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Ayer hablíé con mi padre por telíéfono. No suelo hablar mucho con íél, y cuando lo hago no intercambio muchas palabras. Con un par de frases solemos entendernos. Ayer me dijo una que me ha dejado muy marcada, una frase que piensa y repite toda una generación de jóvenes, pero que no suelen decir los padres. La frase era la siguiente: “Si no hubieras estudiado seguro que ahora ya tendrías la vida solucionada, seguro que ya te habrían hecho encargadilla en cualquier tiendaâ€. Mi padre ha asumido que ha tirado su dinero a la basura, que su inversión en mí no ha servido para nada. Yo me había negado a asumirlo… hasta ahora. Mi nivel de frustración, y veo que tambiíén el de mi padre, ha llagado al límite.
Los chicos de mi generación apenas tienen barba y cuatro pelillos en el pecho, las chicas aparentan 18, no estamos lo suficientemente hechos ni por fuera ni por dentro, quizá el accidente de Chernóbil tenga algo que ver con esto. Nadie nos toma en serio, porque parecemos niños, parecemos niños con 30 años, parecemos niños, pero no lo somos. Estoy cansada de tener que decir cada día la edad que tengo. Tengo cuatro títulos y siete años de experiencia en mi campo. Todavía hoy, todavía hoy, lo juro, me ofrecen trabajar de becaria. Hablo en primera persona, pero no es algo personal, es un mal de muchos. A la gente de mi generación ni los estudios ni su experiencia les sirve ahora de mucho. Nadie lo valora.
La suerte no ha estado de mi lado, personalmente me ha tocado vivir cosas que no deseo a nadie, cosas que me guardo para mí, para esos amigos que se cuentan con los dedos de la mano y para mi hermano. El resto del universo no tiene por quíé saber mis desgracias, pero tampoco deben dar por hecho que mi vida es fácil, porque no lo es. Tampoco deben dar por hecho que un trabajo de becaria o un sueldo de becaria me es suficiente, porque no lo es: tengo que pagar un alquiler y tengo que comer. Pagar un alquiler cada mes, y comer… debería de comer todos los días. Tampoco puedo volver a casa. No responderíé de mis actos la próxima vez que alguien vuelva a decirme eso de: “bueno, puedes volver con tus padresâ€. Ni yo ni nadie debería verse en esa necesidad, tampoco debería ser la disculpa de nadie para librarse de su culpa cuando sabe que por una decisión fría y bien calculada está a punto de joderle la vida a una persona llena de ilusión y de futuro. La opción de volver al nido en mi caso es imposible, no hace falta que pregunten por quíé. No me cierro, a quien pregunta respondo, aunque pocos lo hacen porque intuyen una respuesta incómoda, y lo incómodo es feo, lo feo es negativo, y lo negativo no lo quiere nadie. Todo el mundo prefiere seguir en la inopia.
Lo que he vivido me ha dado coraje, sentido crítico y más sentido de la justicia del que me gustaría tener, en definitiva, me ha puesto los pies en el suelo… pero me ha obligado a salir a la calle con una coraza y ha hecho de mí una persona altamente sensible. De puertas para afuera pocas cosas me quitan la sonrisa de la cara, de puertas para adentro, pocas cosas me hacen sonreír. Pero lo que ocurre de puertas para adentro no tiene por quíé saberlo nadie. A nadie le interesa. A nadie le interesa saber tampoco que todo lo que he conseguido en mi vida me ha costado mucho esfuerzo, que ha salido a base de cabezonería y de renunciar a la comodidad. Y a pesar de todo, la gente me obliga a sentirme agradecida, sí… de hecho me siento agradecida, como si esa suerte que he dicho que nunca está de mi lado, sí lo estuviese. Me siento agradecida porque soy así de gilipollas.
Hace ya más de un año que me echaron de mi último trabajo, rectifico, no me echaron, se acabó mi contrato por obra, porque se acabó la obra, porque alguien tomó una decisión fría y bien calculada… Soy, entre otras cosas, periodista. No me he quedado parada en ningún momento porque síé que salir del engranaje, aunque sea momentáneamente, supone no volver a entrar nunca, a no ser que tengas un enchufe que te pueda ayudar. He seguido trabajando, he seguido escribiendo, por amor al arte, por no perder práctica, por mantener la dignidad. Pero la dignidad hace tiempo que hizo las maletas. Ahora mismo la estoy viendo salir por la puerta. Solo espero que algún día vuelva.
Despuíés de medio año buscando trabajo de lo mío sin conseguir siquiera una mísera entrevista comencíé a buscar trabajo. De lo que fuera. Trabajo, como dice mi padre, del de verdad, sí, porque el que he estado haciendo hasta ahora por lo visto era de mentira, porque para mucha gente, lo que llevo haciendo siete años, lo que me ha dado de comer, lo que me ha permitido independizarme y saborear la felicidad durante un tiempo, no era un trabajo, era simplemente un hobby. La gente me obliga a sentirme agradecida porque he vivido de mi hobby. Ahora, al parecer, me toca vivir de verdad porque por lo visto antes no vivía, soñaba. Por lo que me cuentan, en realidad el mundo es una puta mierda. Sí, es cierto señores, este mundo huele a vertedero, pero algunas flores tapan el hedor, siempre he intentado estar cerca de esas flores… pero no se preocupen, ya las he cortado, no se preocupen que voy a intentar vivir de verdad, me han obligado a tirar la toalla.
Lo llevo intentando un tiempo… ¿Con quíé me he encontrado? Con que no me quieren ni para limpiar inodoros, porque no tengo experiencia. Todos estos años trabajando como periodista no me han servido más que para cavarme mi propia tumba. Ahora la gente que publica sus ofertas de lo que sea, a la que envío mi currículum con la mayor ilusión, da por hecho que no valgo para doblar camisetas, que no síé poner una copa… que no tendría paciencia con los clientes, que no podría aguantar un trabajo tan duro. Lo dan por hecho sin probarme, dan por hecho que no síé hacer nada, que soy una completa inútil. No tienen en cuenta que con mi ‘hobby’ tambiíén se aprenden ‘lecciones': he soportado guardias en condiciones extremas, he soportado jornadas más que excesivas, he soportado a gente más que despreciable con la mejor de mis sonrisas, he sudado como pocos sudan y he ampliado mi paciencia más de lo que creía que se podía ampliar. El de periodista no es un trabajo que se deba menospreciar, ningún trabajo se debe menospreciar. Todo aporta. Añado, quizá en un intento de convencer al personal, que cuando terminaba mi jornada, tambiíén limpiaba inodoros, hacía comida, la servía, tambiíén doblaba ropa, la planchaba… Lo sigo haciendo. Tambiíén tengo experiencia en barras, en tiendas… poca y lejana, pero la tengo. Cuando era joven -mucho más joven-, me daban oportunidades a pesar de llegar sin saber hacer nada, y daba la talla porque todo se aprende bien si se enseña bien. Pero eso quedó muy atrás, dicen que ya se me ha olvidado lo aprendido, que no les valgo. Ahora tienes que llegar sabido, nadie te enseña, nadie se atreve, nadie se fía.
Cuando me dicen que no puedo trabajar porque no tengo experiencia suficiente me veo abocada al fracaso, me veo abocada a la mendicidad, me siento un caso perdido. Entiendo que ya no encajo en esta sociedad. “Pase el siguiente por favor, no eres el perfil que estamos buscandoâ€. Me han obligado a tirar la toalla como periodista, me ha costado, pero lo he hecho… pero ahora nadie me quiere dar una nueva oportunidad, nadie me permite volver a empezar, empezar a vivir y dejar de soñar.
¿Quíé me queda? Pregunto. Solo pregunto. ¿Quíé hago? ¿Sigo cavando la tumba? ¿Tengo que seguir sintiíéndome agradecida? ¿Tengo de verdad que lamentarme por haber estudiado? ¿Tengo que arrepentirme de haberme puesto metas? ¿Tengo que asumir que no tengo ningún futuro con apenas 30 años? ¿De verdad?