La presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT) y el liberal Aíécio Neves, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), disputarán el segundo turno de las elecciones brasileñas, el próximo 26 de octubre. La gran derrotada de esta primera ronda es Marina Silva, del Partido Socialista Brasileño (PSB), que coqueteaba con el triunfo hace unas semanas, según los sondeos, pero que acabó despeñándose en una caída inusitada.
Rousseff, con el 93,5% de los votos contabilizados, obtiene un 41,08% de las papeletas. Neves, en una remontada inesperada y chocante, consigue un 34,2%. Silva, que se hunde paralelamente al ascenso de su rival, queda eliminada con un 21,14%. La abstención fue del 19%. A principios de septiembre, Aíécio Neves, dado por descartado por casi todo el mundo, se arrastraba con un 14%.
Esta autíéntica montaña rusa de encuestas que suben y bajan son, simplemente, el reflejo de una campaña imprevisible e hipnótica, marcada por un accidente aíéreo que lo revolucionó todo. En este primer turno, los brasileños decidieron, sobre todo, quiíén es el primer perdedor.
La victoria de Rousseff no es una gran sorpresa. El segundo puesto de Neves (y su 34% de votos), sí. Desde hace 10 días, la presidenta aparecía siempre en cabeza, con una cómoda ventaja en todos los sondeos, muy por encima de sus oponentes.
No fue siempre así. De hecho, a principios de septiembre, Silva, exministra de Medio Ambiente con Lula da Silva, empataba con la presidenta en los pronósticos tras convertirse en candidata sobrevenida despuíés de que el aspirante de los socialistas brasileños, Eduardo Campos, falleciera el 13 de agosto al estrellarse su avioneta en la ciudad de Santos. El accidente conmocionó al país y catapultó las expectativas de Silva, que pasó de casi invisible número dos de la candidatura a verse en todas las portadas de todos los periódicos, nacionales y extranjeros. En un país oficialmente laico pero en el fondo muy religioso, mucha gente pensó en una suerte de predestinación para la presidencia (la candidata iba a montarse en esa avioneta funesta pero desistió en el último momento). Y Silva supo aprovecharse de esa marea.
Pero sonó la alarma en el PT, la única formación con estructura verdadera de partido en Brasil, en el poder desde hace 12 años (ocho con Lula y cuatro con Rousseff). La misma presidenta, que gasta justificada fama de dura, implacable y poca amiga de retroceder, tocó a rebato a sus asesores y decidió que el enemigo a batir era Silva (y no el que hasta ese momento era el oponente tradicional, Aíécio Neves) y que convenía centrar en ella sus ataques. Así lo hizo la propia Rousseff personalmente en los debates televisados, donde incidió en las contradicciones del programa de Silva en cuestiones ambientales y económicas. Rousseff jugaba con otra ventaja añadida muy importante: los minutos diarios de televisión. Por ley, ha gozado de mucho más tiempo que su oponente. Y los ha sabido aprovechar: un anuncio que causó un revuelo considerable en el país mostraba a una familia que, de golpe, y por el poder de unos banqueros invisibles, veían cómo desaparecía la comida del plato. El mensaje era evidente: si subía al poder Marina Silva, considerada a la derecha del PT, y según este partido, proclive a dar más poder a los bancos, muchas de las conquistas sociales de la franja más pobre de la población podían desaparecer.
Silva se apresuró a desmentir el mensaje, a acusar a Rousseff de azuzar el voto del miedo y de emplear golpes bajos. Paralelamente, Neves, el tercero en discordia, heredero de las políticas más liberales y estabilizadoras del expresidente Fernando Henrique Cardoso, del PSDB, consciente de que Rousseff era ya inatacable en el primer turno, centró su crítica tambiíén en la ya atribulada Silva, acusándola de haber pertenecido al PT durante más de 20 años y presentándose a sí mismo como la única alternativa y bandera del “verdadero cambioâ€. Un concepto, por cierto, utilizado por los tres candidatos pero que en boca de Neves, según los electores, ha sonado más creíble que en la de Silva.
¿Y ahora? Decidirán los votos de los seguidores de Silva, que no votan en bloque. Neves, con un electorado más de clase media, tratará de convencer a los hasta ahora adeptos de Silva de que con íél la economía, ahora estancada, recuperará el rumbo, de que logrará enderezar las cuentas públicas y sacar a la industria del marasmo en el que se encuentra; Rousseff se volcará en la facción de menos renta de esos electores, y les recordará los, a su juicio, logros sociales que el país logró con los 12 años del PT en el país. Todo puede pasar en las tres semanas que quedan de esta campaña abonada a lo sorprendente.