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Autor Tema: Las reglas de Paracelso  (Leído 518 veces)

Scientia

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Las reglas de Paracelso
« en: Abril 22, 2015, 07:34:37 pm »
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Las reglas de Paracelso


 â€œLa suerte no existe y el destino depende de los propios actos y pensamientos” 1.- Lo primero es mejorar la salud. Para ello hay que respirar con la mayor frecuencia posible, honda y rí­tmica, llenando bien los pulmones, al aire libre o asomado a una ventana. Beber diariamente en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer muchas frutas, masticar los alimentos del modo más perfecto posible, evitar el alcohol, el tabaco y las medicinas, a menos que estuvieras por alguna causa grave sometido a un tratamiento. Bañarte diariamente, es un hábito que debes a tu propia dignidad. 2.- Desterrar absolutamente de tu ánimo, por más motivos que existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y pobreza. Huir como de la peste de toda ocasión de tratar a personas maldicientes, viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas, vanidosas o vulgares e inferiores por natural bajeza de entendimiento o por tópicos sensualistas que forman la base de sus discursos u ocupaciones. La observancia de esta regla es de importancia decisiva: se trata de cambiar la espiritual contextura de tu alma. Es el único medio de cambiar tu destino, pues este depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no existe. 3.- Haz todo el bien posible. Auxilia a todo desgraciado siempre que puedas, pero jamás tengas debilidades por ninguna persona. Debes cuidar tus propias energí­as y huir de todo sentimentalismo. 4.- Hay que olvidar toda ofensa, más aún: esfuíérzate por pensar bien de tu mayor enemigo. Tu alma es un templo que no debe ser jamás profanado por el odio. Todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz interior, pero no te hablara así­ de pronto, tienes que prepararte por un tiempo; destruir las superpuestas capas de viejos hábitos, pensamientos y errores que pesan sobre tu espí­ritu, que es divino y perfecto en sí­, pero impotente por lo imperfecto del vehí­culo que le ofreces hoy para manifestarse, la carne flaca. 5.- Debes recogerte todos los dí­as en donde nadie pueda turbarte, siquiera por media hora, sentarte lo más cómodamente posible con los ojos medio entornados y no pensar en nada. Esto te fortifica eníérgicamente y te pone en contacto con las buenas influencias. En este estado de recogimiento y silencio, suelen ocurrí­rsenos a veces luminosas ideas, susceptibles de cambiar toda una existencia. Con el tiempo todos los problemas que se presentan serán resueltos victoriosamente por una voz interior que te guiara en tales instantes de silencio, a solas con tu conciencia. Ese es el daimon de que habla Sócrates. 6. Jamás temas a los hombres ni te inspire sobresalto el dí­a de mañana. Ten tu alma fuerte y limpia y todo te saldrá bien. Jamás te creas solo ni díébil, porque hay detrás de ti ejíércitos poderosos, que no concibes ni en sueños. Si elevas tu espí­ritu no habrá mal que pueda tocarte. El único enemigo a quien debes temer es a ti mismo. El miedo y desconfianza en el futuro son madres funestas de todos los fracasos, atraen las malas influencias y con ellas el desastre. Si estudias atentamente a las personas de buena suerte, veras que intuitivamente, observan gran parte de las reglas que anteceden. Muchas de las que allegan gran riqueza, muy cierto es que no son del todo buenas personas, en el sentido recto, pero poseen muchas virtudes que arriba se mencionan. Por otra parte, la riqueza no es sinónimo de dicha; puede ser uno de los factores que a ella conduce, por el poder que nos da para ejercer grandes y nobles obras; pero la dicha más duradera solo se consigue por otros caminos; allí­ donde nunca impera el egoí­smo. Jamás te quejes de nada, domina tus sentidos; huye tanto de la humildad como de la vanidad, la humildad sustrae fuerzas y la vanidad las paraliza. Fuente: http://saikuhayotravidaposible.blogspot.com.es/...

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