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Autor Tema: El descrecimiento, matriz de alternativas respetuosas...  (Leído 105 veces)

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El descrecimiento, matriz de alternativas respetuosas...
« en: Mayo 24, 2014, 11:35:35 am »
Por...  Miguel Valencia




Resumen de los ocho objetivos de las alternativas de descrecimiento: la 8Rs de Serge Latouche   

 
El descrecimiento responsabiliza al pensamiento económico moderno del colapso social, ambiental, polí­tico y simbólico del mundo en que vivimos; le imputa la creación de una economí­a que funciona fuera del control social, con autonomí­a; le imputa la colonización del imaginario social, por medio de subsistemas, como la escolarización, los medios , las tecnologí­as de consumo personal( autos, celulares, televisores, etc)  y crear así­ nuevos valores económicos, economistas, economicistas que destruyen los fundamentos de la convivencia humana y los bienes comunes. La descolonización del imaginario social se convierte, pues, en condición sine que non  previa a la creación de alternativas de descrecimiento.  Como tal, el descrecimiento no es una alternativa, es más bien una crí­tica feroz a la economí­a y a la vez una matriz que autoriza la formulación de una gran abundancia de alternativas concretas, a la medida de la situación ecológica y social de cada comunidad, región o nación. No hay que olvidar que toda propuesta concreta o contrapropuesta es necesaria y problemática al mismo tiempo. El descrecimiento rechaza  vigorosamente la idea del desarrollo, así­ se le pinte de sustentable o humano, y somete a muy severo juicio a las sociedades de mercado, sin embargo, evita embarcarse en debates sobre las alternativas con quienes fijan las reglas del debate: los defensores del sistema económico quienes han rechazado desde hace muchos años las muy válidas propuestas de cambio que se han presentado en el mundo; según Serge Latouche[1], el informe de 1975 de la fundación Dag Hammarskjold ¿Quíé Hacer? contiene ya, una buena parte de la agenda del descrecimiento. Se dice que una alternativa realista es una expresión casi antinómica. Las propuestas de descrecimiento son inevitablemente utópicas mientras las circunstancias no hacen ineluctable su realización. La crí­tica radical exige soluciones no menos radicales aunque sean muy difí­ciles de aplicar, y no por ello renuncia a realizar todo esfuerzo posible para adoptar las medidas concretas que implican; consecuentemente, el descrecimiento rechaza las propuestas concretas “llave en mano”, como lo  son las propuestas desarrollistas, en cambio presenta utopí­as motrices y creativas, capaces de abrir espacios cerrados y perspectivas bloqueadas.
 
La construcción de una sociedad de descrecimiento es necesariamente plural y persigue la evolución hacia modos de vida colectivos que no den privilegio al bienestar material, ya que inevitablemente destruye el ambiente y el lazo social. En su libro Le Pari de la decroissance, Serge Latouche propone una ruptura con el modelo o sistema que padecemos, por medio de un programa radical que sintetiza en 8 Rs: revalorizar, reconceptualizar, reestructurar, redistribuir, relocalizar, reducir, reutilizar, reciclar. Latouche nos dice[2]Estos objetivos interdependientes son susceptibles de desencadenar un cí­rculo virtuoso de descrecimiento sereno, convivial y duradero… No faltarán algunos que vean en este recurso sistemático al prefijo “re” la huella de un pensamiento reaccionario o la voluntad romántica o nostálgica de un regreso al pasado. … Digamos simplemente que… los objetivos que propongo participan lo mismo de la revolución que una vuelta al pasado; implican el cambio de dirección y la innovación al igual que la repetición. Si hay reacción, se debe a la desmesura, al  hubris del sistema que se traduce, según Jean Paul Besset en tantos “sobre” donde yo verí­a un “re”: “sobreactividad, sobre desarrollo, sobreproducción, sobreabundancia, sobrebombeo, sobrepesca, sobreconsumo, sobrecomunicación, sobre circulación, sobremedicalización sobre endeudamiento, sobre equipamiento…” 
 
“Con respecto a las sociedades del Sur, el decrecimiento como objetivo no está en el orden del dí­a de ellas en los mismos tíérminos: si bien están invadidas por la ideologí­a del crecimiento, en su mayorí­a no son todaví­a “sociedades de crecimiento”; intentar el descrecimiento en estos paí­ses implica desdesarrollarse; es decir: eliminar los obstáculos a la expansión de las sociedades autónomas y desencadenar un movimiento en espiral para poner en órbita el cí­rculo virtuoso de las 8Rs del decrecimiento sereno, convivial, sustentable. Este esquema teórico común esboza un objetivo deseable que no excluye desde luego las modalidades de la puesta en acción, las etapas, los compromisos y las transiciones...
 
En este artí­culo presentamos un resumen de los objetivos propuestos por  Serge Latouche, la famosas 8Rs, que se describen en la Segunda Parte de su libro Le Pari de la decroissance, capí­tulos 6 al 9.
 
Revalorización
 
De acuerdo a Latouche[3] “Pasar del infierno del crecimiento insustentable al paraí­so del decrecimiento convivial presupone un cambio profundo en los valores en los que creemos y sobre los que organizamos nuestra vida.   Jean Paul Besset nos advierte “La humanidad entera comulga en la misma creencia. Los ricos la celebran, los pobres aspiran a ella. Un solo dios, el Progreso, un solo dogma, la economí­a polí­tica, un solo edíén, la opulencia, un rito único, el consumo, una sola plegaria: Crecimiento nuestro que estás en los cielos…. En todas partes, la religión del exceso, la  reverencia a los mismos santos-desarrollo, tecnologí­a, mercancí­a, rapidez, frenesí­ -, persigue a los mismos herejes-los que rechazan el rendimiento, la productividad-, dispensa una misma moral- tener, nunca es suficiente, abusar, jamás es demasiado, tirar, sin contención, despuíés recomenzar de nuevo y siempre. Un espectro los persigue en las noches: la caí­da del consumo. Una pesadilla los obsesiona: los cambios bruscos e imprevistos del producto interior bruto”[4]. Ingmar Granstedt escribe “se han vuelto valores positivos y principales la agresividad, el cinismo del golpeador, la seducción manipuladora, la capacidad de dar golpes cada dí­a más bajos, la indiferencia al sufrimiento de los otros, cercanos y lejanos, sin hablar de la complacencia del consumidor irresponsable[5] . A partir de allí­, se ve inmediatamente quíé valores deben colocarse por delante, los que deben colocarse por encima con respecto a los valores dominantes de hoy en dí­a: el altruismo deberí­a estar colocado  sobre el egoí­smo, la cooperación sobre la competencia desenfrenada, el placer del ocio y el ethos del ludismo sobre la obsesión del trabajo, la importancia de la vida social sobre el consumo ilimitado, lo local sobre lo global, la autonomí­a sobre la heteronomí­a, el gusto de obra bella sobre la eficiencia productivista, lo razonable sobre lo racional, lo relacional sobre lo material, etc.
 
La dificultad de esta necesaria revalorización proviene en gran medida del hecho que el imaginario dominante es sistíémico. Esto significa que el sistema (en particular el sistema económico)  suscita y estimula los valores actuales y que a su vez  contribuyen a reforzarlo. Es necesario ir mas adelante y poner en cuestión aquello que está atrás de este sistema portador de valores como es la concepción del tiempo, del espacio, la vida, la muerte, etc... El discurso del descrecimiento supone entonces, de acuerdo a la formula de Jacques Ellul, “un estrechamiento del espacio preludia su intensificación humana[6]. Es necesario un descentramiento cognoscitivo. Es indispensable La desconstrucción del progreso, del progresismo. Se trata de valorizar el “regreso/dolor por la píérdida” y la regresión, dicho de otra forma, proceder a lo que Raimon Panikkar llama “metanoia” (regreso/arrepentimiento/ recuerdo doloroso de las faltas, “dejar atrás lo mental más que un cambio de mentalidad”[7] según Robert Vachon) previo al “desarmamiento”[8]  cultural de Occidente que preconiza. En sí­ntesis, revalorizar presupone reencuadrar y reconceptualizar al mismo tiempo que repensar la educación.
 
La muy necesaria revalorización debe a mi juicio suponer la revalorización de  la Naturaleza, hoy muy despreciada, a pesar de tantas pelí­culas, documentales, libros, conferencias, discursos  dedicados a  exaltarla. Se requieren acciones concretas radicales para eliminar los valores  depredadores dominantes. 
 
Reconceptualizar[9]
 
Reconceptualizar o redefinir/redimensionar se impone, por ejemplo, para los conceptos de riqueza y de pobreza, pero, tambiíén para esa pareja infernal, fundadora del imaginario económico, escasez/abundancia, que se urgente desconstruir. Como lo han demostrado Ivan Illich y Jean Pierre Dupuy, la economí­a transforma la abundancia natural en escasez por medio de la creación artificial de la falta y de la necesidad a travíés de la apropiación de la naturaleza y su mercantilización[10] … Se requiere una revolución cultural en el verdadero sentido del tíérmino. Pero, como lo dice muy bien Castoriadis, “para que se produzca tal revolución, hace falta que hayan cambios profundos en la organización psicosocial del hombre occidental, en su actitud hacia la vida, en su imaginario. Es necesario que la idea de que la única finalidad de la vida es la de producir y consumir más- idea absurda y a la vez degradante- sea abandonada. Eso solo lo pueden hacer los hombres y las mujeres. Un solo individuo, o una organización, no pueden sino preparar, criticar, incitar, esbozar orientaciones posibles”[11]
 
Para intentar pensar una salida del imaginario dominante, es necesario regresar sobre la forma como se ha entrado en íél. Dicho de otra forma, si se quiere saber cómo quitarse  el martillo que se trae en la cabeza, es necesario saber cómo llegó allí­ y de que está hecho. ¿De quíé está hecho?  Se duda algo. En lo esencial, hoy en dí­a el martillo es económico, economista o economicista. Es la ideologí­a del crecimiento, del desarrollo, del consumismo, del pensamiento único. Falta comprender como llegó allí­ y como podrí­a salir…
 
¿Cómo han sido colonizados nuestros espí­ritus? Me parece que la colonización de los espí­ritus adopta tres formas principales: la educación, la manipulación mediática, el consumo cotidiano o el modo concreto de vida.
 
La educación (la paideia, como lo decí­a Aristóteles) es lo que permite al niño volverse adulto, un ciudadano, una persona. Es lo que nos da los medios de afirmarnos y resistir a las tentativas de  colonización mental. En lo esencial, en las sociedades modernas la educación pasa por una institución, la escuela.  í‰sta ha sido objeto de una severa crí­tica, la de Ivan Illich que permanece de actualidad “La mayorí­a, escribe, aprende en la escuela no solamente la aceptación de su suerte, sino el servilismo”[12]  Por lo que concierne al fracaso escolar, inscrito en la lógica de la institución, representa “el aprendizaje de la insatisfacción” “ Las escuelas, adivierte Illich, son parte de una sociedad en la que una minorí­a está a punto de volverse tan productiva que es necesario formar  a la mayorí­a a un consumo disciplinado”. Para Illich, la conclusión se impone: es necesario “desescolarizar”  la sociedad. Pero ¿cómo salir si los educadores están ellos mismo mal educados?                       
 
Hanna Arendt, en sus ensayos sobre la educación y la formación, muestra la enorme responsabilidad de los adultos  en ellas…. El mundo que legamos a nuestros hijos y por el cual son “fabricados” esta desgarrado por la violencia, las guerras, una competencia económica sin piedad, en suma, es un mundo profundamente descompuesto. La mayor parte de nuestros contemporáneos  están ellos mismos descompuestos. ¿Cómo pueden “fabricar” niños normales? ¿Cómo la íética de la guerra económica feroz puede coexistir con la íética de la solidaridad, de la gratuidad, del don, que deberí­a animar un mundo fraternal?¿Con el rigor ciudadano y la igualdad que implica el Estado democrático? ¿Cómo, por ejemplo, vamos a educar y “fabricar” a los futuros agentes de la sociedad del mañana? ¿Cuál de estas dos morales –la de los valores dominantes o  la de la alternativa por el descrecimiento- veremos, escucharemos, plebiscitaremos por la medición de televidentes o sobre las ondas?
 
Repensar la “fabricación” de ciudadanos trasciende el tema de la educación sobre todo reducida a la escolaridad. Lo que importa, decí­a Sartre, no es tanto lo que nos han hecho, sino lo que hacemos con lo que se nos ha hecho[13]. La fabricación ciudadana se hace tambiíén o se rehace en la práctica “El sindicato y la cooperativa socialista, escribí­a Marcel Mauss, son los fundamentos de la sociedad futura”. Michea comenta: “en la óptica de un socialismo decente (expresión que para Mauss, como para Orwell más tarde, no podrí­a ser sino un pleonasmo), estas dos formas de organización constituyen, en efecto, dos de los lugares privilegiados de los trabajadores, porque encuentran el momento de desarrollar a un nivel superior sus cualidades morales originales, puede aprender “ahora mismo”(dicho de otra forma, sin tener que esperar que un Futuro Radiante se encargue de su educación) a romper metódicamente con el imaginario utilitarista del mundo capitalista, poniendo en marcha formas de lucha y de vida en común que son ya totalmente compatibles con los valores del desinteríés, de la generosidad y de la ayuda mutua que implica una sociedad socialista[14]. La construcción de una sociedad de descrecimiento se confronta el mismo problema y comparte con el socialismo estos valores.
 
El REPAS (Red de intercambios y prácticas alternativas y solidarias, de la que tambiíén forman parte Ambiance Bois y Ardelaine) y tambiíén el conjunto de experiencias alternativas (AMAP, SEL, Jardins de Cocagne, etc.) son actualmente, conscientemente o sin saberlo, tales escuelas para el descrecimiento sereno.         
 
La manipulación mediática; si para Aristóteles, los muros mismos de la ciudad educan al ciudadano ¿en quíé pueden educar los muros de nuestras ciudades y nuestros suburbios? ¿Puede formar otra cosa que no sean consumidores y usuarios frustrados, o mejor aún, “salvajones” rebeldes, o algo peor? Lo más frecuente,  un urbanismo feo y sin alma, y una publicidad agresiva y omnipresente no contribuirán a forjar personalidades fuertes e independientes capaces de resistir la manipulación mediática y la propaganda polí­tica que se ha convertido en su subproducto.
 
 De acuerdo con el análisis de Jacques Ellul, la información, por su exceso mismo, la “sobreinformación”, se convierte en desinformación y íésta se combina con la publicidad comercial y polí­tica para producir deformación, propaganda y manipulación. Se trata de una verdadera empresa de intoxicación. Ivan Illich, analizaba la creación de necesidades, por medio de la publicidad, como una reificación alienante… “tener sed, escribí­a, es ¡tener necesidad de Coca Cola! Esta clase de reificación es el resultado de la manipulación de las necesidades humanas por grandes organizaciones que han conseguido dominar la imaginación de los consumidores en potencia”[15]
 
Con ciertos medios, la manipulación consciente y sistemática llega a un grado de cinismo difí­cilmente superable , como dan testimonio las tristemente celebres declaraciones de Patrick Le Lay: “Hay muchas maneras de hablar de la televisión, pero, desde una perspectiva “business”, seamos realistas: en la base, la tarea de TF1 (Televisión Francesa) consiste en ayudar, por ejemplo a Coca Cola, a vender su producto; ahora bien, para que un mensaje publicitario sea percibido, es necesario que el cerebro del telespectador estíé disponible. Nuestras emisiones tienen por vocación ponerlo en disponibilidad: es decir: divertirlo, distenderlo para prepararlo entre dos mensajes. Lo que nosotros vendemos a Coca Cola es tiempo de cerebro humano disponible”[16]. .. Hay una manipulación más insidiosa e invisible engendrada por “el aire de los tiempos”. Producida por persona alguna y por todo el mundo a la vez, es parte de nuestro modo de vida.
 
El consumo de lo cotidiano; “Para infiltrarse en los espacios vernáculos, advierte Majid Rahnema, el Homo oeconomicus primitivo adoptó dos míétodos  que conocemos bien, uno de ellos, la acción del retrovirus VIH y el otro, los medios utilizados por los traficantes de drogas”[17]. Se trata de la destrucción de las defensas inmunitarias y la creación de las nuevas necesidades. El primer míétodo es aplicado por la escuela, el segundo por la publicidad. De cualquier forma, es la costumbre la que crea la toxico-dependencia. En efecto, el crecimiento, con el consumismo, ha sido a la vez un virus perverso y una droga.
 
Estimo que la reconceptualización de la escuela, los medios, la comunidad,  la ciudad es una tarea  fundamental de aquellos que trababan en estos campos. Desde luego me pronuncio por la desescolarización y el tecnoayuno preconizados por Ivan Illich.
 
Reestructurar[18]       
 
Reestructurar significa adaptar el aparato de producción y las relaciones sociales en función del cambio de valores…
 
Reestructurar las relaciones sociales de producción
 
Una pregunta aparece en prácticamente cada debate público sobre el descrecimiento: ¿es esto posible sin salir del capitalismo? Ciertos, como Rene Passet, apoyándose en arriesgadas declaraciones de nuestro amigo Edward Goldsmith  y practicando apresuradamente la amalgama, nos reprochan el querer regresar a la sociedad primitiva y a los buenos salvajes (aquí­ junto al capitalismo). Casi siempre, la mayor parte de las crí­ticas (en particular en la zona de influencia de ATTAC) nos acusan de aceptar la explotación capitalista, con el pretexto de que denunciamos la globalización y el crecimiento sin calificarlos explí­citamente, en cada ocasión, de ultra liberales y de capitalistas. “Jean-Marie Harribey, advierte justamente Paul Aries, fundamentalmente nos reprocha cuatro cosas: decrecer sin salir del capitalismo; decrecer sin lí­mites; no ver que es posible otra economí­a no capitalista; renunciar a la perspectiva del pleno empleo.[19]  En realidad, el reproche se dirige al hecho de que tiramos al mismo tiempo que el agua sucia del capitalismo y del neoliberalismo, el bebe del desarrollo, del crecimiento, y de la economí­a. Dicho de otra manera, que nos resistimos a “salvar” el fantasma de una otra economí­a, de un otro crecimiento, de un otro desarrollo(al gusto de keynesianos, públicos, socialistas, humanistas, sustentables….)
 
Si no insisto en la crí­tica especí­fica del capitalismo, es porque me parece inútil profundizar sobre una puerta abierta. Esta crí­tica en lo esencial fue hecha y muy bien hecha por Marx. Sin embargo, no es suficiente hacer la crí­tica del capitalismo, es necesario hacerlo tambiíén para cualquier sociedad de crecimiento. .. “El capitalismo y el socialismo, advierte Jean Paul Besset, compartí­an el mismo valor productivista y(…) si el segundo hubiera triunfado sobre el primero, hubiíéramos llegado a un resultado idíéntico. … Capitalismo más o menos liberal y socialismo productivista son dos variantes de un mismo proyecto de sociedad de crecimiento fundada sobre el desarrollo de las fuerzas productivas dirigido a favorecer la marcha de la humanidad hacia el progreso. “El petróleo socialista, ironiza Paul Aries, no es más ecológico que el petróleo capitalista, el nuclear capitalista no serí­a más auto gestionable. La salida del capitalismo es entonces necesaria pero no es suficiente. Es necesario romper la sociedad productivista y consumista. En suma, es necesario destruir la sociedad industrial. El balance humano y ecológico del “socialismo realmente existente” es al menos tan terrible que el del capitalismo así­ sea ultra liberal[20] …
 
Salir del desarrollo, de la economí­a y del crecimiento,  no implica renunciar a todas las instituciones sociales que la economí­a se ha anexado, como es el caso de la moneda y los mercados, sino encuadrarlas en otra lógica. … Pienso que es importante distinguir entre mercado y los mercados. Los segundos no obedecen nunca a una ley de la competencia pura, ideal y quíé bueno que no sea así­. Incorporan algo del espí­ritu del don que una sociedad de descrecimiento debe reencontrar. …me adhiero totalmente a la concepción de revolución (de Castoriadis): La revolución no significa ni guerra civil ni efusión de sangre. La revolución es un cambio de ciertas instituciones centrales de la sociedad realizada por la actividad de la sociedad misma: la autotransformación explicita de la sociedad condensada en un breve tiempo (...) La revolución significa la entrada de lo esencial de la comunidad en una fase de actividad polí­tica, es decir instituyente. El imaginario social se pone a trabajar y se concentra explí­citamente a la transformación de las instituciones existentes.”[21] El proyecto de sociedad de descrecimiento es en ese sentido eminentemente revolucionario. … La transición entre el sistema capitalista y la sociedad de descrecimiento presentará ciertamente enormes problemas de reconversión del aparato productivo. Sin embargo, el descrecimiento es tambiíén una apuesta sobre  la ingeniosidad humana  para encontrar en el momento llegado, las soluciones.
 
Estimo que el ensayo de actividades alternativas sirve mucho en la construcción de nuevos modos de vida, a pesar de sus errores y fracasos. Opino que el descrecimiento es más fácil de lograr en colectivo que en lo personal; hay que evitar la competencia entre los objetores del crecimiento, por razones más que evidentes.   
 
Redistribuir [22]         
 
La reestructuración de las relaciones sociales es ya ipso facto una redistribución. Redistribuir se entiende como la repartición de las riquezas y del acceso al patrimonio natural entre el Norte y el Sur como al interior de cada sociedad. La redistribución concierne al conjunto de los elementos del sistema: la tierra, los derechos de extracción de la naturaleza, el empleo, los retornos, los retiros, etc.
 
Redistribuir la tierra
 
“El desierto crece, escribí­a Nietzsche hacia el final del siglo XIX”. ¡Maldito aquel que protege el desierto![23] … Muchos millones de hectáreas de bosques desaparecen cada año en humo. .. Todo concurre para el avance del desierto. La especulación inmobiliaria está rápida confusión. . Grandes conjuntos han llenado  las playas, los autos han despanzurrado las colinas y la música tecno de los antros han reemplazado el canto de las cigarras.
 
Reconsiderar el uso de la tierra, base, fundamento de toda cultura humana, será la consecuencia de la revolución mental y estructural. El problema de la repartición del pueblo se presenta en el Sur, con los campesinos sin tierra, pero, tambiíén se presenta en el Norte, sobre todo el plano cualitativo. Se trata de retirar siempre más tierra a la agricultura productivista, a la especulación en los bienes raí­ces, a la huella contaminante del asfalto y del cemento, a la desertificación, y de ofrecer en cambio más a la agricultura campesina, bilógica, respetuosa con los ecosistemas. Esto contribuirá en grande el problema del desempleo deteniendo el íéxodo rural (en particular el Sur) e invirtiendo las tendencias en ciertos casos (en particular el Norte)
 
Redistribuir el trabajo 
 
Abordaremos en el capí­tulo 9 la necesidad de una fuerte disminución del tiempo de trabajo para, entre otras razones, resolver el problema del empleo. Aquí­ trato de indicar el impacto del cambio de estructuras sobre las orientaciones productivas. Esta redistribución de actividades participa de la reconversión y la eliminación  del desempleo. Ya existen hoy en dí­a más de 350,000 empleos verdes en Italia y 4 millones en toda Europa (2005). Imaginíémonos la cantidad de empleos que se pueden crear si pasásemos de una economí­a de depredación a un sistema eco sustentable. En su libro Eco economí­a, Lester Brown encuentra nueva sectores productivos que deberí­an ser desarrollados en una economí­a “solar”, es decir: fundada en energí­as renovables: la construcción de eólicas, la de sus correspondientes turbinas, la producción de celdas fotovoltaicas, la industria de la bicicleta, la producción de hidrógeno, la de sus correspondientes motores, la construcción de metros ligeros, la agricultura biológica y la reforestación. … A diferencia de los antiliberales de la izquierda tradicional que para crear empleos proponen construir hospitales y escuelas, los ecologistas preconizan medidas que se fundamentan en la aplicación de impuestos a las máquinas, la eliminación de impuestos al trabajo, las reformas sobre bienes raí­ces (recrear los campesinos) y trabajos que favorecen los ahorros de energí­a y reducción en el consumo de recursos naturales.
 
Redistribuir los ingresos entre generaciones: ¿cómo regular el problema de las jubilaciones?
 
Hoy en dí­a, el crecimiento es una necesidad polí­tica para resolver este problema dentro de una sociedad de crecimiento, aun si se sabe, como lo ha demostrado muy bien Jean Marie Harribey,[24] que el nudo del problema de las jubilaciones reside en la repartición y no en la producción. En efecto, es más fácil redistribuir las migajas del pastel si íéste aumenta de tamaño. Sin embargo ¿no convendrí­a preguntarse antes de ello si el pastel no está envenenado? En tal caso serí­a más aconsejable reducir la dosis[25].
 
No se trata de hacer funcionar el sistema tal como está, lo que nos condenarí­a en el mejor de los casos a impulsar un social-liberalismo a la moda de Blair, Schroeder, ayer Jospin o Alema hoy Lula. En el mediano plazo, la solución es el cambio de sociedad y las formas de la riqueza.
 
Evidentemente, estas notas sobre la redistribución están lejos de agotar el problema central de la economí­a polí­tica tradicional que desde siempre se interesa casi exclusivamente de la repartición del producto entre los salarios, las utilidades y las rentas. Aun si la cuestión del reparto no se limita solo a ello, este problema es central a justo tí­tulo. El enjuiciamiento del espí­ritu del capitalismo por el descrecimiento no deja de tener consecuencias en el nivel de los ingresos. Permite reintroducir el problema de la justicia en la redistribución del trabajo[26] El regreso a la “desmercantilización” del trabajo es un imperativo… La competencia no debe influir en el precio del trabajo y por lo mismo en la vida de los seres humanos. Es inaceptable reducir los costos por medio de la competencia entre trabajadores para obligarlos a aceptar salarios siempre inferiores a un nivel de vida decente. Si bien se reconoce, aun entre los liberales, que ciertos mercados deben ser regulados, es aun mas importante organizar este impedimento de la competencia entre seres humanos. La drástica reducción de las horas de trabajo, ya consideradas, constituye una primera protección contra la flexibilidad y la precariedad. Al ser una impostura la teorí­a de los economistas del desempleo voluntario, es necesario defender los umbrales mí­nimos de los salarios decentes. Un paso suplementario consistirí­a en hacer  evolucionar el ingreso mí­nimo de inserción o sus equivalentes hacia un verdadero ingreso de ciudadaní­a, desconectando  el ingreso de la obligación de trabajar. Utópico en el contexto actual, esta medida serí­a una verdadera revolución cultural al mismo tiempo que su consecuencia, tanto a nivel regional, nacional, europeo que mundial. 
 
Me parece que debemos difundir profusamente las propuestas que ayudan a redistribuir la tierra y el trabajo en el mundo.       
 
Relocalizar[27]     
 
Por un renacimiento de lo local
 
“Si por ejemplo nosotros, en Varanasi, dejáramos de creer que somos el centro del mundo y que ustedes son perifíéricos, esto serí­a para nosotros el suicidio” Raimon Panikkar[28]
 
De las 8 “R” que configuran un cí­rculo virtuoso en la construcción de una sociedad de descrecimiento sereno (revalorizar, reconceptualizar, reestructurar, redistribuir, relocalizar, reducir reutilizar, reciclar), la revalorización constituye lógicamente la primera acción y la base del proceso. Sin embargo, la relocalización representa a la vez el medio estratíégico más importante y uno de los principales objetivos de este último. Esto traduce de alguna manera la aplicación del viejo principio de la ecologí­a polí­tica: pensar globalmente, actuar localmente.
 
La “relocalización” es un tema recurrente en los discursos polí­ticos y en los medios. Se trata de una aspiración incontestablemente muy compartida entre muchos. Existen aquellos que quieren “vivir y trabajar en el territorio” y además aquellos que simplemente preferirí­an no ver su empresa deslocalizada en el Sudeste asiático o su empleo suprimido a causa de la privatización de los servicios públicos, con el cierre programado del correo, los dispensarios, las corridas secundarias de los ferrocarriles, etc. Si desde el punto de vista económico, lo “local” es ambiguo por el hecho de su extensión geográfica y su variable geometrí­a- de la localidad a la región transnacional, de lo micro a la macro, pasando por lo medio-, de manera univoca esto remite al territorio, es decir al terruño, y más aun a los patrimonios instalados (materiales, culturales, relacionales), luego entonces a los lí­mites, a las fronteras y al arraigo. Analizar el reto local, implica denunciar la impostura de lo local cuando acompaña al desarrollo, con el fin de pensarlo en tíérminos de “postdesarrollo”. La reconstrucción social del territorio no es sólo económica lo es tambiíén en el sentido polí­tico y cultural.
 
El reto de lo local
 
El relativo retiro a lo nacional y sus tutelas en el Norte, engendrado por la mundialización, reactiva lo “regional” y lo “local”. Inclusive se ha creado un vocablo “glocal”” para designar esta nueva articulación entre lo global y lo local. Al aflojar los frenos del dinamismo en la base, este proceso impulsa a veces una recuperación cultural que puede provocar sinergias económicas. Las amenidades, la salud, la educación, el medio ambiente, el alojamiento, los servicios personales se gestionan necesariamente, en efecto, al nivel micro territorial de la cuenca de la vida. Esta gestión de lo cotidiano entraña iniciativas ciudadanas ricas y meritorias para intentar encontrar la huella de lo vivido, del lado de una fracción de la población, excluida, contestataria o solidaria. En Europa y tambiíén en Estados Unidos, Canadá, Australia, se asiste a un nuevo fenómeno: el nacimiento de aquellos que han sido designados como neo agricultores, neo rurales y neo artesanos.         
 
Se ha visto florecer a estos últimos en una mirí­ada de organizaciones no lucrativas (o al menos no exclusivamente lucrativas): empresas cooperativas en autogestión, comunidades agrí­colas, AMAP (asociaciones para la conservación de la agricultura campesina), LETs, (Local Exchange Trade Systems) y SEL (sistemas de intercambios locales), bancos de tiempo, tiempo elegido, empresas públicas de barrio, guarderí­as parentales, boutiques de gestión, ligas de artesanos, agricultura  campesina, bancos íéticos o mutualidades de críédito-riesgo, movimientos de comercio equitativo y solidario, asociaciones de consumidores, empresas de inserción, en suma, toda una nebulosa de economí­a social y solidaria. Las “repercusiones” económicas eventuales de este movimiento son problemáticas. Fuera de los autoempleos, crea sobretodo empleos de servicios (administrativos o servicios a las empresas) de subcontratista o de servicios de proximidad para los residentes, que no son evidentemente el resultado de una dinámica integrada. …
 
Suprimir una escuela de pueblo, una estación ferroviaria, una antena medica rural o una oficina de correo en un pueblo rural, en nombre del desarrollo, de la modernización o de la racionalidad, cualquiera que sean las crí­ticas que se les puedan hacer- y se le deben hacer-por otra parte al sistema escolar, al sistema de salud o a los servicios públicos, significa contribuir a la muerte de lo local y sabotear los esfuerzos de aquellos que luchan para volverles a dar sentido a esos lugares. Es tambiíén, seguramente, una forma de obstaculizar la construcción de una sociedad de descrecimiento y volverse cómplices de la banalidad del mal.       
 
La relocalización económica en el descrecimiento
 
Utilizar la creatividad popular y local y los diversos recursos del territorio para intentar el “redesarrollo” como lo hacen algunas asociaciones más o menos bien intencionadas, significa de alguna manera ir contra la historia y condenarse a un callejón sin salida. Es más bien dentro del marco de un “postdesarrollo” o de un “más allá del desarrollo” y en la construcción de una sociedad de descrecimiento que lo local puede tomar todo su sentido, el de un verdadero y necesario renacimiento.
 
La puesta en marcha de las alternativas concretas para salir del callejón sin salida- impasse- que implica el desarrollo, se produce  por otro lado localmente. Es necesario revitalizar el terreno local, tanto en el Norte como en el Sur, ya que aun en un planeta virtual, mientras no se demuestre lo contrario, se vive localmente, pero, sobre todo para salir del desarrollo, de la economí­a y luchar contra la mundialización. El reto consiste en evitar que lo “glocal”, esa instrumentalización de lo local por lo global, no sirva de estratagema en la persecución de la desertización del tejido social y no sirva sino como un esparadrapo introducido en una herida muy abierta, dicho de otra forma, un discurso de ilusión y de diversión.
 
Relocalizar, es desde luego en lo esencial producir localmente los productos que sirven para satisfacer las necesidades de la población a partir de empresas locales financiadas por el ahorro colectado localmente.  Pero, esto va más allá. Frente a la “topofagia”  de la” cosmópolis”, es decir: a la bulimia de un modelo urbano centralizado devorador de espacio, importa trabajar en un “renacimiento de los lugares” y en una reterritorialización.[29] Es necesario reaccionar a esta “lobotomí­a del espí­ritu local”[30]que la ruptura con el ambiente de la vida.
 
El “principio de la subsidiaridad del trabajo y de la producción” formulado por Yvonne y Michel Lefebvre, es decir: el principio de la prioridad del eslabón descentralizado, deberí­a ser adoptado por toda sociedad consciente de la insustentabilidad de la actual economí­a mundializada. Toda producción que se puede hacer a escala local para necesidades locales deberí­a ser realizada localmente… Debe ser reterritorializado lo esencial de la actividad económica y finalmente, de  la vida.  ¿Cómo lograrlo?  Internalizando los costos externos del transporte (infraestructura, contaminación, efecto de invernadero, desorden climático), se relocalizarí­an un gran número de actividades. Con un  costo por kilómetro multiplicado por diez, las empresas productoras seguramente redescubrirí­an las virtudes de los productos y los mercados de proximidad.
 
La relocalización, en la óptica de un renacimiento, comprende ciertamente el paso “reempotrar/reclavar”. En la medida de lo posible, es muy deseable, como se ha visto volver a la “autoproducción”. La autoproducción energíética es tambiíén un poderoso argumento en  la relocalización. Las energí­as renovables como la solar o las eólicas se adaptan a las implantaciones y los usos locales. Se evita los desperdicios ocasionados por el transporte y la sustracción del suelo para usos agrí­colas. Con el fin del petróleo, producir y consumir nuestra propia energí­a va a volverse casi una necesidad. No es inútil hacer de ello una virtud…
 
La utopí­a polí­tica local
 
Relocalizar se extiende entonces tambiíén a la polí­tica. El renacimiento polí­tico y cultural de lo local es a la vez un objetivo en sí­ para “reencantar”  la vida y un medio para la realización de una relocalización de la economí­a, entendida menos como un ordenamiento u organización económica del territorio que como un reincrustamiento de la economí­a en la sociedad local. En la situación actual, según Zygmut Baumann “existir localmente en un universo mundializado es un signo de degradación y de desposesión social. A las contrariedades de la existencia local se agrega el hecho que los espacios públicos se sitúan ahora fuera de la esfera local; de suerte que las localidades pierden poco a poco su capacidad de producir y tratar la significación o el significado, dependen más y más de operaciones que se les escapan completamente  y que son el corazón de la producción y de la interpretación del sentido”[31]  Es lo que sucede en efecto con el “glocalismo”. Para Raimon Panikkar, a la inversa, la creencia de que mi lugar de residencia es el centro del mundo es esencial para dar sentido a mi vida. Importa entonces invertir el flujo del vapor. Y partiendo ante todo de relocalizar la polí­tica, inventar o reinventar, por ejemplo, una democracia de proximidad. La democracia ecológica se realizará en el “localismo”. Para Takis Fotopoulos, que ha desarrollado esta idea, el localismo se presenta casi exclusivamente bajo esta dimensión polí­tica, siendo enteramente la solución de las contradicciones económicas. La democracia generalizada que preconiza este autor presupone una “confederación de demois””, es decir de pequeñas unidades homogíéneas de 30,000 habitantes en promedio. Esta cifra permite, según íél, satisfacer localmente la mayor parte de las necesidades esenciales. Contrariamente a las ideas recibidas, el tamaño no será un “determinante exclusivo ni menos decisivo de la viabilidad económica”[32] “Sera necesario probablemente, precisa, dividir o fraccionar en varios demoi  las numerosas ciudades modernas considerando su gigantismo”. Se conseguirí­an una suerte de pequeñas republicas de barrio, atendiendo a este reordenamiento del territorio deseado por Magnaghi. “La nueva organización polí­tica podrí­a ser, por ejemplo, una confederación de grupos autónomos (a niveles  regional, continental y mundial) operando la mutación democrática de sus comunidades respectivas”.
 
Esta utopí­a democrática local se una a las ideas de la mayor parte de los pensadores de una democracia ecológica, como el anarquista Murray Bookchin. “No es totalmente absurdo, escribe este último, pensar que una sociedad ecológica pueda estar constituida por una municipalidad de pequeñas municipalidades, cada una de las cuales estarí­a formada por una “comunidad de comunas” más pequeñas (…) en perfecta armoní­a con su ecosistema”[33]  Esto se une a la ví­a trazada por el movimiento de “ciudades lentas” (Slow City), en seguimiento de Slow Food…. Varios autores venidos de horizontes muy diversos convergen alrededor de la idea de “biorregiones”  o de paí­ses. Para Paul Aries, “esta relocalización pasará probablemente por el aumento en la potencia de la noción de “paí­s” entendidos como unidades humanas, sociales y económicas relativamente cercanas, homogíéneas y solidarias”. Añade: No debemos preservar solamente la variedad de semillas campesinas sino tambiíén aquella de las diversas formas de estar en el mundo”[34]
 
Ver en la democracia radical y local o en la democracia participativa la solución de todos los problemas es sin duda excesivo, y buscar un “nuevo sujeto de la historia” parece bastante debatible, pero, la revitalización de la democracia local constituye seguramente una dimensión del descrecimiento sereno.
 
La estrategia del renacimiento local no consiste entonces en construir o preservar un oasis en el desierto del mercado mundial, sino multiplicar las experiencias de reterritorialización y extender progresivamente la red de “organismos” sanos para hacer retroceder el desierto y fecundarlo. Se trata de coordinar la protesta social con la protesta ecológica, con la solidaridad hacia los excluidos del Norte y del Sur, con todas las iniciativas asociativas que van en el sentido de una revitalización de lo local, para articular una resistencia y disidencia y para desembocar en cierto plazo, en una sociedad autónoma que participe en el descrecimiento convivial.[35]  Y es así­ que a la inversa de Peníélope en la noche tejemos el tejido social que la mundialización y el desarrollo destejen en el dí­a.
 
Estimo que la lucha contra los megaproyectos, el libre comercio y el flujo irrestricto de capitales, unida a las acciones domesticas y vecinales por la autonomí­a alimentaria, la conservación del agua limpia, los derechos de los animales, el acopio y tratamiento local de residuos, la educación desescolarizada y la salud alternativa, van el sentido de la relocalización. Las organizaciones indí­genas, campesinas, ejidales, vecinales, barriales o de colonia de naturaleza independiente (autónoma) son en este caso las que mejor pueden expandir la muy necesaria relocalización y frenar la escandalosa deslocalización que impulsa la mundialización.       
 
Reducir, reutilizar, reciclar[36]
 
La necesidad de reducir la huella ecológica implica “redimensionar” nuestro modo de vida, lo que no pasa sólo por una cura de enflaquecimiento debido a nuestra reconocida obesidad, sino tambiíén por un cambio en nuestras necesidades. Es claro que hoy en dí­a, para nos conciudadanos, el telíéfono móvil, el automóvil, la lavadora, la televisión, así­ como el lector de DVD y la computadora son necesidades indiscutibles, aunque sea imposible asegurarles a todos su disfrute y que un siglo atrás estas prótesis parecí­an completamente superfluas dentro de la concepción del bienestar del pueblo, tal vez porque la mayor parte de estos objetos no existí­an. Hemos ya hecho referencia, de paso, de esa nociones de lo “necesario” y lo superfluo”, invocando el sentido común, es decir: algo razonable compartido. Evidentemente, este argumento es bastante frágil ya que las “necesidades” se construyen culturalmente e históricamente. El sentido común de hoy en dí­a no es el de ayer. Serí­a contrario al sentido común de hoy en dí­a ir a lavar la ropa en el  lavadero municipal  de nuestras abuelas en lugar de utilizar su propia lavadora o ir a un centro de lavado automático. Es por lo tanto necesario construir el sentido común de mañana orientándolo en la buena dirección. Es la  nueva cultura que debemos  inventar, uno de cuyos pilares es la sobriedad.
 
“Si se quiere esquematizar, advierte Francesco Gesualdi, se puede resumir el objetivo de la sobriedad en cinco palabras de orden que comienzan todas con R: Reducir, Reutilizar, Reparar, Reciclar, Refrenar [37] 
 
Reducir
 
Se puede pensar que la reducción es la esencia misma del descrecimiento, siendo que las dos palabras son casi sinónimas. Para responder a la exigencia de una huella ecológica “correcta”, se impone una reducción drástica –de un factor 3 a 9 dependiendo si  estamos en Europa o en Estados Unidos. Por ello, Paul Aries nos pone en guardia; el descrecimiento no es, desde luego, “hacer lo mismo con menos”[38]  La reducción que se busca es tambiíén el aumento en la salud, el bien estar, la alegrí­a de vivir. Por estas razones, la reducción de la producción y el consumo de productos tóxicos se imponen. La toxicidad va, desde luego, del riesgo sanitario a la contaminación de la mente. La noción, ella tambiíén, es siempre relativa y las decisiones de restringir no serán legitimas si no resultan de un debate abierto, esclarecedor por la aportación del máximo de información tíécnica y “cientí­fica” posible. Esto debe ser así­ tanto para lo nuclear, las drogas (cocaí­na, hachich, opio, tabaco, alcohol, etc.) como la publicidad y los armamentos. Esto no quiere decir que sea necesario, en nombre de una moral particular o de un rigorismo dogmático, prohibir totalmente la producción y el consumo de los productos investigados, pero,  que la pregunta sobre una limitación muy estricta. Reducir el consumo personal “para trabajar menos y consagrar más tiempo a las exigencias espirituales, a las relaciones humanas, familiares, sociales, eróticas, culturales, religiosas”  para mirar las nubes, “las maravillosas nubes”, como el “extranjero” de Baudelaire[39]
 
¿Es necesario reducir o incluso suprimir la publicidad? La reducción “sistíémica” se impone particularmente en este caso, ya que la publicidad tiene un presupuesto increí­blemente voraz: 500 mil millones de euros al año en 2003 de los cuales 103 en Estados Unidos y 15 en Francia, un monto colosal cuyo rol nefasto ya ha sido subrayado. … Por otra parte, el sobreconsumo funciona como una droga, en razón no de la calidad de los productos consumidos pero de su cantidad. Invadidos por los objetos, poseemos en promedio 10,000 artí­culos contra ¡236 para los indios Navajo! En Francia, 15,000 artí­culos están disponibles en los estantes de los supermercados (grandes superficies). Es así­ que Wal Mart, con sus 8,000 tiendas, sus 259 mil millones de dólares como cifra de negocios (mas que el PIB de Suecia) y sus 1.3 millones de asalariados (con salarios medios inferiores al umbral de la pobreza en Estados Unidos) se convierte en la primera empresa mundial.  La reducción de la bulimia individual no puede sino llevarnos a inducir la reducción de la obesidad colectiva y por lo mismo, la huella ecológica.
 
La lucha contra el desperdicio concierne tambiíén a nuestros desechos. Los consumidores del Norte tiran cantidades increí­bles de productos en todas las etapas del ciclo, desde los desechos de la gran distribución a los desperdicios caseros. …Una encuesta reciente en Gran Bretaña sobre la totalidad de la cadena alimentaria, del productor al consumidor pasando por la distribución, ha concluido que un tercio del total de los alimentos producidos, distribuidos y comprados en el Reino Unido termina en el basurero.[40] 
 
Reducir los transportes y el consumo de energí­a
 
La reducción de los transportes, del consumo de energí­a y de las emisiones de gases de efecto invernadero y de partí­culas patógenas están correlacionadas: la primera reducción induce naturalmente a las otras. Los transportes, muy especialmente los internacionales, son una ilustración de la aberración de nuestra lógica actual de operación. Se trata de una de las actividades más contaminantes y más consumidoras de energí­a, notablemente de esa energí­a no renovable que es el petróleo. Constituyen por lo tanto el terreno ejemplar donde podrí­a haber otra polí­tica.
 
El problema es particularmente crucial para la energí­a, base del transporte barato y fuente de emisiones de CO2. Un americano medio consume cada año 9 toneladas de petróleo equivalente y un francíés 4 toneladas, es decir: 430 y 200 veces menos que un Malí­ que utiliza no más de 23 kilos. Este sobre consumo es responsable de la masiva disminución de las reservas de carbón dentro de los subsuelos  del planeta y fuente del aumento del efecto de invernadero.
 
Reducir los desechos y los despilfarros: por ejemplo en la agricultura 
 
Si hay una cosa que la sociedad de crecimiento permite crecer, esa es el volumen de desechos, más que el bien estar. Crece la producción de detritus de manera exponencial. En Francia, en los años 70, se producí­an 10 millones de toneladas al año; en 2000, 28 millones. En 2004, los franceses han llenado sus basureros con 550 kg de basura por habitante, de los cuales 40 kg son de publicidad y 100 mil millones de embalajes diversos, contra 217 kg en 1975.[41] El crecimiento de los desechos es superior al de la economí­a. Entre 2000 y 2003, la producción de desechos en Italia aumentó 3.8% mientras que el PIB no progresó más de 2.4%.[42] La clasificación de los desechos, a veces presentado como una panacea, es una solución muy limitada, cuando no es una supercherí­a[43]
 
La agricultura productivista es una fuente increí­ble de desperdicio de recursos naturales al mismo tiempo que un factor de contaminación. Intensiva como lo es,  frecuentemente es causa de la perdida de materias orgánicas por los suelos y su capacidad de retención del agua, í‰stas se compensan recurriendo fuertemente a la irrigación, a los fertilizantes quí­micos, de los cuales una parte importante drena hacia los cuerpos de agua y los mantos acuí­feros, lo que conduce a su vez a fenómenos de eutrofización -  que crean la proliferación de algas verdes- y agravan la penuria de agua potable. Al mismo tiempo, las substancias orgánicas contenidas en los productos agrí­colas consumidos en las ciudades se vuelven desechos estorbosos que no vuelven a los suelos que los han producido de los que tendrí­an mucha necesidad…Sin embargo, contrariamente al obrero o al empleado, el agricultor tiene todaví­a cierto poder o autoridad sobre el proceso de producción. Puede, por ejemplo, decidir “desinvertir” al reducir compras de material agrí­cola. Esta polí­tica practicada en Brasil por el Movimiento de los Sin Tierra en ciertas cooperativas puede conducir a emplear mas mano de obra o aumentar el trabajo manual. “El agricultor puede involucrarse en producciones menos consumidoras de insumos al adoptar otras tíécnicas”[44]. En resumen, “puede decidir reconvertirse en “menos explotador agrí­cola” y “mas campesino”. Para los demás “la mayor parte de la población que trabaja en la agricultura en nuestro planeta, es suficiente no impedirles que sigan siendo campesinos o volverse campesinos”[45]. Más que regresar al pasado se trata de un regreso a la razón. La corrección de los errores del productivismo implica, ciertamente, un regreso de la productividad aparente, pero, en provecho de una organización más sana y duradera.   
 
Reducción de la jornada de trabajo
 
La imposición de una reducción drástica, feroz, de la jornada de trabajo es una condición necesaria para asegurar a todos un empleo satisfactorio. Ya en 1981, Jacques Ellul, uno de los primeros pensadores de la sociedad de descrecimiento, fijaba un objetivo de dos horas de trabajo máximo por dí­a. ¿35 horas, la reducción drástica del tiempo de trabajo? No, esto está “completamente equivocado”. El objetivo es: dos horas por dí­a. Ellul se inspira aquí­ en dos obras, el famoso Trabajar dos horas al dí­a, firmado por Adret y La revolución del tiempo elegido[46]. Ciertamente, lo reconoce, no será nada fácil y sin riesgos: “Síé muy bien lo que se puede objetar: la tristeza, el aburrimiento, el vací­o, el desarrollo del individualismo, la explosión de comunidades naturales, el debilitamiento, la regresión económica o finalmente la recuperación del tiempo libre por la sociedad mercantilista y la industria de la diversión que convertirá al tiempo en una nueva mercancí­a”[47]  Pero, el se imagina fácilmente “ aquellos que vivirán adheridos a la pantalla de TV, los que pasarán la vida en un la cantina(bistró)”etc., se dice convencido que así­ â€œ seremos obligados a imponernos preguntas fundamentales: aquellas del sentido de la vida y de una nueva cultura, la de una organización que no sea constrictiva no anárquica, la apertura de un campo de nueva creatividad… No sueño, Esto es posible. El hombre tiene necesidad de interesarse en cualquier cosa y es de la falta de interíés que hoy en dí­a reventamos”. Con el tiempo libre y posibilidades múltiples de expresión “síé que este hombre “en general” encontrará su forma de expresión y la concretización de sus deseos. No será quizás bello, no será educado y eficaz; será í‰l. El que hemos perdido”[48]
 
Como lo demuestra Daniel Mothíé, en las condiciones actuales, el tiempo liberado de trabajo no está liberado de la economí­a. La mayor parte del tiempo libre no conduce a la reapropiación de la existencia y no permite escapar del modelo mercantilista dominante. Es frecuentemente empleado en actividades tambiíén mercantilistas. En lugar de tomar el camino de la autoproducción, el consumidor es conducido a una ví­a paralela. Se produce así­ una profesionalización y una industrialización del tiempo libre[49].         
 
Reutilizar, Reciclar
 
El respeto de la biosfera y de los otros puede y debe conducirnos a modificar nuestra actitud frente a las cosas. A la inversa de la sociedad consumista que nos ha habituado a deshacernos de productos perfectamente utilizables, con el pretexto de que ya están “caducos, fuera de moda,” es necesario consumir con respeto, tratando bien los objetos, para hacerlos durar más tiempo-renunciar, por ejemplo al afán de tener el último grito de la tecnologí­a, decisión que contribuye a la obsolescencia acelerada de los aparatos… Será necesario… construir reglas para garantizar la duración de los productos puestos en venta y ofrecer posibilidades de reparación. Aprender a reparar, a adquirir productos de ocasión, sin resentir el sentimiento de la desvalorización de sí­ mismo, porque este comportamiento no será más el resultado de la necesidad, sino de una  elección de sobriedad que valoriza, de un nuevo arte de consumir. 
 
La cultura de la reutilización debe sobre todo repercutir en las empresas que deberán renunciar a fabricar sistemáticamente lo desechable, fuente del despilfarro y del aumento de los desechos…. Habrí­a en este campo una beta formidable de empleos a inventar o a reinventar. Una fuente de empleos calificados podrí­an ejercerse entonces en forma artesanal, donde, si aportamos la elección de nuestro propio aprendizaje, se convertirí­a en una fuente de autonomí­a y de ocupación manual para nuestros descansos más y más largos.         
 
El reciclaje se distingue de la reutilización en el  sentido que, la usura no permite el uso normal del objeto, en lugar de transformarlo en un producto estorboso, contaminante, se procede a la recuperación de sus componentes. Así­ se vuelve una fuente de materias primas disponibles para un nuevo ciclo de producción. En la hora actual, a pesar de los grandes esfuerzos realizados, el reciclaje permanece muy limitado… Reciclar los desechos de nuestra actividad es tambiíén una forma de recomprar la deuda que tenemos con la naturaleza. Es por ello que los costos del reciclaje deberí­an ser a cargo de los responsables. Esta íética del regreso es una condición de la sustentabilidad. Veremos que hay una deuda ecológica del Norte frente al Sur y mas fundamentalmente una deuda de la humanidad frente a la naturaleza… Todo esto requiere una forma de renunciamiento. Renunciar es el principio del “desarme unilateral”, según la fórmula feliz de Jean Paul Besset[50]     
 
Reducir, reusar, reciclar ha sido una de las grandes aportaciones del movimiento ecologista nacido en los años 70, en los paí­ses poderosos, sin embargo, es todaví­a muy pobre el entendimiento de estos conceptos debido a la colonización del imaginario social.
 
Los objetivos propuestos por Serge Latouche, para impulsar alternativas en el descrecimiento se aplican en muchos grupos locales de muchos paí­ses: ofrecen una orientación muy necesaria en esta íépoca en la que priva la desorientación de las universidades, los empresarios y los gobiernos de Míéxico en los asuntos del cambio climático, el medio ambiente, la pobreza, la violencia, el hambre, las migraciones el desempleo, la economí­a, la polí­tica, la democracia, la Paz, la Justicia. 



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[1]  Serge Latouche, Le Pari de la decroissance, Artheme Fayard, 2006, p 148
[2]  Ibí­dem, p .153
[3]  Ibí­dem p. 157-159
[4] Jean-Paul Besset, Comment ne plus etre progressiste:..sans devenir reactinnaire,p.134-135
[5] Ingmar Granstedt, Peut-on sortir de la folle concurrence? Petit manifeste a l’intention de ceux qui ont assez. La Ligne d’horizon, Paris,2006, p.96
[6] Jacques Ellul, Metamorphose du bourgeois, p.9 
[7] Robert Vachon, Le terrorismo de l’argent, art cite
[8] Ramon Panikkar, Le Pluriversalime, Parangon, Parí­s 2006
[9] Ibidem, p 158-169
[10] Paul Dumochel et Jean Pierre Dupuy, L’enfer des choses. Rene Girard et la logique de l’economie, Seuil, Paris, 1979; Jean-Pierre Dupuy et Jean Robert, La Trahison de l’opulence, PUF, Paris, 1976
[11] Corneluis Castoriadis, Une societíé a la derive,Entretiens et debats, 1974-1997, Seuil, Paris, 2005, p.244
[12] Ivan Illich, Liberer l’avenir, in OEuvres completes, t.1 p.135
[13] Citado por George Didier “Moins consommer demande un renoncement et un pont entre psycologie et ecologie” arte citado, p 11
[14] Jean Claude Michea, Orwel educateur, p 117
[15] Ivan Illich, Liberer l’avenir, in Oeuvres completes, t 1, p.180
[16]  Declaración de Patrick Le Lay, director general de TF1, mencionada en el libro colectivo Les dirigeants face au changement, Editions du huitieme jour, Paris, 2004, citado por Patrick Viveret, Reconsiderer la richesse, p32
[17] Majid Rahnema, Quand la misere chasse la pauvretíé, p.214
[18] Ibidem p. 182-190
[19] Paul Aries, Decroissance ou barbarie, p. 87
[20] Paul Aries, ibí­dem p. 27
[21] Corneluis Castoriadis, Une societíé a la derive, p 190
[22] Ibidem, p .191-192
[23] Citado por Martin Heidegger, Qu’appelle-t-on penser?, PUF, Paris, 1973
[24] Jean-Marie Harribey “Repartiton ou capitalisation, on ne finance jamais sa proper retraite” Le Monde, 3 de novembre 1998.
[25] Es lo que dice Jean Pierre Dupuy: “ Pero, si resulta muy agradable compartir equitativamente un pastel tan grande como sea posible, conviene tal vez preguntarse si no está envenenado” (Pour un catastrophisme eclaire, p.80)   
[26] En este punto, remitimos al lector a los desarrollos que hemos consagrado a este tema en Justicia sin lí­mites, en particular en el capí­tulo 6.
[27] Ibidem p 197- 211
[28] Raimon Panikkar, “Alternativa a la cultura moderna”, Interculture (Montreal) No. 77, octubre-diciembre 1982, p. 15
[29] Si bien cae en la trampa conceptual del desarrollo local tratando de neutralizarlo por medio de una sobre carga de calidad (autosustentable) Alberto Magnaghi, en su libro, Le Project local (Mardaga, Sprimont2003), aborda con pertinencia y competencia verdaderos problemas.
[30] Denunciado por Franco La Cecla, Le Malentendu, Balland, Paris, 2002
[31] Zymuy Baumann, Le cout humain de la mondialization, p. 9
[32] Takis Fotopoulos, Vers une democratie generale, p 115
[33] Citado por Alberto Magnaghi, La Project local, p. 100
[34] Paul Aries, Decroissance ou barbarie, p 111
[35] Y para empezar, siguiendo la sugerencia de Yves Cochet, remplazar la OMC por la OML(Organización mundial para la relocalización), con el lema “Proteger globalmente lo local”, Yves Cochet, Petrole apocalypse p. 225.
[36] Ibidem, p 213-237
[37] Francesco Gesualdi, Sobrietá, p.54
[38] Paul Aries, Decroissance ou barbarie, p. 99
[39] Charles Baudelaire, Le Spleen de Paris. Petites poemes en prose, citado por Maurizio Pallante, La decrescita felice, p. 88
[40]  Tha Guardian, 15 de abril 2005
[41] Fuente: Eco-Emballages
[42] Fuente. Informe Euripides 2005, citado por La Repubblica, 29 de enero 2005
[43] Ver Pierre-Emmanuel Neurohr (director del Centre national d’information independiente sobre los desechos), “Sortir du jetable”, Liberation 10-11 janvier 2004.
[44] Silvia Píérez –Victoria, Les paysans sont de retour, p.40 y 122
[45] IIbid, p.230
[46] Adret (coll), Travailler deux heures par jour, Seuil, Paris 1977; Club Echanges et Projects, La Revolution du temps choisi, Albin Michel, 1980
[47] Jacques Ellul, Changer de revolution. L’ineluctable proletariat, Seuil, Paris, 1982, citado por Jean Luc Porquet, Jacques Ellul. L’homme qui avait presque tout prevu, Le Cherche Midi Editeur, Paris, 2003, p. 251.   
[48] Ibid, p.253
[49] Daniel Mothíé, L’Utopie du temps libre, Esprit Paris, 1977, d’apres l’edition italienne L’utopia del tempo libro, Bollati Bolighieri, Turin, 1998
[50] Jean Paul Besset, Comment ne plus etre progressiste…sans devenir reactionaire, p. 322


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...