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Autor Tema: Los paí­ses en desarrollo destinan más dinero a sus acreedores que lo que reciben  (Leído 108 veces)

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Las Cifras de la deuda 2015

Por...  Jíérí´me Duval

 

La nueva publicación del Comitíé para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM), Las cifras de la deuda 2015, ahora disponible en español, francíés e inglíés, constituye un documento de especial relevancia para cualquier persona que quiere investigar o simplemente tener a su alcance herramientas para combatir las desigualdades, consecuencias de un sistema capitalista devastador basado en el endeudamiento.

Tal y como establece el manifiesto polí­tico de la red internacional del CADTM, «tanto en el Norte como en el Sur del planeta, la deuda constituye un mecanismo de transferencia de riquezas creadas por los trabajadores y trabajadoras y los pequeños productores y productoras a favor de los capitalistas. El endeudamiento es utilizado por los prestamistas como un instrumento de dominación polí­tica y económica». [1] Ahí­ se pueden observar desigualdades enormes recordando el famoso lema “somos el 99%” del movimiento Occupy Wall Street, de la ’clase pueblo’ en contra de la clase capitalista, el poderoso 1% restante. Así­, la publicación recopila muchí­simos datos como el que nos dice que “En 2013, el 0,7 % de la población mundial acaparaba el 41 % de la riqueza mundial mientras que el 68,7 % de la población tení­a une riqueza conjunta de apenas el 3 % del total mundial.” [2]
 
En la misma lí­nea, aprendemos que “en el continente africano, el 0,01% de la población se reserva el 60% del PIB africano”. ¡Una desigualdad tan explosiva solo puede provenir de una explotación brutal! Como mencionan los autores, los planes de ajuste estructural y otros planes de austeridad ligados a príéstamos, “constituyen una máquina de guerra que tiene por objetivo destruir todos los mecanismos de solidaridad colectiva y someter todas las esferas de la vida humana a la lógica mercantil.” Estos mecanismos de endeudamiento obedecen a intereses imperialistas y son utilizados para someter y vigilar a los gobiernos y sus pueblos.
 
Como en las ediciones anteriores [3], el CADTM, persigue el doble objetivo de proponer, por una parte, un análisis crí­tico y riguroso y, por otra, una denuncia de los fines y resultados nefastos del “sistema deuda” en todos los paí­ses. La lectura del documento, enriquecido con numerosas tablas y gráficos, nos lleva a entender cómo los ricos acreedores acaparan las riquezas producidas en detrimento de la mayorí­a de la población, nos permite desmontar el discurso dominante y luchar para acabar con el lastre de la deuda. Pues, contrariamente al discurso mediático y las afirmaciones de los dirigentes europeos, el actual incremento de la deuda pública en Europa fue posterior al sobreendeudamiento privado: Ha sido primero una crisis de la deuda privada que luego se transformó en crisis de deuda pública ví­a la socialización de píérdidas.
 
Las cifras de la deuda 2015 describe una breve historia de la crisis de la deuda (aumento de la deuda pública desde finales de los años 1960 hasta la crisis de la deuda y cesación de pagos en 1982) y los dos factores principales que llevaron a los pueblos de los PED a la trampa de la deuda: aumento de intereses y bajada de precios de materias primas. Dos tendencias que todo indica que podrí­an volver a repetirse. Se subraya tambiíén el rol y nefasto impacto que tienen los organismos financieros multilaterales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial o el Club de Parí­s) y los grandes grupos financieros internacionales sobre el desarrollo de los paí­ses, comprometiendo la soberaní­a y la democracia. La regla ’un dólar, un voto’, que persiste tanto en el FMI como en el Banco mundial desde su creación, pone en evidencia la supremací­a de la potencia de los EEUU en aquellas instituciones, otorgándole el mayor derecho de voto al paí­s norteamericano, lo que impide cualquier cambio que contravenga a sus intereses. Tambiíén, en otra sección, se apunta al fracaso de la iniciativa de PPME (Paí­ses Pobres Muy Endeudados) lanzada en 1996 por el Banco Mundial y el FMI que concierne a tan sólo un 11% de la población total de los Paí­ses en Desarrollo (PED) y que no consiguió aliviar los desembolsos de estos paí­ses hacia sus acreedores.
 
El informe tambiíén aborda diversos aspectos estructurales o coyunturales. Temas cruciales como la salida al escenario mundial de China como paí­s acreedor, las crisis alimentaria y climática, los fondos buitre, el carácter regresivo de la fiscalidad y, como consecuencia, la falta de recaudación tributaria de los ingresos y rentas altas, las desigualdades salariales de gíénero y otros factores que no hacen más que desembocar en una mala repartición de la riqueza, profundizando las desigualdades generadoras de endeudamiento, la extrema pobreza y el hambre para millones de personas.
 
Si nos centramos en los recursos destinados al reembolso de la deuda, observamos una hemorragia sangrante de capitales hacia los acreedores. A menudo, una parte importante de este reembolso cabe bajo la definición de deuda odiosa y, según el derecho internacional, no deberí­a ser reembolsada por haber sido contraí­da en ausencia de consentimiento de la población, en ausencia de beneficio para ella y en conocimiento por parte de los acreedores. A pesar de que muchos paí­ses siguen reembolsando esas deudas odiosas (y piden nuevos príéstamos para eso, o sea se endeudan para reembolsar antiguas deudas), la foto a nivel global nos enseña una barbaridad poco difundida en manuales escolares o en medios que se autoproclaman “de información”: Los denominados paí­ses en desarrollo (PED) destinan más dinero a sus acreedores ubicados en “paí­ses desarrollados” - o mejor dicho industrializados - que lo que reciben en príéstamos o donaciones, y no la inversa como en principio cabrí­a esperar. En concreto, entre 1985 y 2012, las Administraciones Públicas de los PED transfirieron a los paí­ses industrializados del norte, el equivalente a 2,5 veces el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa despuíés de la segunda guerra mundial. Se trata de una transferencia neta de recursos negativa, ya que el deudor ha transferido una cantidad de dinero mayor a sus acreedores que la recibida como nuevos críéditos. Este concepto es clave a la hora de contestar ¿Quiíén debe a quiíén?
 
Así­, durante el periodo 1985 – 2000, las administraciones públicas de los paí­ses de ífrica del norte, de ífrica subsahariana y de Oriente Medio reembolsaron 61.000 millones de dólares más de lo que habí­an recibido durante ese mismo periodo. Los montos totales de la deuda externa de estos paí­ses en su conjunto se multiplicaron por 73 entre 1970 y 2012 mientras pagaron 145 veces la cantidad inicial que se debí­a en 1970. Se trata de una hemorragia sangrante. El CADTM nos advierte que esas transferencias deberí­an resultar aún más negativas si tomamos en cuenta en el análisis lo que podrí­amos añadir como la fuga de capitales, el coste de la fuga de cerebros, un cálculo del saqueo de los recursos naturales, etc.
 
Por otra parte, aberraciones reveladas en este precioso documento, como el hecho de que, para el año 2012, los PED reembolsaron a los acreedores 182.000 millones de dólares, mucho más que los 133.000 millones de dólares que “recibieron” como Ayuda oficial al desarrollo (AOD), permite relativizar el discurso paternalista occidental. Así­, por ejemplo, la ayuda para el desarrollo para Oriente Medio en 2012 fue a parar casi en su totalidad al pago del servicio de la deuda externa. En 2012, la repatriación de los beneficios de las empresas en ífrica, el continente más empobrecido del planeta, representó el 5% de su PIB contra el 1% de la Ayuda pública al desarrollo. Además, cabe distinguir entre ayuda real y ayuda fantasma, sabiendo que una gran parte de dicha “ayuda” esta compuesta de alivio de deuda y, como simple ejercicio contable, nunca llega a los paí­ses empobrecidos, supuestos destinatarios.

Al respecto de los paí­ses de Europa, se menciona a los bancos rescatados con ayudas públicas, sus beneficios privados y el enorme aumento de sus activos que pone en riesgo la estabilidad de las economí­as europeas. En España vemos cómo la parte del gasto público dedicado al pago de los intereses de la deuda casi se duplicó, pasando de 3,9% en 2008 al 6,4% en 2012, mientras el presupuesto afectado a educación y sanidad disminuyó (entre 2009 y 2011) un 13% y un 11% respectivamente. En Grecia, para “honrar” el pago de la deuda, la masa salarial del sector público pasó de 24.500 millones de euros a 15.800 millones entre 2009 y 2013 con cerca de 277.000 empleos menos. La prohibición a los bancos centrales de actuar como prestamistas ante los Estados (artí­culo 21.1 del estatuto del BCE) no hace más que encarecer la financiación por parte de dichos Estados. Así­ lo menciona el estudio citando a Olivier Bonfond: “...si Bíélgica hubiera podido tener prestamos al 1% del Banco Central, la deuda pública habrí­a pasado del 135% del PIB en 1992 al 34% del PIB en 2012 (…) Bíélgica habrí­a ahorrado 248.000 millones de euros entre 1992 y 2012.”
 
En fin, la moratoria, la auditorí­a ciudadana de la deuda y la anulación de la parte definida como ilegí­tima son expuestas como respuestas posibles y necesarias a la crisis que padecemos. La auditorí­a ciudadana debe poner en evidencia las sumas dedicadas al pago de una deuda en muchos casos odiosa, ilegal, insostenible o ilegí­tima, en detrimento de los derechos y necesidades fundamentales de la población. Se pone el ejemplo del informe del Colectivo para una auditorí­a ciudadana de la deuda pública francesa (CAC) que llegó a la conclusión de que el 59% de la deuda francesa resulta ilegí­tima por provenir principalmente de regalos fiscales y de unos tipos de interíés excesivos.
 
Estos procesos de auditorí­as pueden ayudar a los paí­ses endeudados a tomar una decisión unilateral y soberana, dado que tienen poco control sobre su deuda, ya que a menudo, íésta se expresa en otras monedas o está sujeta a la legislación de otros paí­ses (cuyas jurisdicciones son, con frecuencia, más favorables a los acreedores). El CADTM lo reivindica como una respuesta necesaria a la hora de retomar la soberaní­a perdida, permitirí­a a los pueblos decidir sobre la utilización de sus recursos provenientes de su trabajo y reconquistar un poder popular en el sentido verdaderamente democrático.
 
Pero el CADTM no quiere pararse aquí­ y plantea la lucha contra el “sistema deuda” en el marco de una resistencia por un mundo liberado de todas formas de opresión y explotación. “Atacar a los fundamentos del poder de las finanzas significa el desmantelamiento de esos mecanismos y, por lo tanto, la anulación de la deuda pública.” interpela Franí§ois Chesnais (Tobin or not Tobin, L’Esprit Frappeur, Paris, 1998) en una cita, pues aquí­, la lectura de este documento constituye un avance de comprensión y conciencia del problema que padecen los pueblos, siendo un primer paso hacia la acción.


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