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Autor Tema: HUMANOS SIN ESPIRITU  (Leído 595 veces)

Scientia

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HUMANOS SIN ESPIRITU
« en: Febrero 06, 2015, 08:34:20 pm »

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HUMANOS SIN ESPIRITU


*** Gente vací­a. Personas tí­teres. Cartones recortados. Objetos teledirigidos, Portales Organicos. Caracteres de fondo.
¿Porquíé existen siquiera esos tíérminos?

Porque por necesidad tuvieron que ser inventados por aquellos que independientemente observaron el mismo fenómeno desconcertante, uno para el cual no hay nombre oficial: algunas personas parecen carecer de algo muy importante en su interior. Mientras que no son necesariamente menos inteligentes, exitosos o fí­sicamente sanos como cualquier otra persona, ellos, no obstante, no muestran ningún indicio de tener ninguno de los posibles componentes superiores de su conciencia.

Con el transcurso de los años muchos observadores llegaron a esta misma conclusión. Ellos observaron que algunas personas eran extrañamente unidimensionales y vací­as en su interior.
Esta observación no es difí­cil de perder, pero es fácil de evitar racionalizar, especialmente con la sociedad moderna siendo tan pesadamente lavados de cerebro, con el concepto polí­ticamente correcto pero poco realista de que cada uno es completamente igual en todos los sentidos, que hace caso omiso de las diferencias funcionales debido a:
· Ambiental
· Geníético
· Lo que es aún más importante, factores metafí­sicos. ANTECEDENTES
La idea de gente vací­a amaneció primero en mí­ en 1999 despuíés de haber hecho mucha investigación en sociópatas y psicópatas, siendo su condición míédica conocida como TPA o “Desorden Antisocial de Personalidad.”
Mi interíés en el tema surgió a raí­z de haber sido forzada durante muchos años a sufrir bajo alguien de quien más tarde supe que tení­a todas las señales de ser un sociópata.
Sin corazón y sin alma fueron tíérminos descriptivos, pero poco sabí­a yo cual literalmente ciertos eran. Habí­a notado en esta persona como un vací­o detrás de los ojos y una esencia de conciencia muy superficial, lo que parecí­a ser el origen de los comportamientos que observíé.

Eventualmente me di cuenta que esta misma condición raí­z estaba presente en algunos otros quienes no eran sociópatas hacia el exterior, pero cuya carencia de corazón se enmascaraba en un exterior social muy bien adaptado. En otras palabras, lo que la psiquiatrí­a diagnosticarí­a como TAP serí­an solo las más extremas, criminales y descuidadas manifestaciones de una condición que, de otra manera, se expresa más ampliamente de un modo socialmente aceptable y menos incriminatorio. Esto último es lo que pudiera contar para el cuerpo de gente vací­a presente en la población.

¿Pero exactamente que es lo que falta en ellos?
La respuesta es clara si nos fijamos en sus comportamientos comunes y cualidades de la conciencia. CARACTERISTICAS PSIQUICAS y CONDUCTUALES:

Su conducta tiende a ser convincente, superficial, egoí­sta, narcisista, mundano, depredador y materialista.
A veces estos rasgos son camuflados por un exterior socialmente pulido, pero cualquiera con un ojo que discierne puede ver a travíés de su disfraz. Ellos carecen de individualidad, de pensamiento independiente y son fuertemente polarizados hacia mantener una mentalidad de rebaño.
Ellos carecen de comprensión de cualquier cosa más allá de la esfera material de los cinco sentidos, y no tienen ningún interíés en asuntos metafí­sicos, excepto como accesorios llamativos como para reforzar su imagen social. Ellos tambiíén parecen totalmente incapaces de empatí­a, introspección y un auto-sacrificio voluntario.
Sin embargo, en presencia de otros ellos pueden poner una llamativa muestra de preocupación, angustia o altruismo para propósitos de manipulación social. Por ejemplo, lágrimas de cocodrilo para obtener simpatí­a y compasión, o haciendo algo bueno por otro únicamente para extorsionarles más tarde un favor.
La exploración fí­sica de su conciencia revela algo interesante. Hay cierta simplicidad, llanura e inercia en su esencia, aún si sus intelectos son altamente desarrollados. A diferencia de otros, su energí­a consciente es más difusa, opaca, impermanente y amorfa en lugar de ser sólida, chispeante, cristalizada y concentrada.

Dicho de otra manera, sus mentes son como castillos de arena en lugar de castillos reales. Hay algo rudimentario y animal piloteando sus cuerpos. Pareciera como si tienen conciencia del mismo modo que las plantas y los animales tienen, pero no una auto-conciencia como se supone que tienen los seres humanos.

Hay una importante diferencia entre la conciencia y la auto-conciencia. ESPIRITU - EL CONPONENTE FALTANTE

El factor faltante debe ser algo que dota a un ser con auto-conciencia, voluntad y la capacidad de valorar ideales trascendentales.

Esto va más allá de los factores fí­sicos, como porciones faltantes del cerebro, geníética defectuosa o una mala educación, porque los últimos son solamente defectos en el hardware y la programación de la máquina biológica, donde el problema aquí­ involucra la máquina de operar la conciencia. Lo que recoge la percepción clarividente o intuitiva sobre sus conciencias implica factores metafí­sicos.
¿Cómo llamar a este componente superior de conciencia ausente en algunas personas?
Usualmente serí­a clasificada como el alma, pero eso ha causado demasiada confusión en el pasado. Por ejemplo, los lectores casuales no familiarizados con la definición no apropiada del pensamiento de los “sin alma” pensaban que querí­a decir “completamente carente de conciencia”, cuando en realidad significa “carente de conciencia individualizada”. No, ellos sí­ tienen algún tipo de energí­a de alma por virtud de estar vivos, pero el alma no está investida con una chispa superior de verdadera sensibilidad y conciencia de sí­ misma.
Parece que no todos los seres humanos tienen espí­ritu.
Por lo tanto no tienen conciencia de sí­ mismos, individualidad, sabidurí­a, empatí­a, inteligencia creativa o conciencia. Lo que confirma aún más esta hipótesis es que, uno pudiera observar una total ausencia del destino, sincronicidad, sueños simbólicos o lecciones espirituales.Por ello es de esperarse que sean particularmente materialistas, mundanos ellos y mundanos en sus ambiciones. La observación confirma esto tambiíén. CUERPO Y EGO. El cuerpo es el instrumento biológico a travíés del cual interactuamos con nuestro entorno fí­sico.
El cuerpo viene con sus propias disposiciones hereditarias, fuerzas biológicas e instintos y algoritmos conductuales estampados dentro de el a travíés de una programación social. Estas influencias deterministas convergen para crear una inteligencia artificial en cualquier persona que, por defecto opera el cuerpo como un piloto automático piloteando un avión.

Esta inteligencia artificial es, por ello, denominado “ego”. Su proceso fundamental es el de garantizar la supervivencia del cuerpo optimizando su comportamiento para el entorno fí­sico y social. En otras palabras, el acondicionamiento externo programa al ego para lograr la supervivencia en el abriendo desde el cual el condicionamiento se origina.
Pero el ego no tiene una verdadera conciencia propia. Es solamente una computadora operando en el hardware neural (y por poder, etíéreo) que simula una identidad viviente. Su mayor ventaja es que, siendo solamente una computadora, solo tiene que calcular mecánicamente y reaccionar a situaciones en lugar de reflejarlas profunda y conscientemente, por lo cual pueden responder mucho más rápido a situaciones externas.

Para el espí­ritu, el ego funciona como un dispositivo de software que automatiza las interacciones con otros humanos y proporciona una máscara de identidad, programada desde el nacimiento, y apropiada al entorno local. Algo así­ como el avatar de un jugador en el juego Sims, que se ve y actúa como una persona y parece hacer sus propias cosas cuando no está siendo dirigido por el jugador.

El problema es que el ego es enteramente un producto del pasado, y el espí­ritu enteramente fuera del tiempo linear. El primero es completamente una caracterí­stica inesperada de la materia, el segundo es una condensación permanente de la conciencia. Ambos tienen impulsos que son a menudo diametralmente opuestos, uno tirando hacia la materialidad y el otro hacia la espiritualidad.

Nuestra conciencia diaria, tambiíén conocida como el yo inferior es una mezcla de ambos, es decir, de la porción del espí­ritu que brilla a travíés de la máscara del ego y se identifica con ella, análogo a un automovilista tan absorto en el acto de conducir que, para el, el auto se ha convertido en una extensión de su cuerpo.