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Autor Tema: DESCUBRE CUíL ES TU DIOSA O ARQUETIPO FEMENINO  (Leído 721 veces)

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DESCUBRE CUíL ES TU DIOSA O ARQUETIPO FEMENINO
« en: Junio 10, 2014, 07:47:25 pm »
DESCUBRE CUíL ES TU DIOSA O ARQUETIPO FEMENINO

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Te gustarí­a descubrir cuál es tu diosa o arquetipo femenino al cual tu perteneces. La energí­a femenina ha emergido con fuerza nuevamente, como un recuerdo pulsante de un pasado histórico ancestral.
Conocer los códigos geníéticos o arquetipos geníéticos femenino que influyen fuertemente en nuestras percepciones, son como plantillas que filtran y moldean la energí­a luz que pasa a travíés de íéstas.

Es usted una mujer cuya mente está siempre enfocada hacia el trabajo, las cuentas bancarias, y las estrategias? ¿O acaso una romántica sin metas claras, que espera la llegada de un prí­ncipe? ¿Le apasiona todo lo que suponga crear, es enamoradiza y sabe disfrutar del placer de los sentidos?… Estas son algunas de las diosas que conforman las psiques femeninas y que, todas juntas, así­ como la parte masculina o ánimus, integran la Diosa que hay dentro de usted.

Hubo un tiempo muy lejano, en que Dios era mujer. Gaia para los griegos, Hathor en Egipto, Eda entre los escandinavos… la Diosa adquirió mil formas y nombres, pero se halla presente en el origen de todas las culturas. El gran poder de la Diosa residí­a en que presidí­a el principio femenino de la Creación, asociado al misterio de la procreación.

En los primitivos contextos animistas, donde se desconocí­a el papel del varón en la reproducción, esta facultad se atribuí­a a una causa sobrenatural. De ahí­ que la Diosa simbolizara la capacidad de transformar, de dar vida. Por ello, la mujer era la medida de todas las cosas. Sus ciclos menstruales se relacionaban con los ciclos lunares, que claramente incidí­an en fenómenos naturales como las mareas.

El matriarcado legó esta religiosidad a la sociedad patriarcal posterior y así­ se prolongó su vigencia en la antigí¼edad. En su visión, todo estaba unido. La mujer transformaba, creaba y nutrí­a, pero tambiíén necesitaba la energí­a masculina para hacer alquimia. Hombre y mujer eran la integración de dos poderosas energí­as cósmicas conectadas: acción y sentimiento, razón y magia, amor y sabidurí­a.

Esto es, según Olga Escuder, psicoterapeuta transpersonal, lo que barre y aniquila más tarde la evolución histórica del patriarcado al desacralizar el principio femenino y subordinarlo al masculino, generando una herida en el hombre y en la mujer.

A partir de cierto momento, como nos explica, «hombre y mujer reprimen respectivamente sus energí­as femeninas y masculinas internas, haciendo que la acción y el sentimiento vivan desconectados en sus almas».

Pero la conexión de las dos vertientes es posible, puesto que el poder de la Diosa vive en cada mujer, en forma de cualidades arquetí­picas, según sostiene Chris Waldherr en La diosa dentro de ti (Robin Book, 1998). La toma de conciencia y el desarrollo de estos arquetipos internos, que son las diosas (y dioses), así­ como su armonización, conducen a la mujer (como le ocurre al hombre) a la plenitud psí­quica, pues habrá logrado integrar a sus “deidades interiores” con todos sus rasgos.

Cada humano, hombre o mujer es un ser completo, como una bola facetada de cristales que contiene todas las deidades. Por distintas circunstancias, se activan unos u otros arquetipos; es decir, aunque una mujer se identifique con una energí­a femenina determinada, podrá potenciar más otras por efecto del entorno familiar cuando es una niña, o los de la sociedad siendo adulta.

Así­ aunque una niña sienta una fuerte presencia de Artemisa, la diosa de la naturaleza, independiente y feminista, si sus padres la educan para que sea dulce como la miel, ella, para ser aceptada, se entregará a Persíéfone, la doncella sumisa y complaciente, reprimiendo el arquetipo dominante de su psique.

La sociedad es otro factor que fomenta algunas diosas y condena a otras. Tradicionalmente, las diosas potenciadas eran Persíéfone, la hija, Hera, la esposa y Díémeter, la madre. Afrodita, la deidad del amor, fue condenada como «la prostituta». Ahora, con los logros feministas, las diosas más reconocidas son Atenea, arquetipo de la mujer triunfadora, Artemisa y Afrodita.

Por otro lado, las fases por las que pasa una mujer en su desarrollo tambiíén son causa de la activación de diferentes arquetipos. De esta manera, en su adolescencia puede ser una Persíéfone, la doncella sin metas claras, conectada con sus sentidos y a la espera de venga algo o alguien capaz de arrebatarla, y cuando sienta su sexualidad y empiece a tener relaciones con distintos chicos surja en ella la bella Afrodita, que le dará la capacidad de enamorarse.

Si en una de esas relaciones encuentra al hombre de su vida, aparecerá tal vez Hera hablándole de compromiso y haciíéndola soñar con una boda. Hera será quien le permita ser fiel al hombre elegido. En el instante en que empiece a sentir la necesidad de crear una nueva vida, será Díémeter la que le estíé sugiriendo la idea de quedarse embarazada.

Al tiempo, tal vez se exprese Atenea para ayudarle a sacar adelante su trabajo y poder llegar a fin de mes. Y si sufre una infidelidad y decide divorciarse, invocará a Artemisa, convirtiíéndose en independiente, solidaria con las mujeres, que sabe marcarse objetivos y conseguirlos. Quizás al final de su vida, tras las experiencias adquiridas y el sufrimiento, pueda aparecer en ella una Hestia, la anciana sabia y espiritual que busca la soledad para conectar con ella misma.

Hay que tener en cuenta que cada uno de estos patrones es en sí­ incompleto y que para crecer, una persona necesita a los demás. Por eso, no sólo es importante descubrir la diosa (o el dios) con el que internamente una se identifique más, sino tambiíén activarlos a todos para alcanzar la plenitud.

Para esto hay que ser consciente de ellos primero, y luego, es necesario «hacer». Una mujer Atenea, que vive en su cabeza más que en su corazón y es incapaz de disfrutar de la vida, necesita invocar a una Afrodita, bailando, utilizando su creatividad con un pincel y una paleta de colores o simplemente saliendo de compras y arreglándose. Otra mujer que desee potenciar una Hestia, deberá dedicarle tiempo a la meditación, encendiendo las velas en su hogar y ambientando su rincón espiritual con incienso.

ARTEMISA: DIOSA DE LA LUNA
Como diosa de la caza y de la luna, personifica el espí­ritu femenino independiente. Es el arquetipo que permite a una mujer lograr sus propias metas en el terreno que ella misma elija. La mujer Artemisa se siente completa sin un hombre. Tambiíén representa a la hermana, y este es el atributo que la lleva a solidarizarse con las otras mujeres y a defender sus derechos. Encarna, por tanto, las cualidades idealizadas por el Feminismo: realización y competencia, independencia de los hombres y sus opiniones, y preocupación por las mujeres oprimidas.

Si usted se siente dominada por Artemisa tiene una tendencia a sentir esos principios y causas y a realizarlos, siempre siendo fiel a los mismos. Quizá haya crecido en un hogar machista, en el que dieran prioridad a los hombres, relegándola a usted a las tareas domíésticas, situación ante la cual se rebeló. Le encanta la naturaleza, ponerse sus vaqueros y una mochila a la espalda y salir a explorar bosques, montañas, selvas…

La carencia de Artemisa es que, como dice Olga Escuder, «le da miedo ser mujer y, en el mundo exterior, se desconecta de sus sentimientos». Esa es la causa de que muchas feministas se olviden de su parte seductora o de su capacidad nutridora, y consideren al hombre como su enemigo, aunque se comporten en muchas ocasiones como íél. Para que una Artemisa alcance su plenitud ha de abrirse a las emociones y aprender a amar. El arquetipo de madre podrí­a ayudarla, y una Afrodita le pondrí­a en contacto con su sexualidad, enseñándole que el amor puede vencer todas la barreras.

ATENEA: LA ESTRATEGA
Es la diosa de la inteligencia, la sabia y la guerrera, la pragmática. Representa a aquella que es capaz de valerse de su inteligencia e intuición para resolver conflictos y enfrentarse a la vida. Un ejemplo muy claro de mujer Atenea es la ejecutiva que logra ascender hasta cargos directivos dentro de una empresa. Es perspicaz, intuitiva, inteligente, realista y muy diplomática, pues se vale de las alianzas para lograr sus objetivos.

Si usted es una mujer Atenea preferirá la compañí­a de los hombres, pues sus conversaciones le interesan mucho más. Trabaja a gusto con ellos, sabe conversar de cualquier tema masculino y nunca entra en enredos emocionales ni sexuales. Encarna la colega perfecta, la mano derecha del jefe, la confidente de Apolo, que no busca intimidad emocional.

Como esposa y madre seguirá siendo una gran estratega y administradora de la casa, y siempre elegirá a híéroes como futuros esposos; es decir, a hombres triunfadores, intelectuales y ambiciosos, pues el poder para usted es el mejor afrodisiaco; además, entenderá el matrimonio como otra alianza más, sin profundizar en los sentimientos. Tambiíén, llevará puesta su coraza y será completamente impermeable a los celos.

La carencia de Atenea se debe a que ha separado su centro de acción de su centro de sentimiento. Sacrifica al amor y al placer en el altar del deber. La sabidurí­a y la intuición sólo sabe emplearla para los negocios y el trabajo, no para conectarse con su fuente interna y llegar a ser la mujer tan completa que en potencia es. Necesita entregarse a los placeres con Afrodita y rescatar a la niña interior, que le dará la capacidad para disfrutar de los pequeños detalles de la vida.

HESTIA: EL FUEGO DEL HOGAR
Es la diosa de la espiritualidad, el fuego del hogar, la que conferí­a a íéste integridad y totalidad. Hestia encarna a la mujer focalizada en sí­ misma, en su experiencia subjetiva interna. Sabia e intuitiva, Hestia sabe captar la esencia de cada situación, pues mira más allá de lo aparente. Ella disfruta de la soledad que le permite entregarse a la meditación, en conexión con las riquezas de su mundo interno. Representa a la tí­a soltera, a la ermitaña, a la monja o las mí­sticas.

El problema que se encuentran las mujeres Hestia es que así­ como tienen enormemente desarrollado el hemisferio derecho del cerebro, el izquierdo resulta en muchas ocasiones una nulidad. Suelen ser incapaces de manejarse en el mundo real, de resolver asuntos tan prosaicos como la Declaración de la Renta y todo lo relacionado con el dinero.

Por tanto, necesitará desarrollar a una Atenea capaz de enfocar parte de su intuición, sabidurí­a e inteligencia al mundo exterior, y una Artemisa que le aporte firmeza. Si usted es madre de una niña Hestia, tí­mida y siempre «en Babia», apúntela a un campamento de verano, porque la convivencia y la naturaleza llamarán a su Artemisa, al tiempo que puede disfrutar de la meditación bajo las estrellas o abrazada a los árboles. Pero tambiíén deberá fomentar en ella un animus (el hombre interior) de Hermes, el dios mensajero y comunicador, que le sirva de centinela de su intimidad y le permita relacionarse con el mundo.

DEMí‰TER: LA MADRE
Esta es la diosa madre, generadora de «leche y miel», amor, protección y sustento espiritual. Si de niña disfrutaba atendiendo a sus hermanos pequeños o a sus primos y jugaba a las mamás, su arquetipo más fuerte es el de Madre. Probablemente es usted generosa e inclinada a cuidar, escuchar y aconsejar.

La mujer Madre alimenta y ama a sus hijos, pero tambiíén les sobreprotege con un fin inconscientemente egoí­sta: retrasar o impedir su crecimiento. Es la generadora de Persíéfones y hombres Peter Pan, que evitan responsabilizarse, comprometerse y madurar.

Además, por estar centrada en sus hijos, cae a veces en la desesperación y la depresión cuando a estos les ocurre una desgracia o simplemente se van de casa. Esta es una mujer que se olvida de cuidarse a sí­ misma e ignora que en ella tambiíén reside una niña interior necesitada de atención.

Si usted se siente identificada con este arquetipo, deberá invocar a Hestia, para conectar con su alma y sentirse a gusto en la soledad. Tambiíén le harí­a falta una Artemisa, que le proporcione independencia y, sobre todo, conectar con su propia Persíéfone, que le haga disfrutar de los pequeños placeres de la vida y la llene de juventud y vitalidad.

AFRODITA: EL AMOR
Es una diosa alquí­mica, ya que sus experiencias son transformadoras. Esta deidad lleva a la mujer que la encarna al disfrute de su cuerpo y de la sexualidad plena con el ser amado. No sólo es belleza, sino capacidad de generar belleza, por lo cual todo lo que ella hace se ve inundado por la creatividad: desde los juegos con sus hijos, al arte, la cocina o cualquier actividad. Esta diosa aparece en toda mujer que se enamora. Se trate de una Atenea concentrada en su trabajo o de una Díémeter centrada en sus hijos, la entrada de Afrodita en su vida convertirá al nuevo amor en una prioridad. Ella la inducirá a ir de compras para adquirir ropa más sexy y hará que despierte su imaginación creando situaciones que rompan la rutina.

Apasionada por naturaleza y conectada a sus sentidos y emociones, ama a todos intensamente y goza de aquello que se relacione con la sensibilidad; pero tambiíén es una mujer incompleta si carece de otros arquetipos que la equilibren. No tiene perspectivas de futuro, es impulsiva y no piensa en las consecuencias. Tambiíén tiende a ser promiscua e infiel. Puede ser el blanco de las mujeres Hera, envidiosas de su belleza y magnetismo.

Tambiíén el hombre puede hacerle daño, ya que tiende a enamorarse del arquetipo Ares (el guerrero), que por celos puede maltratarla; de Hefesto, el artesano que, demasiado centrado en su arte, la hace sentir abandonada; o de Zeus, el patriarca, que la trata como un capricho, utilizándola sexualmente. Le hace falta potenciar la fidelidad y el compromiso propios de Hera. Tambiíén necesita a Artemisa para dirigirla hacia objetivos concretos y ponerle lí­mites; de Atenea que la haga reflexionar antes de actuar; y de Hestia que la conecte con su alma.

HERA: LA ESPOSA
Es la diosa para la que el matrimonio es sagrado. Constituye el arquetipo de la esposa, y el de la reina, pues es la consorte del rey que ella misma promueve, para realizarse a travíés de íél. Se siente incompleta sin pareja y sueña con el dí­a de su boda como el broche de los cuentos de hadas. Una de sus mayores virtudes es la fidelidad, así­ como la capacidad de compromiso.

Una mujer Hera, dice Maite Chamón, psicoterapeuta que imparte cursos sobre diosas griegas, no sólo es fiel como esposa, sino en el trabajo, donde puede destacar por ser una excelente colaboradora. Sin embargo, al centrarse exclusivamente en su marido y al verse incompleta sin íél, renuncia a todas las facetas de ella misma y se convierte en una persona celosa y posesiva que proyecta siempre los celos sobre las mujeres, eximiendo de culpa a su esposo.

Toda mujer que contrae matrimonio está expuesta a la influencia de Hera. Podrá ser una Afrodita y tras la boda, sentir una voz interna que la inste a efectuar «un corte más apropiado para una señora», como apunta la psicóloga Arantxa Goñi.

«Esa es Hera, que con la nueva situación pretende castrar a Afrodita, porque ya no tiene necesidad de seducir». Si se deja llevar por ese impulso, se verá desvinculada de sus amigas.

Si su marido, convertido por su influencia en un Zeus patriarcal y machista, decide abandonarla por otra, se quedará destrozada, con rabia hacia la otra mujer, y probablemente sola.

Reconocer a Hera es fundamental, así­ como fomentar otros patrones. Necesita potenciar a Afrodita para que la pasión no se esfume. Una Artemisa que le díé independencia, sin necesitar al hombre para realizarse. Y un Hesfesto, el dios de la forja en su ánimus, le ayudará a sublimar la rabia de los celos creando arte.

PERSí‰FONE: DONCELLA Y REINA DEL SUBMUNDO
Considerada una de las diosas más completas, tiene dos caras arquetí­picas, la niña, y la reina del inconsciente. Toda mujer Persíéfone empieza siendo la doncella, dulce y sensual, pero inconsciente de su sexualidad; divertida y romántica, sin metas claras.

Es la protagonista de los cuentos de hadas, una Cenicienta o una Blancanieves, vulnerable, sumisa y complaciente, que espera que llegue su prí­ncipe azul. Dependiente de una madre dominante que impide su crecimiento, es de esas mujeres que consideran a su madre su mejor amiga, y con ella comparten todos sus secretos.

Está representada tambiíén por la eterna estudiante, que despuíés de la universidad acumula tí­tulos, sin ninguna expectativa de trabajar en serio. Suelen ser siempre ví­ctimas por su receptividad, pero no saben defenderse, permaneciendo pasivas.

Sin embargo, la niña eterna puede convertirse en heroí­na de su propio mito. En algún momento será secuestrada por Hades, dios del mundo subterráneo, y bajando a los infiernos se verá obligada a crecer. Tal vez suceda esto cuando se enamore de su prí­ncipe y descubra que no es tal. En algún momento del proceso se pondrá en contacto con su inconsciente.

Si logra tocar fondo, emergerá una nueva mujer, la Reina del Submundo, conocedora de sus riquezas, capaz de analizar los sueños y de guiar a quienes desciendan a las profundidades de ese universo. Persíéfone en esta faceta está representada por las psicoterapeutas, videntes, psí­quicas… Pero quizás lo más importante, es que, como dice Maite Chamón, «Persíéfone crece sin perder su inocencia y su dulzura, sin echar a perder su fuerza sexual, sin dejar por eso, de ser divertida y apasionada».

Si usted se identifica con Persíéfone, conecte con su Artemisa para marcarse objetivos y ser más independiente; con Atenea para pasar a la acción, y cree una Díémeter interna que la cuide y la proteja, para que no tenga que ir buscando madres y padres en cada persona.

RENACIMIENTO DE LA DIOSA
Arantxa Goñi nos señala que la humanidad atraviesa ahora el momento crucial para cambiar el orden de las cosas, para que venga de una vez esa nueva conciencia tantas veces anunciada. Vivimos una autíéntica explosión del hemisferio derecho del cerebro, de lo femenino, que nos reencuentra con la Diosa.

La psicologí­a transpersonal, las nuevas terapias, la sanación, el Yoga, el mundo de los sueños… rescatan el poder femenino. «Este, por tanto —comenta Arantxa Goñi— es el momento de que los seres humanos armonicen sus dioses y diosas internos; es la hora de la reconciliación de las energí­as masculinas y femeninas. Hombre y mujer, con sus deidades integradas, han de unirse para crear y engendrar un nuevo ser, un nuevo hijo Dios, un nuevo mundo, un nuevo pensamiento que tenga como ingredientes la sabidurí­a y el amor».

Son los arquetipos del futuro a los que se refiere Jean Shinoda: Metis, la madre sabia, y su hijo ausente, al que Zeus impidió nacer por miedo a que fuese el nuevo gobernante desde el amor que un profeta habí­a anunciado. Esta combinación de sabidurí­a y amor tiene la capacidad de transformar, puesto que es alquimia.

Cada vez hay más padres amorosos y tiernos con sus hijos, que les dan de comer, les bañan y juegan con ellos; el hombre acepta más su parte femenina y desde ella puede comprender a su compañera. Y las mujeres van siendo más conscientes de su poder sexual, creador y espiritual. Está despertando una mujer nueva que potencia su feminidad y sexualidad, al tiempo que sabe defenderse; que protege a sus hijos y les ayuda a crecer; que no se deja engullir por el hombre, pero tampoco se aí­sla de íél ni le oprime, sino que desde el amor y el respeto, es capaz de abrir una puerta hacia una nueva concepción de la vida.

 

Fuente: M.J.Alvarez, diosas-anunnaki.blogspot.com