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Autor Tema: En torno a los modelos nórdicos…  (Leído 145 veces)

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En torno a los modelos nórdicos…
« en: Marzo 29, 2015, 12:58:29 pm »
Por… Alberto Benegas Lynch (h)



Los socialistas arcaicos y desactualizados siguen repitiendo que los modelos, especialmente de Suecia, Finlandia y Dinamarca, siguen siendo socialistas como en los años sesenta en los que adoptaron esa tendencia (en Suecia la experiencia comenzó hacia finales de los treinta).

Sin embargo, no tienen en cuenta que a principios de los noventa el sistema explotó debido a los niveles inauditos del gasto público y los impuestos que, entre otras cosas, se reflejaron en el píésimo sistema de salud en el que los pacientes esperaban en interminables filas que se los atienda mientras se sucedí­an accidentes irreversibles antes de ser atendidos y los que podí­an viajaban al exterior para consultar míédicos (los que esperaban que se los atienda “gratis” en sus paí­ses de origen, por ejemplo, se quedaban ciegos antes de poder ser revisados por un oculista y así­ sucesivamente).

Otro fracaso rotundo fue en el campo educativo donde a partir de los noventa se eliminó el monopolio estatal y se abrió a la competencia. Debido al referido sistema donde creció exponencialmente el Leviatán comenzó a debilitarse notablemente la Justicia y la seguridad.
Como queda dicho, a partir de los noventa se privatizaron todo tipo de empresas, en primer tíérmino, la electricidad, el correo y las telecomunicaciones con lo cual el gasto público se redujo junto a la presión impositiva.
Por otra parte, en gran medida se liberó el mercado laboral con lo que el desempleo bajó considerablemente y se redujo el trabajo informal a que naturalmente se recurrí­a antes de la liberación (en los tres paí­ses mencionados llegaba a más de un tercio de la fuerza laboral).
Por tanto el tan cacareado ejemplo de los paí­ses nórdicos en cuanto al “íéxito” del socialismo queda sin efecto en todas sus dimensiones.

Hay una nutrida bibliografí­a sobre el fracaso del mal llamado “Estado Benefactor” (mal llamado porque la beneficencia es por definición voluntaria y realizada con recursos propios), pero tal vez los autores más destacados son Andres Linder, Nils Sanberg, Eric Boudin, Sven Rydenfelt, Mauricio Rojas y Nils Karlson, quienes muestran que, en promedio en las tres díécadas principales del experimento socialista el gasto público en esos paí­ses rondaba el 64% del PBN y el díéficit alcanzaba el quince por ciento de ese mismo guarismo. Un sistema tambiíén basado en la estatización del sistema denominado de “seguridad social” que operaba bajo el míétodo de reparto que actuarialmente está de entrada quebrado y la insistencia en la tan reiterada “re-distribución de ingresos”.

Escriben los autores mencionados que en una medida considerable se han abandonado las antedichas polí­ticas para reemplazarse por la apertura de mercados sustentados en marcos institucionales liberales que los hacen los más abiertos del mundo.
Incluso uno de los patrocinadores del socialismo en los paí­ses nórdicos —Gunnar Myrdal— finalmente escribió que tení­a “sentimientos encontrados en lo que desembocó el sistema ya que las leyes fiscales han convertido a nuestra nación [Suecia] en una de tramposos”.

La apertura hací­a los mercado libres, entre muchas otras cosas, incentiva la creatividad para llevar a cabo actividades hasta entonces impensables. Por ejemplo, recientemente en algunos de los paí­ses nórdicos ya no existe el problema de la basura ya que la reciclan para contar con más electricidad y calor, al contrario, compran basura de otros paí­ses.
Lo dicho hasta aquí­ sobre el estatismo no incluye las truculentas variantes de los paí­ses africanos y latinoamericanos más atrasados en los que se encubre una alarmante corrupción tras la bandera de la mejora a los pobres que se multiplican por doquier.

El antes aludido Nils Karlson, a pesar de ser noruego (un paí­s que cuenta con el apoyo logí­stico de la riqueza petrolera) en su magní­fica obra titulada The State of the State. An Inquiry Concerning the Role of Invisible Hands in Politics and Civil Society, sostiene que “El crecimiento en el tamaño del estado es uno de los sucesos más destacados del siglo veinte. En todas las democracias occidentales, el estado se ha tornado más y más grande, en tíérminos relativos y absolutos. Tí­picamente esos estados modernos se autodenominan estados benefactores caracterizados por varios tipos de sistemas distributivos, regulaciones y altos niveles de gastos públicos. En algunos de esos paí­ses el gasto del sector público alcanza más de la mitad del producto nacional bruto y los impuestos, en algunos casos, se llevan más de la mitad de los ingresos generados en la sociedad. Incluso las esferas más privadas han sido penetradas por el estado. Las sociedades se han politizado más y más”.

El tambiíén mencionado Neil Sandberg apunta en su libro What went wrong in Sweeden? que uno de los factores desencadenantes de la crisis fue su polí­tica monetaria representada por “la rápida implementación del keynesianismo” por lo que “Suecia abandonó el patrón oro antes que otras naciones”. Muy especialmente en los múltiples trabajos de los referidos Eric Boudin y Mauricio Rojas se incluyen en detalle otras polí­ticas tambiíén responsables de los problemas suecos y la forma en que se revirtieron.

¿Por quíé ha ocurrido este desví­o grotesco de la tradición de gobiernos limitados a la protección de derechos a la vida, la propiedad y las autonomí­as individuales? Gordon Tullock produjo un ensayo titulado “The Development of Government” (todaví­a recuerdo a la vuelta de un viaje mi disgusto con la traductora por cómo tradujo literalmente al castellano el referido trabajo en la revista Libertas: “El desarrollo del gobierno”, en lugar de “El crecimiento del gobierno”…como escribe Victoria Ocampo “no se puede traducir a puro golpe de diccionario”). En todo caso, Tullock alude a la impronta de Bismarck como la maní­a del aparato estatal de lo que se conoce como “seguridad social” (en verdad inseguridad antisocial), al nacimiento del impuesto progresivo y a las guerras donde muestra en sus cuadros que el gasto posguerra baja pero siempre queda a un nivel más alto del perí­odo antes del conflicto bíélico. Esto lo refleja en los cuadros que acompañan a su trabajo, especialmente referidos al perí­odo 1790-1995 en Estados Unidos con comentarios de estudios de economí­as comparadas.

De cualquier modo, una idea que cuajó entre los redistribucionistas es lo que podemos bautizar como “la tesis Pigou” por la que el autor aplica la utilidad marginal a la noción fiscal para sustentar la progresividad. Así­ se dice que como un peso para un pobre no es lo mismo que un peso para un rico, si se sacan recursos de íéstos últimos y se los entrega a los primeros, los ricos se verán perjudicados mientras que los pobres serán beneficiados en mayor proporción que la píérdida de los primeros por las razones apuntadas. Sin embargo, una aplicación correcta de la utilidad marginal hará irrelevante lo comentado puesto que la utilidad marginal significativa en este caso es la de los consumidores a quienes no le resulta indistinto quien administra los escasos factores de producción con lo que la aludida redistribución (sea por míétodos impositivos o de cualquier naturaleza) contradice sus indicaciones en las votaciones diarias en el mercado, por lo que habrá desperdicio de recursos y, consecuentemente consumo de capital junto a menores salarios e ingresos en tíérminos reales.
Por nuestra parte, miramos dos motivos que se encuentran tras algunos de las consecuencias señaladas por Tullock en su ensayo. Estos dos motivos fundamentales son los marcos institucionales y la educación.
Mencionemos muy resumidamente estos dos componentes tan contundentes que se suceden tanto en paí­ses nórdicos como en cualquiera que adopte las recetas del “Estado Benefactor”. En ambos casos, en última instancia, se trata de incrustar más clara y frontalmente el saqueo en la polí­tica.

Lo primero se refiere a la falsificación de la democracia y monarquí­as constitucionales convirtiíéndolas en cleptocracias. Sin nuevos lí­mites al poder, el sistema puramente electoral y sin el alma del respeto de las mayorí­as a los derechos de las minorí­as, se convirtió en una trampa mortal para las autonomí­as individuales. Con solo levantar la mano en el Parlamento, las alianzas y coaliciones arrasan con los derechos. En otras palabras, constituye un escándalo pavoroso que la respuesta a tanto desatino consista en quedarse de brazos cruzados esperando la demolición final. Es indispensable pensar en otros controles, por ejemplo, como los que hemos sugerido en base a las propuestas de otros autores.

El segundo punto es tener en un primerí­simo primer plano la importancia de la educación. Desde que tengo uso de razón se machaca que ese tema es para el largo plazo y que debemos ocuparnos del presente, sin percatarse que, precisamente, el presente está movido por los valores y principios que hemos sido capaces de exponer, es decir, la compresión y aceptación de los fundamentos de la sociedad abierta depende de lo que ocurra en el ámbito educativo. Y no es cuestión de declamar sobre las bondades de la educación sino de proceder en consecuencia y poner manos a la obra, sean paí­ses nórdicos o no. Es la tarea dura y no saltearse etapas y ocupar cargos polí­ticos que por más que se simule “meterse en el barro” es para la foto y los halagos del poder.
Es imperioso ocuparse de marcos institucionales libres y de la educación en los valores de la sociedad abierta y no estar como los gobiernos venezolanos y argentinos en la búsqueda de enemigos en quienes endosar la responsabilidad de sus fracasos tal como aconsejan hacer autores totalitarios como Carl Schmitt y Ernesto Laclau para distraer la atención de los verdaderos problemas y arrear con estríépito a los aplaudidores sin dignidad ni autoestima.



Suerte en sus vidas…


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...