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Las relaciones tóxicas de pareja
Dentro del universo de las relaciones interpersonales que mantenemos contamos con las que nos enriquecen, las que no nos cambian y las que, de una forma u otra, nos empobrecen. Son íéstas las que denominamos relaciones tóxicas y pueden afectar a nuestras relaciones sociales, relaciones laborales o, lo que es peor, nuestra relación de pareja.
Debemos tener en cuenta que la toxicidad rara vez se establece con un único ingrediente. Simplificando, podemos decir que siempre existe un miembro que envenena pero además existe otro que se deja envenenar. De la misma manera que, como decimos en España, “dos no discuten si uno no quiere†hacen falta dos para que la intoxicación se produzca.
Cuando pensamos en una relación tóxica enseguida pensamos en personas narcisistas por su egolatría e incapacidad de amar, borderline por su inestabilidad e impulsividad, obsesivas por su tendencia al control y las rutinas, histriónicas por su dramatización y conductas manipuladoras, esquizoides por su extravagancia y aislamiento, explosivas por sus conductas violentas, paranoides por sus frecuentes celos y autoritarismo, como personalidades emanantes de toxicidad. Y es incuestionable que tales personalidades resultan tóxicas para una relación pero debemos reconocer que cualquier intoxicación deriva no solo del tóxico sino tambiíén de la duración de la exposición a íéste. Y es ahí donde entran en juego nuestras características personales, necesidades inconscientes y aspectos neuróticos.
Cualquier animal desecha un alimento en mal estado y guarda en su memoria su aspecto para no volver a ingerirlo. Pero nosotros, como dijimos en el post sobre la compulsión a la repetición, muchas veces nos envenenamos con algo y lo volvemos a tomar por necesidades inconscientes de las que no somos dueños. Es un hecho que expone con maestría la directora española de cine Iciar Bollaín en la película “Te doy mis ojos†que interpretan maravillosamente Laia Marull y Luis Tosar. En ella, una mujer mantiene una relación en la que es maltratada reiteradamente por su marido dejándose seducir a la vez por sus aspectos depresivos de desvalimiento y sufriendo sus agresiones como efectos colaterales derivados de su necesidad de protegerle.
De la misma manera que no podemos cambiar el pasado de la persona con la que estamos nunca podemos cambiar las características de su personalidad que nos resulten tóxicas. Lo único que podemos y debemos hacer es evitarla y protegernos de su toxicidad. Para ello tenemos que haber aprendido a lo largo de nuestra vida a manejar nuestros afectos, solo así podremos renunciar a aquello frente a lo que desarrollamos un vínculo de dependencia. Nos cuesta renunciar a nuestro primer amor pero cuando maduramos nos cuesta mucho menos renunciar a una pareja estíéril o tóxica. Si algo nos lo impide es un aspecto de nosotros que ha envejecido pero no ha madurado
Una relación adulta es una relación de intercambio y mutuo enriquecimiento. Es una relación en la que no cabe la parasitación, la dependencia ni la toxicidad. Somos seres dinámicos, aprendemos y nuestra experiencia nos cambia. Eso hace que la relación de pareja tambiíén sea algo dinámico pues está sujeto a los cambios individuales de cada miembro. Es decir, la evolución de una pareja puede ser paralela o por el contrario, divergente. Y cuando comience esa divergencia no debemos obstinarnos en seguir esperando lo que necesitamos o lo que en el pasado obtuvimos del otro. Por el contrario, debemos ver su evolución, decidir si es compatible con la nuestra y tomar una opción.
Como decía un viejo fandango de Cádiz:
“Como quieres que te quiera
como la primera vez
si no soy el hombre que era
ni tú la misma mujer
el tiempo cambia a cualquieraâ€