Por... David Boaz
En su discurso ante la Convención Nacional del Partido Republicano, el presidente George H. W. Bush propuso dejar que los contribuyentes comprometan hasta un 10 por ciento de sus impuestos a reducir la deuda nacional. La propuesta nunca llegó a nada, pero pone de relieve una buena idea: los contribuyentes deberían poder decidir cómo se gasta el dinero de sus impuestos. Desde ya, permitimos esto de maneras muy limitadas. Una marca en el tope del formulario 1040 invita a cada contribuyente a destinar $3 de sus impuestos federales al Fondo para la Campaña de la Elección Presidencial (solo 6 por ciento de los contribuyentes lo hacen). En Virginia, el Código Administrativo de Virginia (VAC, por sus siglas en inglíés) me invita a contribuir fondos adicionales a más de 100 organizaciones que incluyen desde los partidos Demócrata y Republicano hasta el Comitíé Olímpico de EE.UU., la Fundación para las Artes de Virginia, y muchos fondos de escuelas y bibliotecas.
¿Por quíé no llevar esto un poco más lejos? ¿Por quíé no pueden realizar los contribuyentes decisiones directas acerca de quíé cantidad de su dinero quieren ellos gastar en otros programas del Estado, como reducir la deuda nacional, la guerra en Irak o el Fondo Nacional para las Artes? Esto obligaría al gobierno federal a enfocar su tiempo y recursos en proyectos que los ciudadanos realmente desean, no solo en los esfuerzos que le agradan a los intereses especiales.
Para hacer esto, tendríamos que expandir el concepto de la opción para financiar campañas hacia los demás programas del Estado. Con esta reforma, la verdadera expresión popular de la democracia se reflejaría no solo cada cuatro años sino cada 15 de abril (fecha en que los estadounidenses tienen que declarar impuestos). Una página nueva al final del formulario 1040 se crearía, llamada 1040-D (por democracia). Arriba, el contribuyente escribiría su total de impuestos según lo ha determinado el formulario 1040. Luego se encontraría una lista de los programas del Estado, junto con el porcentaje del presupuesto del Estado federal dedicado a cada uno (según lo propuso el Congreso y el presidente). El contribuyente luego simplemente multiplicaría ese porcentaje por el total de sus impuestos para determinar la “cantidad requerida†para satisfacer el requisito de gasto por parte del gobierno (La computarización de las declaraciones de impuestos ha hecho de este paso algo sencillo). El contribuyente luego consideraría el requisito e ingresaría la cantidad que íél estuviese dispuesto a pagar por ese programa en la columna final —la cantidad requerida por el gobierno, o más, o menos, o reducida hasta cero.
Un contribuyente que considera que $600.000 millones es demasiado que gastar en las fuerzas armadas en la era posterior a la Guerra Fría podría elegir asignar menos a esa función de lo que el gobierno ha requerido. Un contribuyente que piensa que el Congreso ha estado financiando deficientemente el programa de educación Head Start y las artes podría asignar el doble de lo que ha requerido el gobierno para esos programas.
Habría mucho debate, por supuesto, acerca de cómo enlistar los programas en el formulario 1040-D. Los intereses especiales quisieran utilizar categorías amplias —como defensa nacional, salud, educación, entrenamiento para obtener un empleo. Los opositores del gasto preferirían desglosar las categorías de tal forma que los contribuyentes puedan ver lo que realmente están comprando —la defensa de Japón y Corea, la guerra en Irak, subsidios agrícolas, proyectos de “demostración†de transporte público masivo en West Virginia, etc. Los liberales y el establishment de las artes puede que están de acuerdo en colocar simplemente “artesâ€, mientras que la derecha religiosa podría cabildear para que la categoría sea desglosada entre “obras de arteâ€, “artes de clientelismo políticoâ€, y “arte obscenoâ€. El idioma sería una cuestión contenciosa —¿â€œsubsidios corporativos†o “príéstamos para pequeñas empresasâ€?
La verdadera democracia presupuestaria, por supuesto, significa no solo que los contribuyentes puedan decidir cómo gastar su dinero sino tambiíén que puedan decidir sobre cuánto de su dinero el gobierno tiene derecho. De manera que la última línea del formulario 1040-D debería decir “Reembolso de impuestosâ€. El formulario indicaría que nada del impuesto del contribuyente, debidamente calculado, debería ser reembolsado a íél; pero que en virtud de la democracia presupuestaria el contribuyente tendría el derecho de asignar menos que la cantidad requerida para algunos o todos los programas de tal forma que pueda requerir un reembolso (por encima de cualquier retención en exceso que ya le debe el Estado).
Los derechos de prestaciones sociales serían el mayor problema. Alrededor del 60 por ciento del presupuesto federal ahora se destina a los programas de prestaciones sociales. Medicare y Medicaid constituyen más del 20 por ciento del gasto, y mucho de eso proviene de la recaudación general. ¿Deberían los contribuyentes poder retener sus debidamente obtenidos dólares de dichos programas? En una sociedad libre, deberían poder hacerlo. ¿Así que cómo lidiamos con la escasez de financiamiento? El congreso podría cambiar los parámetros de gasto para adaptarse a lo que los contribuyentes están dispuestos a proveer. El proceso de democracia presupuestaria tambiíén podría incluir una provisión permitiendo que dos tercios del congreso voten para anular la decisión de los contribuyentes e insistir en pagos más altos para financiar las prestaciones sociales u otros servicios considerados esenciales. Luego, en lugar de tratar de decidir quíé candidato estará diciendo la verdad acerca de su compromiso con la responsabilidad fiscal, los contribuyentes podrían colocar estas decisiones en sus manos, finalmente siendo capaces de decir efectivamente, “Estas gastando demasiado. Te vamos a reducir el presupuestoâ€.