Por... BEATRIZ DE MAJO C.
China y Japón se adelantaron a la reunión de APEC, el Foro de Cooperación de Asia y el Pacífico que está teniendo lugar en Beijing y acordaron anticipadamente retomar el diálogo entre los dos países, diálogo que tenía dos años en período de hibernación formal.
Profundas diferencias en asuntos de mucho calibre provocaron en este tiempo un perverso distanciamiento entre los dos grandes de Asia, alejamiento que, además, ha estado sembrado de inquietantes provocaciones. Shinzo Abe, el primer ministro nipón y su homólogo chino, el presidente Xi Jinping, anunciaron que acordaron estrechar sus manos para intentar pasar la página sobre sus importantes enfrentamientos territoriales.
El mensaje para el resto del mundo va más allá de lo evidente: el crecimiento de relaciones sanas y estables entre China-Japón responde a los intereses de ambos países y a su gente. Una cooperación económica entre todos los países ribereños del Pacífico es solo materializable si las diferencias entre sus componentes son manejadas inteligentemente. El mensaje es tambiíén para Estados Unidos, que ha estado jugando un rol muy relevante en Asia a travíés de sus aliados: China no está dispuesta a dejarse arrebatar liderazgos en su vecindario y está presta hasta a dirimir sus más imperiosas diferencias con otros líderes para mantener la primacía indiscutible que tiene en Asia.
Pero pasar del enfrentamiento al enfriamiento y más adelante a la proactividad en el desarrollo de estas relaciones bilaterales no es asunto sencillo dada la importancia que China le asigna a su integridad territorial, abiertamente amenazada desde la capital nipona. Japón ha sido secundado por sus ciudadanos, quienes han llevado a cabo protestas violentas en suelo chino para dejar clara la solidaridad con su gobierno en la defensa de su soberanía. Recordemos que hace poco más de dos años Tokyo decidió anexarse tres de los cinco islotes que forman archipiíélago de las Senkaku (Diaoyu, para los chinos), cuya soberanía es reclamada por China y ello fue el disparador de dramáticos desencuentros entre las dos capitales.
En este largo periodo en el que China y Japón se dieron la espalda, los sentimientos nacionalistas se inflamaron de los dos lados y los lazos económicos bilaterales se resintieron mientras el conflicto militar adquirió inusitada y peligrosa relevancia.
La apertura diplomática es una buena noticia. Estar de acuerdo en que hay desacuerdos por ventilar es el primer paso para abordar las diferencias con sentido futurista y con anhelo de progreso. Hasta este día, Tokyo ha negado la existencia de posiciones controvertidas. En Beijing, por su lado, hay conciencia de que si bien estas diferencias han permitido apertrechar mejor a sus fuerzas armadas ante la eventualidad de un enfrentamiento bíélico, ello ha estimulado igualmente el estrechamiento la alianza Japón-Estados Unidos en sus mares, un entendimiento que nada positivo aporta a la región.
En los dos países existe el sentimiento de que los avances van a tener lugar bilateralmente a partir del encuentro de esta semana, aunque no sea posible tener acceso a las delicadas maniobras que tengan lugar tras los escenarios.
Los analistas aseguran que lo relevante y esperanzador es que ambas naciones a su más alto nivel comparten el sentimiento de que tienen mucho que perder económica y políticamente si no encuentran una vía de avanzar y de entenderse en estos espinosos temas.