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Autor Tema: Los siete pecados capitales de la gran banca  (Leído 620 veces)

Zorro

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Los siete pecados capitales de la gran banca
« en: Septiembre 21, 2008, 01:23:23 pm »
Los siete pecados capitales de la gran banca

Publicado por P. Vegas y P. Calvo en el Economista

De ser un santo a un demonio tan sólo hay un paso en los mercados. El paso que diferencia cometer alguno de los siete pecados capitales que llevan al infierno bursátil, como le ha sucedido a Lehman Brothers, que anunció el lunes suspensión de pagos. Los fuertes excesos financieros de los últimos años se están empezando a purgar y ya existen cinco ángeles caí­dos: Countrywide, Bear Stearns, Freddie Mac, Fannie Mae y Lehman Brothers.

Pero parece que esto es sólo el principio de una larga crisis. Y es que de los excesos capitalistas nunca se sale con tranquilidad, como escribió John Kenneth Galbraith: "El episodio de la especulación nunca termina con una lamentación, sino con un choque violento". El apetito voraz por deslumbrar al mercado ha provocado perversidades entre la banca, que han acabado cometiendo alguno o varios de los siete pecados capitales.

Avaricia
El principal problema que ha tenido la banca de inversión ha sido codiciar más de lo que podí­a asumir. Para ello, y ante el deseo de ser mejor que su contrincante, los bancos han cometido todo tipo de exuberancias al calor de la abundante liquidez existente por unos históricos bajos tipos de interíés. "Se han dado príéstamos sin tener en cuenta cómo y cuándo se podrí­an pagar. Existí­a la cultura de todo vale", comenta un operador.

Y unido a esto se han ido lanzando productos estructurados respaldados sobre otros de dudosa calidad -hipotecas subprime- que finalmente han estallado en las manos de la banca de inversión. De hecho, se calcula que las píérdidas totales podrí­an superar ahora el billón de dólares, casi todo el PIB español, aunque por ahora se han destapado 500.000 millones de dólares (en torno a 357.000 millones de euros).

Gula
"Mientras la música siga sonando, tú tienes que estar ahí­ y bailar". Esta frase de Charles Prince el 7 de julio de 2007, entonces presidente y consejero delegado de Citi, explica claramente el apetito voraz que sufrí­an los bancos de inversión. La banca de inversión se ha visto obligada a participar en esta estructura financiera si querí­a estar dentro del gran mercado mundial. La obsesión por fabricar todo tipo de activos con los que obtener rentabilidad ha sido un arma de doble filo. Y si no, que se lo pregunten a este prí­ncipe invencible que fue destronado de Citi por el costoso impacto que la crisis de las hipotecas basura tení­a en la entidad.

Este voraz apetito tambiíén se ha visto en Lehman, que, tras ser diseccionada este fin de semana, se ha descubierto que poseí­a más de 85.000 millones de dólares en activos tóxicos, cuando el pasado viernes tan sólo valí­a en el parquíé 2.515 millones de dólares (en torno a 1.700 millones de euros).

Lujuria
El deseo exagerado y desordenado por conseguir la mejor rentabilidad y a cualquier precio ha obligado a los bancos de inversión a estar en todo tipo de operaciones en los últimos años. "Ni la legislación ni un conocimiento de la economí­a más ortodoxa protegen al individuo y a la institución financiera cuando vuelve la euforia", dice Galbraith en uno de sus libros. Y si no, que se lo pregunten a Fannie y Freddie.

Las hipotecarias de Estados Unidos se dejaron seducir por el buen momento económico que viví­a el paí­s y llegaron a tener en cartera una de cada dos hipotecas emitidas, lo que suponí­a una exposición de casi 3,7 billones de dólares. Sin embargo, este alto volumen de negocio ha tenido sus consecuencias: EEUU ha tenido que inyectar 140.000 millones de dólares para poder salvar a estas dos entidades de la quiebra.

Pereza
Uno de los pecados más peligrosos y preocupantes que ha cometido en su mayorí­a la banca de inversión ha sido la pereza. Las entidades financieras inmersas en los nuevos productos financieros, como CDOs o ABS, no rascaron más allá de los altos rating otorgados por las agencias de calificación. No se cuestionaron si los actuales productos se merecí­an o no los rating que estaban suponiendo las agencias de calificación. Y siguieron emitiendo colaterales sobre las hipotecas.

Además, establecieron todas sus proyecciones financieras en programas cuantitativos, que basan su estudio en medias históricas, las cuales no recogen una posible crisis de estas magnitudes. Aunque la principal consecuencia de este poco afán de supervisión ha sido el descríédito de las agencias de calificación, las píérdidas de toda esta estructura todaví­a están por aparecer.

Soberbia
El problema de los directivos del sector ha sido creerse más listos que el mercado, más listos que los demás y vanagloriarse de ello. Y es que cuando toda esta crisis comenzó hace ya más de un año, nadie fue capaz de admitir su culpa. De hecho, los expertos aseguran que uno de los problemas fue la falta de transparencia de las entidades. "Todo el mundo comentaba los activos tóxicos que tení­a el compañero, pero nadie querí­a tirar de su manta", dice un broker.

Esta soberbia de no asumir parte de la culpa provocó una gran desconfianza que cerró el mercado de críédito. El euribor ha llegado a tocar el 5,43%, mientras los tipos oficiales están en el 4%. "Esta crisis se mantendrá hasta que no se vuelva a abrir el mercado de deuda, que está totalmente parado. Hay que tener en cuenta que un activo por el que nadie quiere pagar nada, al final, acabarí­a valiendo cero", dice Juan Ramón Caridad, socio director de Atlas Capital.

Envidia
Los reducidos tipos de interíés han suministrado la liquidez suficiente para sustentar la mejorí­a económica, empresarial y bursátil, pero tambiíén han disparado el endeudamiento de los hogares y las empresas, sin olvidar que han servido de caldo de cultivo para que las entidades financieras hayan levantado vehí­culos y estructuras de inversión cada vez más complejos.

Estos activos dieron jugosos beneficios a las entidades de inversión, que, ejercicio tras ejercicio, conseguí­an resultados superiores al 20% y levantaban la envidia del compañero del sector. "Por eso, este mercado se retroalimentaba. Alguna entidad creaba una estructura que daba buena rentabilidad al banco. Al poco tiempo, este activo se copiaba por otro banco cambiando levemente parte del producto y se vendí­a tambiíén". Esta envidia es la que ha provocado que la mayorí­a de la banca estíé involucrada en la actual crisis.

Ira
La ira, tambiíén conocida como el enfado irrefrenable hacia alguien o algo, es el último pecado capital nacido como consecuencia de todos los demás problemas comentados. Los excesos producidos por las anteriores transgresiones han despertado la ira de los bancos de inversión hacia las agencias de calificación, que no valoraron del todo los riesgos de los activos calificados.

Estas agencias se encargaban de poner una calificación crediticia a todos los productos emitidos y permití­an que tuviesen una calidad más elevada de lo que el subyacente permití­a. Esto incrementó la exuberancia. Pero esta exasperación no sólo se queda ahí­. De hecho, tambiíén se critica a los organismos de supervisión, que no se dieron cuenta de todo el desorden que se estaba viviendo en la mayorí­a de las entidades.



Voy del oro a Squirrel Media y tiro porque me toca.