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Autor Tema: Japón lleva la energí­a solar espacial de la ciencia ficción a la realidad...  (Leído 177 veces)

OCIN

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EFE


Antonio Hermosí­n



Una descomunal planta solar que flota en el espacio y suministra energí­a a la tierra. Esta imagen, escenario de un relato de ciencia ficción de Isaac Asimov de 1941, es una realidad cada vez más cercana gracias al trabajo de un grupo de investigadores nipones.

La energí­a solar espacial es considerada una de las renovables más prometedoras desde que se planteó la idea hace medio siglo, aunque hasta ahora era inviable debido a una compleja cuestión: ¿Cómo trasladar hasta nuestro planeta la electricidad generada a 36.000 kilómetros de distancia?.

El pasado marzo, un equipo de investigadores de la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA) y varias empresas niponas, entre ellas Mitsubishi Electric, completó con íéxito una prueba decisiva para responder a esta pregunta.

Los cientí­ficos lograron transformar 1,8 kilovatios de electricidad en ondas electromagníéticas, transmitirlas a continuación entre dos paneles-antena situados a 55 metros de distancia y finalmente convertirlas de nuevo en energí­a elíéctrica.

"Es sólo un primer paso, pero es clave para la aplicación práctica de la energí­a solar espacial", dijo a Efe Daisuke Goto, uno de los cientí­ficos a cargo del proyecto SSPS (siglas en inglíés de Sistemas de Energí­a Solar Espacial).

A partir de este míétodo de transmisión por microondas, se podrí­a generar energí­a con paneles solares situados en órbita y enviarla hasta la tierra, explicó el investigador en una entrevista telefónica.

El sistema cuenta con grandes ventajas como aprovechar diez veces más radiación solar de la que llega a la tierra -debido a su "filtrado" por la atmósfera-, o el suministro constante de energí­a sin verse afectado por la rotación terrestre ni las condiciones meteorológicas.

El reto de los cientí­ficos nipones ahora es perfeccionar la tecnologí­a inalámbrica para transmitir a travíés de 36.000 kilómetros, la distancia entre la órbita geoestacionaria donde se situarí­a la planta solar espacial y nuestro planeta.

Para lograrlo contemplan construir paneles solares de hasta 2 kilómetros de diámetro y unas 10.000 toneladas, que serí­an lanzados al espacio por piezas a bordo de cohetes y luego ensamblados por sofisticados robots.

Cada panel solar tendrí­a una capacidad de producción energíética de un millón de kilovatios, equivalente a un reactor nuclear, y enviarí­a la electricidad hasta paneles receptores de un tamaño similar.

Pero antes de llegar a ese punto queda un largo camino por delante, repleto de desafí­os tíécnicos y con un altí­simo coste económico.

"Nuestro objetivo es que la energí­a solar espacial tenga uso comercial para 2030 o 2040, aunque algunos expertos hablan de un plazo más largo", señaló Goto.

Los principales obstáculos son lograr un mayor aprovechamiento de la energí­a generada (el sistema actual sólo permite enviar entre el 5 y el 10 por ciento) o conseguir que las transmisiones sean estables a tanta distancia, un proceso que los cientí­ficos comparan con "enhebrar un hilo en una aguja".

Otros problemas son dónde ubicar los enormes paneles receptores en la superficie terrestre, o los posibles efectos sobre la salud humana de las microondas de alta frecuencia, algo que aún no está lo suficientemente estudiado, según el cientí­fico nipón.

Las pruebas se han realizado con ondas electromagníéticas de intensidad muy superior a las empleadas en los microondas domíésticos, las comunicaciones por radar o el wi-fi, aunque los cientí­ficos tambiíén prevíén testar la transmisión por láser.

Con vistas a que la energí­a solar espacial fuera rentable a nivel comercial, la construcción y puesta en órbita de cada uno de los paneles solares deberí­a costar 1,24 billones de yenes (8.850 millones de euros), según el presupuesto que maneja SSPS.

Más allá del ámbito espacial, los cientí­ficos nipones creen que esta tecnologí­a de transmisión podrí­a emplearse para el suministro energíético a zonas afectadas por catástrofes naturales, la recarga inalámbrica de automóviles elíéctricos o el enví­o de energí­a desde centrales eólicas ubicadas en altamar.

Japón es, junto a China, el único paí­s que invierte actualmente fondos estatales en la investigación y desarrollo de la energí­a solar espacial.

El concepto fue acuñado en 1968 por el ingeniero aeroespacial estadounidense Peter Glaser, y aunque la NASA comenzó a estudiar su viabilidad, abandonó la idea una díécada despuíés debido a su coste excesivo.

El proyecto nipón se puso en marcha en 1998, y ahora arroja un rayo de luz sobre el futuro energíético del paí­s ante su carencia de combustibles fósiles, el debate nuclear post-Fukushima y la dificultad de explotar otras energí­as renovables.


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