AFP
El juez que ordenó incautar los bienes del exmagnate brasileño Eike Batista fue sorprendido este martes conduciendo el Porsche que decomisó la policía al que fuera el hombre más rico del país, en el marco de su proceso por manipulación de mercado.
El diario Extra mostró una imagen en la que se ve al juez federal Flávio Roberto de Souza al volante del Porsche Cayenne blanco que la policía había decomisado de la residencia de Batista a principios de febrero.
Aquella operación -en la que las autoridades confiscaron, entre otros objetos de valor y dinero en efectivo, un Lamborghini, otros cuatro automóviles, un piano y un huevo de Fabergíé- respondía al embargo de 3.000 millones de reales (unos 1.060 millones de dólares) que el mismo Souza había decretado horas antes contra Batista y su familia.
Tras el revuelo suscitado por las imágenes, el juez explicó en la noche del martes que el día en el que se incautaron los vehículos no había espacio suficiente en el aparcamiento del juzgado, por lo que dos de ellos se estacionaron en su vivienda personal de Rio de Janeiro.
Como para este jueves estaba prevista la subasta pública de algunos de ellos -entre los que no estaba el Porsche-, dos conductores del juzgado acudieron en la mañana a recogerlos, pero uno de ellos sufrió una avería. Fue entonces cuando Souza se ofreció a conducir el auto de lujo hasta la sede judicial.
Esa es la versión que el juez ofreció a la revista Veja, horas despuíés de conocerse que la justicia federal investigará el caso. Souza reiteró que las autoridades estaban al tanto.
La defensa de Batista, que lleva desde diciembre pidiendo que se aparte al juez Souza del caso, anunció que presentará una denuncia contra el magistrado.
Tanto el abogado defensor, Sergio Bermudes, como el juez son habituales de los medios brasileños donde es frecuente que comenten detalles del proceso contra el empresario que llegó a amasar una fortuna de 30.000 millones de dólares.
Batista, que acumuló un gran patrimonio gracias a sus negocios en minería y petróleo, es acusado de manipulación del mercado de valores mediante el uso indebido de información privilegiada para vender acciones de su compañía.
El histriónico empresario supuestamente engañó a inversionistas en un plan para atraer 1.000 millones de dólares a su empresa petrolera OGX (hoy Ogpar), cuyas metas de producción eran extremadamente optimistas, pese a que muchos de sus pozos finalmente no poseían el potencial de producción proyectado en un principio.