiere reducir el número de regiones a 11 o 12, aunque la división precisa aún no ha sido resuelta. La medida no afectaría los territorios de ultramar.
La propuesta ha despertado el apego de los franceses a sus regiones, y en algunos casos la fuere aversión a compartir las autoridades con sus vecinos.
En la región oriental de Alsacia, en la frontera con Alemania, el 61% de los encuestados se opuso a la fusión con Lorena, profundamente afectada por la decadencia de sus industrias minera y metalúrgica.
"Si sucede, estaremos en camino de destruir nuestro derecho local, que en la actualidad nos da dos feriados públicos más y mejor atención míédica", dijo Jean Muller, de 55 años, vecino de Estrasburgo, la capital alsaciana. Alsacia heredó su legislación local de Alemania, de la que fue parte hasta el fin de la Primera Guerra Mundial.
En otros lugares, el plan brinda una oportunidad de corregir lo que algunos locales consideran errores de la historia.
Unas 10.000 personas se congregaron el mes pasado en Nantes, ciudad de la región Pays de la Loire, para pedir su paso a Bretaña. Se ha convocado a una nueva concentración para el martes 13.
Nantes fue parte de Bretaña hasta la reforma de 1956 que creó las regiones actuales. Pero la cultura bretona persiste en la cocina, las danzas tradicionales y otros aspectos.
En Normandía surgieron temores de que el famoso monasterio de Mont Saint-Michel pasara a Bretaña. Objeto de una larga disputa entre las dos regiones, el monasterio recibe 3 millones de visitas al año.
Algunas regiones parecen dispuestas a unirse. Un caso es el de Borgoña y el Franco Condado en el este. El titular de la región de Borgoña, Francois Patriat, dijo en conferencia de prensa que el objetivo era reducir costos y atraer inversiones empresarias.
"Las dos regiones tienen una fuerte identidad; no hay motivos para que desaparezca", dijo su contraparte del Franco Condado, Marie-Guite Dufay. "No tocaremos nuestro queso comtíé, nuestro vino ni nuestra salchicha de Morteau".