Por... Gilgamesh
“El precio de la libertad es la eterna vigilanciaâ€.
Aldous Huxley
Señores, dependemos de los aparatos. De esas pequeñas e inhumanas cosas llenas de cosas, que no sabemos cómo funcionan ni nos importa; el caso es que funcionen. Los científicos son los nuevos dioses, predicando la buena nueva que trae la madre Tecnología. Los aparatos tecnológicos son los nuevos objetos sagrados, que guían nuestro camino y mejoran el nivel de vida de los trozos de carne con los que cargamos; el cuerpo, el nuevo templo. Y estos hombres modernos y a la última, estos prometeos con cara de orangután se erigen majestuosos sosteniendo su aifon en alto, orgullosos y convencidos de su misión divina: El descubrimiento de la Verdad y la dominación del planeta. Por su bien, claro, como exige la democracia. He aquí la trampa: No hay dioses, sólo gente que se aburre. Gente que mira fuera porque dentro no encuentra nada. Lo de dentro se metió dentro de los aparatos, que ahora son, por esto precisamente, imprescindibles para manejarnos. Ellos tienen mucho espacio en sus diminutos cuerpos: Ayer fueron Megas, hoy son Gigas, mañana serán Teras, y pasado mañana Petas (nada menos que un millón de gigas en un solo peta. Amigo, eso sí que es un peta). El disco duro externo de mi amigo Hermann Hesse, de 200 gigas de vida interior, tiene forma de libro cerrado, y no es casualidad, sino el libro sagrado de Dios.
Dependemos de aparatos que no sabemos cómo funcionan y por los que no podemos responder. Y nos traicionan. He aquí la trampa: El diablo mora la máquina. Debemos tener cuidado con lo que hacemos porque tratan de engañarnos a cada paso que damos, a cada clic, a cada firma, a cada llamada. Dejamos nuestros datos, nuestros números, nuestra seguridad y nuestro bienestar a cargo de ordenadores y aparatos tecnológicos que no comprendemos. Hay que actuar con responsabilidad y hacer frente a la máquina, que no se subleven. Debemos exorcizarlas. Usando la cabeza, como buenos posmodernos. El potencial de control de estos dispositivos aumenta cada día, y mejora la eficiencia en el dominio de las masas a la velocidad de la ley de Moore. El peligro de un uso malvado de la tecnología y de la ciencia es terrorífico. La gente parece no percatarse de este peligro. No debemos olvidar que la maldad está en los genes, las ansias de poder y control seducen al ser humano desde el principio de los tiempos y si alguien puede hacer un mal uso de los avances científicos, debemos suponer que lo hará. Ya somos mayores. Coca-cola no quiere ayudar a los negritos. De hecho, la democracia se basa en la premisa de que no se debe otorgar todo el poder a un mismo grupo durante mucho tiempo. Por eso democracia real significa cambio real, no cambio ficticio donde los poderes reinantes nunca cambian. Como dicen los quincemayistas, “no queremos ni cara A ni cara B: Queremos cambiar de discoâ€.
MEGAS=GIGAS=TERAS=PETAS=EXAS=ZETAS=YOTTAS=HELLAS
Suerte en sus vidas...