Por… lena ílvarez-Buylla
En este nuevo año es crucial seguir con la defensa de nuestro maíz y las milpas; es una apuesta por nuestra cultura y tambiíén por nuestro ambiente y nuestra salud. Todo ello depende, en gran medida, de la producción campesina sin agrotóxicos. Este tipo de producción agroecológica de alimentos sanos, sin dañar el ambiente y destruir la biodiversidad de Míéxico, se finca en conocimientos, diversidad de cultivos, tecnologías y organización comunales invaluables para poder recuperar la soberanía alimentaria.
Las empresas agroindustriales, con la complicidad del gobierno de Míéxico, se empeñan en destruir esta apuesta civilizatoria en favor del negocio. Muestra de ello es lo que reporta la revista Contralínea del pasado 18 de enero, en torno a descarrilamientos repetidos de 2010 a 2013 que causaron el derrame de 800 toneladas de maíz y algodón transgíénico en Chihuahua, Guanajuato y Veracruz. Las responsables son tres empresas que producen y/o usan semillas geníéticamente modificadas. De esto se dio aviso a la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de Organismos Geníéticamente Modificados (Cibiogem) y al Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica). Indigna que estas entidades no hayan realizado las investigaciones necesarias o publicado reportes tíécnicos que den cuenta cabal de cómo evitaron que este grano contaminara siembras de maíz nativo y llegara a sitios no aprobados para su uso.
Se ha demostrado científicamente que los transgíénicos pueden moverse a miles de kilómetros de distancia por medio de las cadenas de intercambio de semillas; una vez que íéstas germinan y las plantas maduran, florecen y producen polen, en íéste se mueven los transgenes a cientos de kilomíétros. Estos derrames pudieron haberse vuelto focos de contaminación y los tíécnicos del gobierno de Míéxico, encargados de evitar y dar seguimiento a esto, no han cumplido con su obligación. Urge subsanar esta situación y fincar responsabilidades.
En general, hay que averiguar si los transgíénicos siguen contaminando nuestros maíces nativos que se distribuyen en todo el país, que es centro de origen y diversidad del grano. Los tíécnicos encargados de la bioseguridad fueron incapaces de corroborar la contaminación reportada en 2001 por Quist y Chapela en Oaxaca. Pero diversos laboratorios independientes, incluido el nuestro, demostraron que sí había contaminación en Oaxaca y otros sitios. Afortunadamente, aún es reversible, pero los transgenes no se pueden contener dentro de los campos en los cuales se siembran, pues se mueven vía polen y semillas. En vez de evitar a toda costa la contaminación y asumir su responsabilidad con la bioseguridad, el gobierno es indiferente o se colude con las corporaciones y en contra del interíés público. Además, va autorizando nuevos productos para consumo y siembras, como la soya, que tambiíén tiene implicaciones nefastas: puede afectar de manera irreversible a las abejas y la producción de miel mexicana, una de las mejores del mundo.
Es inaceptable que el gobierno no cuide nuestro alimento básico: el maíz. Dados los datos de salud en Estados Unidos, donde el incremento de la prevalencia de 22 enfermedades, incluidos varios tipos de cáncer ( La Jornada, 28/11/14), se ha asociado al aumento pavoroso de glifosato, usado en cultivos transgíénicos desde la díécada de 1990, es urgente que se evite el uso de los cultivos transgíénicos en alimentos procesados.
En Argentina han aumentado los casos de malformaciones en bebíés de madres que viven cerca de siembras de soya transgíénica, y en Brasil han encontrado un número mayor de anomalías geníéticas y celulares en personas asociadas a ese cultivo en comparación con un grupo control. Los estudios de Síéralini y colaboradores que se publicaron en 2011, y más tarde la revista retiró, fueron divulgados en otra revista con estricto arbitraje, reforzando la evidencia de que las ratas alimentadas con transgíénicos presentan afectaciones en diversos órganos, incluyendo riñones e hígado, mueren antes y tienen mayor probabilidad de desarrollar cáncer que las alimentadas con no transgíénicos.
La falta de etiquetado imposibilita dar seguimiento causal a la relación entre el consumo de transgíénicos y la propensión a sufrir enfermedades en las personas, pero los datos que se van acumulando son sumamente preocupantes y sugerentes de que la producción de alimentos con base en la tecnología agroindustrial a partir de la díécada de 1990 causan detrimento de la salud.
Urge apoyar los modos campesinos de producción, que en conjunto con una verdadera ciencia que se comprometa socioambientalmente serán imprescindibles para un programa agrícola integral capaz de recuperar la soberanía alimentaria sin destruir el ambiente y la biodiversidad.
Con base en toda la evidencia acumulada, en Estados Unidos exigen que se etiqueten los alimentos derivados de transgíénicos y en Europa es obligatorio hacerlo. Sin embargo, en Míéxico el gobierno ha autorizado un número mayor de líneas transgíénicas, lo que tal vez implica que ya es más probable encontrar aquí productos con maíz transgíénico que en Europa.
En contradicción con lo que van demostrando la ciencia y la realidad, y lo que sería congruente con nuestra bioseguridad y soberanía alimentaria y sanitaria, el gobierno federal parece tener acuerdos poco transparentes con los grandes productores de transgíénicos y con empresas que le han entrado al negocio (por ejemplo, Maseca y los comercializadores de Faena), y que están dispuestos a mentir o a ignorar los datos científicos en el tema. En las zonas rurales más pobres del país, por ejemplo, a lo largo de los caminos que llevan a los pueblos de los Altos de Chiapas se encuentran por todos lados grandes anuncios de estos productos, que han ido penetrando en nuestro campo y en las casas de algunas de las familias más humildes de Míéxico.
No sabemos en que medida íéste y otros derivados de los cultivos modificados están llegando a nuestras tortillas, totopos, tostadas, pozoles, tamales, tlacoyos, atoles, tejuinos, memelas, quesadillas, chalupas, sopes y tantas otras formas que toma el maíz, nuestro alimento básico, cuando llega a nuestras mesas. Es urgente averiguar si estas distribuidoras de masa, almidones, jarabes y maíz para tortillas y otros alimentos básicos para los mexicanos aún tienen contaminación con transgíénicos, como se documentó hace algunos años
Suerte en sus vidas…