New York Times News Service
Las empresas de electricidad de origen fósil señalan que su infraestructura no puede manejar al creciente ejíército de emprendedores solares que pretenden vender su energía.
Los arrozales, los campos de golf e incluso las pistas aíéreas en desuso. En toda la región de Kyushu en el sur de Japón, sitios inesperados brillan con los paneles solares que producen electricidad.
El uso solar en Japón ha estallado en los dos últimos años como parte de un ambicioso esfuerzo nacional por promover la energía renovable. Pero el papel futuro de la tecnología está en duda.
Las empresas de electricidad dicen que su infraestructura no puede manejar al creciente ejíército de emprendedores solares que pretenden vender su energía. Y su disposición a invertir más dinero depende fuertemente de si el gobierno sigue comprometido con la energía limpia.
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“Es tristeâ€, dijo Junji Akagi, un desarrollador de bienes raíces en Ukushima, una diminuta isla cerca de Nagasaki.
Akagi dijo que esperaba convertir a una cuarta parte de la isla en una estación generadora “mega-solarâ€, y ya había conseguido inversionistas y los terrenos necesarios.
Luego, en septiembre pasado, la Kyushu Electric Power, la empresa dominante de la región, anunció abruptamente que dejaría de firmar contratos para comprar electricidad de nuevas instalaciones solares. Otras compañías de electricidad en otras partes de Japón pronto siguieron el ejemplo.
“Fue un motivo de consternaciónâ€, dijo Akagi. “Ahora no sabemos si Kyushu Electric comprará nuestra energíaâ€.
El tambaleante auge de la energía solar está amenazando a un objetivo importante para Japón en general: encontrar fuentes limpias de energía para reemplazar la producción nuclear perdida despuíés del desastre de Fukushima hace cuatro años. Hasta ahora, el país ha estado dependiendo mayormente de combustibles fósiles como el carbón y el gas natural para cubrir el díéficit, lo que ha conducido a emisiones significativamente más alas de gases de invernadero.
Algunos defensores de la energía solar temen que el gobierno estíé dando marcha atrás en sus compromisos con la energía limpia. El Primer Ministro Shinzo Abe está presionando para poner de nuevo en servicio a algunos de los 50 reactores nucleares de Japón, todos los cuales están ahora cerrados ante la persistencia de la preocupación pública en torno de su seguridad. Si reabren, pudieran reducir la necesidad de alternativas como la energía solar, a la cual muchos en el círculo de Abe, incluido el poderoso ministerio de industria, consideran como costosa y poco confiable.
Abe ha iniciado una revisión de las políticas de energía renovable introducidas despuíés de Fukushima por un gobierno anterior más izquierdista. A los ambientalistas les preocupa que las desmonte.
El gobierno redujo recientemente la cantidad de energía limpia que las empresas elíéctricas deben comprar a productores externos, y se esperan medidas adicionales que frenen el suministro esta primavera, incluidos recortes a los subsidios de precios.
“Pondría un freno a la propagación de la energía solarâ€, dijo Yuji Kuroiwa, el gobernador de mentalidad ecológica de la prefectura de Kanagawa, vecina de Tokio, en una conferencia de prensa en diciembre, refiriíéndose a las nuevas restricciones.
Como otros países que han promovido la tecnología con generoso apoyo estatal, Japón tambiíén está pasando apuros con las consecuencias financieras y tíécnicas de su rápido crecimiento solar.
La energía solar aquí es costosa para los consumidores debido a los altos precios ordenados por el Estado, y manejar la fluctuante producción de miles de productores solares mayormente pequeños es difícil para las empresas elíéctricas. Las mejoras necesarias en la infraestructura no han mantenido el mismo ritmo, dicen expertos.
“No se hizo la tareaâ€, dijo Nobuo Tanaka, ex director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía. Las empresas elíéctricas, dijo, necesitan instalar más hardware – cables de transmisión, subestaciones, etcíétera – y desarrollar nuevos tipos de experiencia para evitar interrupciones.
“Para hacer que las fuentes renovables funcionen en realidad, tienen que estar adecuadamente conectadas al sistema elíéctricoâ€.
El problema es especialmente grave en Kyushu, donde una luz solar relativamente abundante y los bajos precios de los terrenos han atraído a una parte desproporcionada del desarrollo solar.
La capacidad solar instalada se duplicó aproximadamente en los dos años transcurridos desde mediados de 2012, cuando entró en vigor una ley que requería que las empresas elíéctricas compraran energía renovable a productores externos a tarifas muy por encima de los precios del mercado. Para el verano pasado, se ubicó en 3.4 gigavatios, aproximadamente igual a la producción de los tres reactores nucleares modernos; al menos durante las horas en que el sol estaba brillando con gran fuerza.
Más desafiante para los planificadores de las compañías elíéctricas es lo que depara el futuro. Proyectos con una capacidad adicional de 8.4 gigavatios, incluido el de Akagi en Ukushima, han recibido la aprobación gubernamental pero están en el limbo tras el edicto de Kyushu Electric. Esa es más energía que la que la región consume en algunos días de demanda baja; y demasiada para que la red de Kyushu Electric la maneje sin riesgo de fallas, argumenta la empresa.
“Si aceptamos la electricidad de todos, el sistema se volverá inmanejableâ€, dijo Shinichi Futami, un funcionario de la empresa.
La empresa está tendiendo nuevos cables de transmisión lo más rápido que puede, añadió, pero se ha visto frenada por la lenta y costosa tarea de conseguir derechos de tierras.
Los proyectos solares ya han cambiado el paisaje y la economía en Kyushu. Se han apoderado de presas, campos de golf en bancarrota y parques industriales ociosos, así como las ubicaciones más familiares en los techos de las viviendas.
Los más grandes, como la Planta de Energía Mega-Solar Nanatsushima en Kagoshima, que abrió en 2013, cubren áreas más grandes que 100 campos de fútbol. Su enorme terreno fue apartado para un astillero hace más de 30 años, pero permaneció vacío hasta el reciente auge de la energía solar.
En Makurazaki, una ciudad remota en Kagoshima, el aeropuerto local permaneció sin usar durante una díécada, víctima de la declinación económica y poblacional. Ahora, su pista está cubierta de un lado a otro por paneles solares, un proyecto bajo la propiedad compartida de una compañía de arrendamiento y una subsidiaria de Kyushu Electric.
No obstante toda la construcción freníética, Japón aún produce menos energía solar que muchos otros países. Nacionalmente, solo 2.2 por ciento de su electricidad provino de alguna fuente renovable en el último año fiscal, excluyendo la hidroenergía de las presas.
El pequeño porcentaje es legado de un enfoque centrado en la energía nuclear antes de Fukushima. La cifra fue menos de la mitad del nivel de Estados Unidos o Francia, y una fracción del aproximadamente 20 por ciento alcanzado por Alemania y España.
Ponerse al corriente sería costoso, aun cuando existiera toda la infraestructura necesaria. Los incentivos financieros de Japón para la energía solar y otras fuentes renovables son los más altos en el mundo; alrededor del doble del nivel de Alemania, dependiendo del tipo de instalación.
Según el gobierno, si todas las plantas solares ahora en planeación realmente fueran construidas, costaría a los usuarios 2.7 billones de yenes al año en cargos especiales, cuatro veces la bonificación que están pagando ahora.
Los partidarios de la energía solar señalan que el dinero al menos permanecería en la economía japonesa, en vez de desaparecer en los bolsillos de los productores extranjeros de petróleo y gas. Pero persisten las preocupaciones por el costo.
Ya se está culpando a las facturas de electricidad más altas en relación con el cierre de las plantas nucleares de exprimir los presupuestos familiares. Eso está perjudicando al gasto d consumo y socavando los esfuerzos de Abe para revivir a la economía, a travíés de su programa de estímulos conocido como Abenomía.
En vez de frenar la expansión de la energía solar, los defensores de la tecnología dicen que se necesita una sacudida más amplia del mercado de la electricidad de Japón. Empresas como Kyushu Electric, argumentan, tienen poco incentivo para dar cabida a los competidores externos de sus propias plantas de carbón, gas y nucleares. En vez de buscar soluciones innovadoras al problema del suministro excesivo, las empresas están usándolo como excusa para la inacción, dijo Tomas Kaberger, un experto en energía sueco que encabeza a la Fundación de Energía Renovable de Japón.
“Supongo que es para proteger sus intereses económicosâ€, dijo, “no sus intereses tecnológicos o los intereses de sus clientesâ€.
Un proyecto de ley de reforma ahora en el Parlamento pretende promover la competencia. Forzaría a las 10 empresas elíéctricas regionales de Japón a dividir sus operaciones de generación y transmisión en empresas legalmente separadas. Sin embargo, los dos lados seguirían estrechamente conectados, y algunos dicen que el plan no va lo suficientemente lejos como para igualar el campo de juego para los nuevos actores, incluidos aquellos en la energía verde.
“Estos 10 monopolios seguirán siendo dueños de la redâ€, dijo Tom O’Sullivan, un consultor de energía basado en Tokio. “Seguirá siendo muy difícil para las compañías elíéctricas independientes hacer llegar su electricidad a la redâ€.