Por... Andrew Higgins
LONGYEARBYEN, Noruega.- Como gobernador del territorio más septentrional de Noruega, Odd Olsen Ingero comanda una fuerza de policía con sólo seis oficiales y una celda individual. Incluso eso es una exageración: Nadie ha sido encerrado aquí, en la capital de Svalbard desde el verano pasado. Y eso fue solo por dos días.
No es solo que no haya mucha gente, menos de 3 mil están inscritos oficialmente como residentes, o que los delitos que en otros lugares son comunes y corrientes, como el robo de automóviles, son un negocio exótico y muy arriesgado en un lugar donde no existen carreteras hacia afuera de la ciudad para escapar.
La clave para la situación de Svalbard, tal vez lo más parecido en Europa a una sociedad libre de crimen, según el gobernador, es que el desempleo es en efecto ilegal. “Si usted no tiene un trabajo, no puede vivir aquíâ€, dijo Ingero, señalando que los desempleados son deportados rápidamente. Los jubilados son enviados lejos tambiíén, a menos que puedan demostrar que tienen los medios suficientes para mantenerse a sí mismos.
Aunque gobernada por Noruega, un país que se enorgullece de ofrecer apoyo estatal de la cuna a la tumba a sus ciudadanos más necesitados, Svalbard, un archipiíélago de islas en el alto írtico, acoge un modelo que se acerca más a la visión de Ayn Rand que a la norma escandinava de prestaciones generosas de protección.
Incluso el alcalde socialista de Longyearbyen, Christin Kristoffersen, miembro del Partido Laborista, quiere que el pueblo, se mantenga fuera del alcance de todos, salvo personas sanas y con un empleo remunerado.
“Este es un lugar de un tipo muy especialâ€, dijo el alcalde, cuya ciudad tiene todas las comodidades de una zona urbana moderna, incluyendo un aeropuerto, Internet de alta velocidad e incluso un restaurante de primera clase, pero enfrenta tal lucha por sobrevivir en contra de los elementos que no hay lugar para los desempleados o enfermos.
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La falta de vivienda, como el desempleo, está prohibida. Todos los residentes deben tener una dirección fija, una regla que asegura que nadie se muera de frío en un lugar que está más cerca del Polo Norte que de la capital noruega, Oslo, y donde la nieve se extiende profunda en el verano.
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El gobierno financia una escuela y un hospital, así como la administración del gobernador, y tambiíén subsidia la mayor empresa de Svalbard, una compañía de carbón de propiedad estatal deficitaria. Pero rechaza el consenso nivelador izquierdista que, según los críticos conservadores, ha hecho del trabajo casi un estilo de vida en el resto de Noruega. Los impuestos son mucho más bajos que en otros lugares del país.
“No existe un sistema de prestaciones en Svalbardâ€, dijo Ingero. “Si usted es incapaz de mantenerse con trabajo, no puede quedarse aquí.â€
El resultado, agregó, “es una sociedad muy tranquila y respetuosa de la ley.†í‰l no está abogando por el enfoque Svalbard como solución a la delincuencia en otros lugares, pero sí cree que muestra una clara relación entre el desempleo y la anarquía. Al mismo tiempo, tambiíén echa por tierra un punto de vista sostenido por partidos populistas emergentes en toda Europa, entre ellos Noruega, que la inmigración es culpable en gran parte de la delincuencia en aumento.
Svalbard no tiene restricciones para los extranjeros que quieran venir a vivir aquí, salvo que deben tener un trabajo. Bajo un tratado internacional de 1920 que concedió la soberanía a Noruega, el territorio está abierto a todos los nacionales de los más de 40 países que han firmado el pacto.
Una población que solía ser homogíéneamente blanca ahora incluye tailandeses, chinos y otros extranjeros. Casi un tercio de todos los residentes son extranjeros, incluyendo cientos de ucranianos que trabajan en una concesión minera propiedad de Rusia.
“La demografía de aquí es bastante singularâ€, dijo Ingero, quien pasó la mayor parte de su carrera anterior luchando contra el crimen como alto funcionario policial en la Noruega continental, y ahora preside un lugar tan apacible que los residentes regularmente dejan puestas sus llaves en el coche y la moto de nieve y, a menudo no se molestan en cerrar con llave las puertas de entrada.
Marcos Sabbatini, un estadounidense que edita “el periódico alternativo más septentrional del mundoâ€, un semanario en inglíés llamado Icepeople, dijo que a menudo deja su computadora desatendida en una cafetería, pero nunca se preocupa de que pudieran robársela. “No hay delincuenciaâ€, dijo.
Eso no es del todo cierto. Según las estadísticas oficiales, Svalbard el año pasado fue presa de una dramática ola de crímenes, con casos reportados que involucraban violencia elevándose un 800 por ciento. Pero eso se debió principalmente a peleas de cantina que elevaron el número de casos de violencia investigados por la policía, de uno solo en 2012 a nueve en 2013.
El incidente más grave el año pasado implicó a un minero ucraniano ebrio detenido por un apuñalamiento en Barentsburg, un sombrío asentamiento minero de propiedad rusa por la costa. Trasladado a Longyearbyen, pasó un par de días en la celda de detención del gobernador antes de su juicio en la Noruega continental.
En total, la policía maneja alrededor de 100 casos al año, la mayoría de los cuales implican infracciones menores, como manejo imprudente en motos de nieve y robo en tiendas. No se han reportado delitos graves hasta ahora este año, aunque las autoridades están preocupadas por una avalancha de basura que involucra a científicos descuidados que, durante investigaciones en el desierto, no limpiaron su basura.
Svalbard apareció en una película de James Bond, “Die Another Dayâ€, y en la trilogía “His Dark Material†de Philip Pullman, pero es tan carente de maldad humana real que los osos polares han asumido el papel de los principales alborotadores. Esta es tierra estíéril para el cine negro nórdico, el gíénero escandinavo de la novela policial.
Eirik Palm, editor del periódico local en noruego, Svalbardposten, dijo que no podía recordar la última vez que publicó un artículo importante sobre un crimen. “Creo que alguien robó alcohol de un bar una vez,†dijo, hojeando números atrasados de su periódico. “Pero tenemos otras historias como gente que cae en los glaciares o son atacados por osos polares.â€
Tener armas es común, no porque alguien se preocupe por ahuyentar a un ladrón o un minero de carbón empuñando un cuchillo, sino porque los osos polares presentan un verdadero peligro. La policía lleva a efecto una regla que cualquiera que se mude fuera de los límites de la ciudad de Longyearbyen debe llevar un arma y saber cómo usarla. Otro reciente tema candente, además de una falla en un cable submarino que dejó a Svalbard sin servicio telefónico y de Internet por unas horas, es el desorbitante precio de los alimentos frescos. Svalbardposten, por ejemplo, puso al descubierto lo que llamó la leche más cara del mundo.
Aunque el alcohol y los cigarrillos, libres de muchos de los altos impuestos que se aplican en el resto de Noruega, son relativamente baratos, un cartón de un litro de leche en una tienda local puede costar el equivalente a casi 7 dólares.
Sabbatini dijo que íél no se preocupa mucho por los osos y menos aún por los ladrones y atracadores. “Yo solía ser reportero del crimen en Los íngelesâ€, dijo. “No puedo decir que lo disfrutíé.â€
Sin embargo, reconoció que el vivir en un lugar tan remoto envuelto en la oscuridad casi total durante la mitad del año crea sus propias tensiones. “Si quieres vivir aquí, hay algo ligeramente torcido en tiâ€, dijo.