El cántaro se ha roto
Publicado en Expansión por Clara Ruiz de Gauna
Conozco a una persona con tres hijos y un sueldo medio que, todos los años, cuando llega la feria de su pueblo, pide mil euros al banco para no privarse de nada y para demostrar su esplendor ante los vecinos.
Despuíés, va pagando cuotas de cien euros al mes que se suman al resto de las facturas del hogar. Y, así, hasta el año siguiente. Como tiene fama de ser el hombre más generoso de la comarca, no puede ni plantearse dejar de pedir un príéstamo y renunciar a invitar a todo el personal, aunque los tipos de interíés sean tipos muy altos y la letra del piso parezca un abecedario completo.
Hay empresas que centran la mayor parte de su esencia en el márketing mal entendido.
No utilizan esta herramienta para potenciar la imagen corporativa, sino para demostrar al mundo lo poderosas que son y los recursos casi inagotables de los que disponen. Este tipo de compañías ha llevado el culto por la imagen societaria a tal extremo que es capaz de renunciar a una compra interesante o de suspender pagos antes de que su logo deje de adornar un evento que no tiene nada que ver con su negocio.
Conozco a otra persona que dejó su trabajo de toda la vida, con un salario mediocre, pero seguro, seducida por las sirenas de la construcción. Invirtió todos sus ahorros en una promoción a cambio de tres pisos. Pensó que luego los vendería con muchas plusvalías que irían destinadas a construir otro bloque de viviendas con el que poder repetir la misma operación. Y, así, hasta crear un imperio inmobiliario. Pero el cántaro de la leche se rompió en mil pedazos antes de que la primera llave abriera la primera puerta.
Muchas empresas que llevaban díécadas operando en una actividad dejaron a un lado un negocio seguro, pero con un margen de beneficio relativamente estrecho, para lanzarse a actividades que no conocían, pero que prometían rentabilidades deslumbrantes, con la esperanza de crecer y crecer, y la ambición de ganar y ganar. A ellas, el cántaro tambiíén se les ha despedazado.
Tengo tambiíén un conocido que es fanático de los coches y que amplió la hipoteca de su casa para comprar un todoterreno gigante. El dinero le llegaba justo, pero con lo que no contaba era con el presupuesto de reyes que iba a necesitar para gasolina y mantenimiento.
Hay compañías que compraron una empresa rival desde una perspectiva más visceral que cerebral. Las cuentas parecía que cuadraban... hasta que se tuvo que poner en marcha una reestructuración.
En realidad, mis conocidos han cometido los mismos errores que muchas compañías. Sólo que ellos no podrán soñar nunca con la posibilidad de un rescate.
